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Consejos para que no te queme el sol

El uso de cremas protectoras y la moderación son claves para evitar los efectos negativos de la exposición solar.

Broncearse el cuerpo y lucir moreno es una de las obsesiones de muchas de las personas que llenan las piscinas y playas de España durante el verano. Es indudable que el sol es fuente de energía y salud, pero tomado en exceso es perjudicial. Con el fin de evitar los principales riesgos asociados a una exposición solar prolongada, como el cáncer de piel o el envejecimiento prematuro, debemos proteger nuestra piel de forma correcta y con responsabilidad.

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Te ofrecemos una serie de consejos para no sufrir las quemaduras del sol, aunque recuerda que la defensa más efectiva es la moderación:

  • Usa una crema de protección solar adecuada. Elige la que mejor se adapte a las características de tu piel y a las condiciones de exposición solar. Se recomienda escoger siempre una de protección alta (FPS 30) o muy alta (FPS 50+). Aplícatela media hora antes de tomar el sol y repite esta operación cada 2 o 3 horas, así como tras salir del agua.
  • Exponte al sol de manera progresiva. No caigas en la tentación de pasar mucho tiempo bajo los rayos solares en busca del bronceado. Las primeras exposiciones deben hacerse de manera gradual en periodos de 10, 15 y 20 minutos, y preferiblemente en movimiento. No es recomendable más de media hora al día de exposición directa. Además, debemos evitar hacerlo entre las 12.00 y las 16.00 horas, que es cuando la luz ultravioleta es más intensa.
  • Extrema la precaución con los menores de 3 años. En bebés y niños menores de 3 años limita la exposición solar al principio de la mañana o al final de la tarde. Y ponles crema de alta protección a partir de los seis meses a fin de preservar su capital solar. Recuerda que la piel conserva la memoria de las radiaciones recibidas durante toda la vida. Cuanto mayor es la dosis de radiación acumulada, mayor es el riesgo de aparición de cánceres en la edad adulta.

Consejos para que no te queme el sol

  • No te confíes los días nublados. La radiación ultravioleta atraviesa las nubes, de modo que las cremas de protección solar deben usarse también en los días en los que el cielo está cubierto. Asimismo, debes tener en cuenta la reflexión de la radiación UV por parte del agua, la arena, la hierba y, especialmente, la nieve. Son importantes tanto la radiación solar directa como la llamada radiación difusa, reflejada por el suelo.
  • Usa gafas de sol y otras protecciones físicas. Unas gafas de sol adecuadas son imprescindibles para proteger los ojos de la radiación solar. Asegúrate de que llevan cristales homologados capaces de filtrar los rayos UVA y UVB. El uso de gorras y sombreros también te ayudará a resguardarte del sol. Existen, además, ropas con filtros de protección solar para niños y adultos, y para realizar deportes acuáticos prolongados. En cuanto a las sombrillas, no protegen totalmente de los peligros del sol; su tela no es un filtro UV. La sombrilla mantiene un 35% de la radiación solar, y se puede generar el efecto contrario al deseado si, bajo la misma, se alarga la exposición.
  • Sécate bien después de cada baño. El efecto lupa de las gotas de agua favorece las quemaduras solares y disminuye la eficacia de los protectores, aunque estos sean resistentes al agua.
  • Calma la piel tras la exposición solar. La piel sufre en verano debido al deterioro que produce el sol, las altas temperaturas y la consiguiente pérdida de agua. Para compensar este efecto nocivo, es muy importante tras tomar el sol recurrir a un buen producto aftersun que sea a la vez calmante, suavizante, hidratante, antiinflamatorio y regenerador.
  • Examina tu piel. Si adviertes que una peca o lunar cambia de forma, tamaño o color, no dudes en acudir y consultar a tu dermatólogo.