La dieta de los niños se compone únicamente de leche al nacer. A partir de ahí se introducen paulatinamente nuevos alimentos según la madurez de su sistema digestivo y en función de sus requerimientos nutricionales. Poco a poco, entran otros parámetros en juego, como es el de las texturas y los sabores nuevos y es ahí cuando empiezan los problemas con los gustos, las manías y las cantidades. ¿Cómo hacer que este camino no sea una odisea?
Da ejemplo
Es difícil inculcar a un niño la importancia de alimentarse bien, de descubrir nutrientes y sabores nuevos, etcétera, si no ven a sus padres aplicarse estos consejos. En este sentido, lo más recomendable es darle a probar alimentos nuevos en comidas en las que toda la familia esté reunida para animarle, indicarle cómo comerlo, gastarle alguna broma… en lugar de ponérselo, por ejemplo, en la merienda del recreo y confiar en que lo pruebe por su cuenta. Si el pequeño muestra curiosidad por probar de nuestro plato hay que aprovechar la oportunidad, siempre y cuando esté en edad de comerlo.
Paciencia
Salvo excepciones, es difícil que un niño acepte sin rechistar un alimento que se le ofrece por primera vez. Lo normal es que haga intentonas muchas veces antes de integrar los alimentos nuevos por completo. Por eso, toca armarse de paciencia y dárselo varias veces en diferentes momentos hasta que acceda a probarlo. Si lo prueba y verdaderamente no le gusta, es poco probable que se anime a repetir más adelante, pero si descubre un nuevo sabor que sí le gusta, ya habremos añadido un alimento más a su dieta.
Es mejor introducir nuevos alimentos progresivamente, de uno en uno y en pequeñas cantidades. Asimismo, hay que tener mano izquierda y presentárselo diciendo que solamente tiene que probarlo y que si no le gusta no hace falta que se lo coma. No le regañes si después de probarlo sigue diciendo que no lo quiere. Ya habrá más ocasiones para intentarlo más adelante. En este sentido, debemos aprender a diferenciar cuando el niño rechaza el alimento por capricho o manía o cuando lo hace porque verdaderamente no le gusta el nuevo sabor.
Nada de chantajes
La comida no debe convertirse en moneda de cambio, castigo o recompensa por malos o buenos comportamientos; “si no te portas bien te daré estas verduras”. Por otro lado, los adultos no pueden permitir que el niño use la comida como chantaje; “pruebo este guiso si luego puedo jugar a la consola”. Estas conductas contribuyen a establecer una relación insana con la comida y hacen que se pierda el foco de lo verdaderamente importante, que es que nuestra salud general depende mucho de que nos alimentemos correctamente.
Eso sí, debemos estar atentos a cuando el rechazo a un nuevo alimentos se produce simplemente porque el niño no es proclive a probar sabores nuevos o la textura le sorprende para mal. En esos casos, es conveniente ser más flexible y tener en cuenta que habrá que darle lo mismo varias veces y de diferentes maneras hasta que finalmente lo coma.
Cuida la presentación
Prácticamente todos comemos con los ojos; los niños también. Un plato demasiado abundante, con colores poco atractivos y presentaciones descuidadas no ayuda a que el pequeño se anime a probar sabores nuevos. No se trata de convertirse en un virtuoso del food art, pero sí de hacer que la comida sea más apetecible solo con verla. Pueden usarse unos platos con dibujos divertidos, bandejas con huecos decorados, moldes para presentar montoncitos…
Cuéntale una historia
Hablarle de lo importante que es alimentarse de manera variada, de cuál es la función de cada nutriente, de lo divertido que es cocinar con ingredientes y productos diferentes cada día suele ser más efectivo que darle a probar un plato nuevo sin más.
Una dieta correcta consiste en comer de todo en las cantidades adecuadas. Eliminar cualquier grupo de alimentos contribuye a la aparición de desequilibrios con consecuencias negativas para la salud. Por eso, procurar que la dieta sea variada desde la infancia es un paso muy importante para que la alimentación sea correcta en la edad adulta.
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