La fascia plantar es una banda de tejido grueso, plano, elástico y fibroso que se extiende por la planta del pie: desde el talón hasta insertarse en las falanges. Esta estructura que conecta el pie también es conocida como ligamento arqueado. Cuando se inflama ocasionando un dolor que nace en el talón o debajo del tobillo, se produce la fascitis plantar.
La fascia plantar tiene una función muy importante al andar: mantiene el arco plantar, al mismo tiempo que absorbe y devuelve el peso y la presión que se genera en el pie cuando impacta en el suelo. Además, protege el metatarso, ya que impide la excesiva flexión de los dedos.
Debido a su función, es una lesión muy común entre deportistas, aunque también lo es entre personas no deportistas con trabajos en los que están todo el día de pie y activas. En este último caso, la fascitis plantar suele aparecer a partir de los 45 años.
¿Por qué se produce la fascitis plantar?
Las causas para que se produzca esta lesión son diversas, ya que depende de factores ambientales, posturales e incluso genéticos. Lo más habitual es encontrarse con pacientes que sufren esta inflamación debido a una sobrecarga por actividad física. Un esfuerzo excesivo sobre este tejido elástico puede llevar a desgarros e inflamaciones, de ahí que sea una lesión común entre los deportistas.
Otra de las causas conocidas es un cambio en la mecánica del pie. Puede ser por la retracción del talón de Aquiles, en donde la marcha se ve alterada y el tejido fascial se estira de forma anormal. Si el apoyo del pie es incorrecto, se puede sufrir inflamación de la fascia plantar. En este punto, hace falta reseñar que las personas con pies planos o pronadoras, también son más propensas a sufrir esta lesión.
Otro motivo por el cual se produce la fascitis plantar es el uso del calzado inadecuado, ya sea para andar o para hacer deporte. El zapato puede no ajustarse como debe al pie y cambiar la distribución del peso mientras se camina. También puede ofrecer una amortiguación que no necesita, ya que como hemos visto, el pie tiene su propio mecanismo de amortiguación.
Estos son los principales factores, pero pueden haber más, como son el peso (a más peso, más riesgo de sufrirla) o la edad (a más edad, más posibilidades de que aparezca este dolor). Cuando se sospecha de que se padece fascitis plantar es necesario acudir al médico para que haga un diagnóstico e indique qué cambios hacer para saber dónde radica el problema.
Tratamientos de la fascitis plantar
Es importante que la fascitis plantar se trate correctamente y a tiempo para que no se convierta en una lesión crónica. Un dolor en el pie puede desembocar en la modificación de la pisada y, por lo tanto, puede influir en la mecánica del resto del cuerpo haciendo que surjan lesiones en otras partes como la rodilla, la cadera y la espalda.
Uno de los tratamientos se basa en añadir un soporte en el talón (dentro del zapato) que ayude en la distribución del peso. El objetivo de este tratamiento llamado ortesis es el de aliviar el dolor y reducir la inflamación de la zona, aunque no cura del todo.
Es habitual que los pacientes con fascitis plantar afirmen que cuando más les duele el pie es por las mañanas. Esto es porque mientras dormimos, el pie se mantiene en posición de flexión plantar, por lo que se produce una flexión de la fascia plantar. Teniendo en cuenta esto, otro tratamiento consiste en poner una férula durante la noche para que el pie se mantenga en flexión dorsal.
Estos son los tratamientos menos invasivos junto a los estiramientos de los gemelos y el músculo sóleo. Cuando no se ven mejoras a través de estas soluciones se recurre a otros métodos como la inyección de corticoesteroides, la terapia de ondas de choque o directamente la cirugía.
Cómo prevenir esta lesión
Cuando se trata de una lesión muy común en la población, la prevención es importante. En el caso de la fascia plantar, se puede evitar de muchas maneras. Se deberá acudir a una valoración por parte del médico especialista en Medicina del Deporte, que después de la misma hará una serie de recomendaciones para los hábitos del día a día:
- Mantener un peso saludable para reducir la presión que ha de soportar el pie.
- Realizar calentamientos y estiramientos específicos para el pie antes y después de la actividad física.
- Elegir el zapato adecuado, sobre todo, si se utiliza de forma prolongada o se va a hacer ejercicio como correr.
- Plantillas personalizadas en el caso de que se necesite corregir la pisada.
- Evitar caminar descalzo sobre superficies duras.
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