Cada vez hay menos dudas de que el deporte y el ejercicio físico son excelentes maneras de asegurarse un buen estado de salud. La actividad física no solo ayuda a mantener en forma el sistema cardiovascular, ayuda a alejar el fantasma de la diabetes tipo 2, el de la obesidad, el de la osteoporosis…
Además, el ejercicio es clave para reducir el riesgo de desarrollar ciertos tumores y es una pieza clave para asegurarnos un envejecimiento saludable.
No obstante, cabe recordar que la actividad física también puede ser origen de lesiones y patologías (no solo del aparato locomotor), fruto de una falta de planificación a la hora de abordar los entrenamientos y de no saber si verdaderamente estamos preparados para hacer cualquier tipo de ejercicio.
Recientemente, la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED- FEMEDE) ha publicado un documento de consenso que recoge diversas contraindicaciones que pueden resultar un obstáculo para hacer deporte. Además, en dicho documento se especifica si esa contraindicación es absoluta o relativa, lo que resulta imprescindible a la hora de que los profesionales asesoren a los pacientes acerca de cuál es el deporte más indicado para ellos, de cuáles son las alternativas en caso de no poder practicar el ejercicio elegido o de cómo llevarlo a cabo en cuanto a intensidad, frecuencia de los entrenamientos, biomecánica, nutrición, descanso… para que el deporte sea sinónimo de salud y no al contrario.
Reconocimiento médico previo
Los especialistas en Medicina Deportiva recomiendan someterse a un reconocimiento médico a los usuarios que quieran empezar a hacer deporte de una manera más o menos seria y constante, especialmente si hasta el momento de decidirse han llevado una vida sedentaria.
El objetivo de este chequeo es comprobar, en primer lugar, cuál es el estado de salud general y conocer la existencia de posibles patologías o dolencias que pueden representar un problema a la hora de empezar a entrenar. En este punto también se evalúan los tratamientos farmacológicos que pueda estar siguiendo el paciente y dolencias, como alergias respiratorias, que pueden condicionar la práctica deportiva.
Al inicio, se confecciona una historia clínica completa, se indaga sobre hábitos de vida que interesen para evaluar la salud del paciente, tales como el consumo de alcohol, el tabaquismo o el tipo de alimentación que sigue y se llevan a cabo analíticas de sangre.
Además, se realizan una prueba de esfuerzo y un electrocardiograma, así como un estudio antropométrico que nos dará la pauta para conocer el porcentaje de grasa corporal, la existencia de grasa visceral, la densidad ósea… para poder prevenir al paciente si existe, por ejemplo, fragilidad en los huesos o riesgo cardiovascular ligado a unas cifras de tensión elevadas.
Además, un buen reconocimiento médico previo al deporte debe complementarse con un estudio biomecánico para ver si hay descompensaciones posturales o problemas de la marcha que predispongan al paciente a sufrir lesiones una vez que empiece a hacer deporte regularmente. En este punto suele hacerse un estudio de la pisada y de la marcha, así como una revisión de rodillas, cadera y espalda. En función de los resultados el especialista puede recomendar el uso de determinado calzado o de plantillas específicas para evitar daños en el sistema musculoesquelético.
Los especialistas en Medicina Deportiva aseguran que aunque en principio estas pruebas pueden parecer excesivas, e incluso costosas, resultan de gran ayuda no solo para planificar la actividad deportiva para que el usuario le saque el máximo rendimiento, sino para detectar posibles problemas de salud que podían estar silentes hasta el momento.
Actualmente no hay ningún comentario sobre este tema.
¡Sé el primero en hacerlo!