La intolerancia a la lactosa afecta a un alto porcentaje de la población española (entre un 30 y un 50% de la población, según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia y la Sociedad Española de Patología Digestiva).
Se trata de una intolerancia alimentaria bastante común debido a la cual aquellos que la sufren no son capaces de digerir, sin tener molestias gastrointestinales, cantidades normales de lactosa, el azúcar naturalmente presente en la leche. Una de las causas más frecuentes es por dejar de consumir lácteos, nuestro cuerpo deja de producir lactasa, que es la enzima que se encarga de hidrolizar la lactosa y por ese motivo se puede desarrollar intolerancia.
El hecho de que sea un trastorno tan común ha generado distintas necesidades en los consumidores: por un lado, hay una mayor demanda de las pruebas de intolerancia a la lactosa, que nos pueden ayudar a la hora de saber si, efectivamente, no podemos digerir este compuesto. Por otro, la parte de la población que es intolerante a la lactosa necesita alternativas a los productos que la contienen y que les ayuden a mantener una dieta equilibrada.
¿Qué es la lactosa?
La lactosa es el azúcar que contiene la leche de forma natural. No se trata de un azúcar añadido en la preparación de la leche, ni es azúcar refinado, sino que se trata de un compuesto que todas las leches contienen de forma natural, en mayor o menor medida (en los mamíferos la lactosa de la leche materna suele estar presente en una concentración del 4 o 5%).
La lactosa es un disacárido que está compuesto por una molécula de glucosa y otra de galactosa, y está englobada en el grupo de los glúcidos. En el caso de los humanos, para poder metabolizar la lactosa es necesaria la presencia de una enzima conocida como lactasa, que garantiza su correcta absorción. Cuando el organismo tiene una deficiencia de enzima lactasa, no es capaz de asimilar la lactosa: este azúcar mal absorbido llega al colon, donde es fermentado por las bacterias colónicas, generando gases que pueden dar lugar a ciertas molestias y síntomas transitorios como vómitos, distensión y dolor abdominal, diarrea o estreñimiento.
¿Cómo puedo saber si tengo intolerancia a la lactosa?
Los primeros síntomas al ingerir leche son los que suelen dar la voz de alarma. El número de síntomas y la intensidad con la que aparecen dependen de cada persona y del nivel de deficiencia de enzima lactasa que presenten, además de la cantidad de alimento ingerido. Los más comunes son el cólico abdominal, los gases o flatulencias y la distensión abdominal.
El test de intolerancia a la lactosa
Si experimentamos estos síntomas, debemos acudir a nuestro médico para realizarnos una prueba de intolerancia a la lactosa. Junto con ella, el médico también nos realizará otras pruebas que puedan descartar el origen del problema en otras posibles patologías como la gastroenteritis infecciosa, la enfermedad celíaca, la enfermedad de Chron u otros trastornos intestinales.
El test de intolerancia a la lactosa analiza los azúcares tras la ingesta de lactosa para ver cómo responde nuestro organismo. Tras la ingesta de 100 gramos de lactosa se toman muestras de sangre a los 30, 60 y 120 minutos, debiendo aparecer normalmente un aumento de 2 mg/dl de glucosa a las 2 horas de la ingesta de la lactosa. También se pueden realizar el test de hidrógeno en la respiración (en los intolerantes se da un aumento de hidrógeno en la respiración tras la ingesta de lactosa) y el test de acidez en las heces (en los intolerantes se produce un aumento de acidez). También se puede realizar la biopsia de intestino delgado, a través de la cual se comprueba la presencia o no de enzima lactasa en la mucosa intestinal.
El tratamiento de la intolerancia a la lactosa es sencillo, ya que basta con agregar enzimas de lactasa a la leche normal, tomarlas en cápsulas o en forma de tabletas masticables, o también se puede recurrir a los productos deslactosados.
¿Puedo ser intolerante a la lactosa pero no tener problemas con quesos, yogures y otros lácteos?
Sufrir de intolerancia a la lactosa no siempre es sinónimo de tener que eliminar todos los lácteos y derivados lácteos de nuestra dieta. Esto dependerá del grado de intolerancia de cada persona y del alimento que vayamos a consumir, ya que no todos contienen lactosa en la misma concentración. Por ejemplo, los yogures, debido a que pasan por un proceso de fermentación, presentan una concentración de lactosa bastante baja y suelen ser bien tolerados por las personas que no tienen una intolerancia aguda.
En el caso de los quesos, otro de los derivados lácteos más presentes en nuestra dieta, se recomienda consumir aquellos con una mayor grado de maduración, ya que cuanto mayor sea la maduración o mayor sea la dureza del queso, menor cantidad de lactosa contendrán. Es mejor optar por un queso curado, por ejemplo, que por un queso fresco, que tienen una cantidad mayor de azúcares en su composición. Es importante que leamos siempre la etiqueta nutricional de los productos antes de consumirlos para comprobar la cantidad de azúcares que contienen.
Actualmente no hay ningún comentario sobre este tema.
¡Sé el primero en hacerlo!