La gran velocidad de los cambios ambientales provocados por la actividad humana no tiene precedentes. Protegernos de futuras pandemias como la COVID-19 implica proteger nuestros ecosistemas y su biodiversidad, para reducir los efectos que el cambio climático tiene sobre ellos y sobre la salud de las personas.
Según indica la ONU en su informe “The Global Forest Goals Report 2021”, el 75% de las nuevas enfermedades infecciosas son zoonóticas, es decir, provienen de animales, y generalmente ocurren entre otras causas por la deforestación. En esta situación, la naturaleza está perdiendo su capacidad para actuar barrera natural para protegernos de potenciales riesgos para nuestra salud.
Un ejemplo de enfermedad zoonótica es la COVID-19, que además de afectar físicamente a las personas que la padecen, también está dejando impactos en la salud mental y el bienestar de la sociedad. Según el “Estudio Sanitas sobre bienestar emocional durante el confinamiento”, la población española se ha visto afectada a nivel emocional por la situación de confinamiento debida a la crisis sanitaria de la COVID-19. De hecho, el 8% de la población afirmaba en este estudio, que iba a necesitar la ayuda de un psicólogo para recuperarse de las secuelas provocadas por el confinamiento.
Pero hay más evidencias científicas que demuestran la relación entre los efectos que el medioambiente y el cambio climático tienen sobre nuestro bienestar emocional. Las sequías prolongadas, los incendios, las inundaciones y los huracanes o tifones están muy relacionados con un aumento de la depresión, el estrés postraumático y la ansiedad. Además, hay que tener en cuenta que el aumento de la temperatura está asociado con un incremento en las tasas de suicidio, algo que hay que tener presente ante fenómenos de acentuación de temperaturas extremas a causa el calentamiento global. Y es que se estima que, a nivel mundial, hasta la mitad de las personas que sobreviven a condiciones climáticas extremas experimentan resultados adversos para su salud mental.
En estas circunstancias, parece demostrado que el daño sobre la salud del planeta afecta también a nuestra salud mental, pero ¿cómo podemos hacer frente a este doble deterioro con consecuencias tanto para la salud del planeta como para la salud y bienestar mental de las personas? La evidencia científica también ha estudiado algunas fórmulas relacionadas con la proliferación de arbolado y zonas verdes, porque la vegetación no sólo actúa haciendo frente a los efectos del cambio climático por su capacidad de absorber gases de efecto invernadero o para regular la temperatura y minimizar el efecto isla de calor en las zonas urbanas. La ciencia ha demostrado que la exposición a espacios verdes puede tener consecuencias positivas para nuestra salud mental.
- Vivir a menos de 500 metros de zonas verdes está relacionado menor riesgo de mortalidad cardiovascular y respiratoria y también con mayor bienestar emocional, así lo avalan diversos estudios publicados en revistas como The Lancet o en Cities and Health.
- Las zonas verdes reducen el nivel de estrés. Tumbarse en la hierba o caminar por el parque harán que te sientas mejor.
- Los espacios naturales facilitan la práctica deportiva. Busca una ruta verde por tu ciudad y recórrela a pie o en bici.
- Además, las zonas verdes permiten socializar. Planea un picnic con familia o amigos en el parque.
También es importante reconocer que la naturaleza contribuye a aspectos no materiales de la calidad de vida, incluida la inspiración y aprendizaje, así que conéctate a las áreas verdes y gana salud.
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