Estrenar calzado, dar largas caminatas sin la protección de calcetines o medias, llevar zapatos demasiado apretados, tener la piel de los pies demasiado deshidratada… son algunos de los factores que pueden provocar la aparición de una ampolla.
En ocasiones, por mucho que intentemos prevenirlas acabamos sufriéndolas y es en ese momento cuando surge la eterna pregunta: ¿qué debo hacer?, ¿explotarla?, ¿dejarla que se cure sola?, ¿cómo elimino el líquido?
Los especialistas no son partidarios de tocar la zona y abogan por dejar que la lesión se cure por sí sola.
No obstante, sobre todo si la ampolla es de gran tamaño, al calzarse o caminar puede reventar. Esto, además de provocar un gran dolor, aumenta el riesgo de infección.
De esta forma, si la ampolla se abre hay que hacer una cura para eliminar los restos del líquido o la sangre del interior y evitar que la zona se infecte. Preferiblemente, esta cura la debe hacer un profesional, pero si no es posible, podemos hacerla nosotros mismos. Eso sí, siguiendo una serie de pautas para evitar que la zona empeore o se infecte.
Cómo curar una ampolla
De esta forma, igual que cuando curamos cualquier rozadura o herida, hay que lavarse las manos con agua y jabón.
Después es conveniente aplicar un antiséptico tópico, preferiblemente clorhexidina sobre la ampolla y en la piel circundante. Si no se dispone de clorhexidina puede usarse betadine, agua oxigenada o alcohol. Sin embargo, estos productos son más agresivos con la piel y escuecen mucho más, lo que puede complicar las curas en determinados pacientes, como los niños.
Lo mejor es ayudarnos de una gasa o un algodón que no suelte pelusa presionando o dando pequeños toques para que el tejido absorba el líquido, en lugar de exprimir la piel con los dedos.
Finalmente, volvemos a aplicar clorhexidina y tapamos la zona con un apósito para protegerla de las rozaduras y para evitar que se contamine con polvo, sudor, arena…
En este aspecto, si usamos un apósito hidrocoloide ayudaremos a que la cicatrización sea más rápida. Estos apósitos están diseñados para la cicatrización húmeda de heridas. Van recubiertos de unas partículas que, al entrar en contacto con las secreciones de una herida, se transforman en gel que tiene una función doble: por un lado aísla la zona de bacterias y suciedad y por otro favorece la regeneración celular y acelera la curación. Al cabo de unos días, la piel de la herida se habrá regenerado hasta recobrar la normalidad.
Cómo prevenir la aparición de ampollas
No estrenar calzado justo el día en el que se tiene previsto caminar mucho o disputar una prueba deportiva. Llevar siempre el calzado del número adecuado. Los zapatos que aprietan son garantía de rozaduras y ampollas.
Procurar proteger el pie con medias, calcetines o pinkies, preferiblemente sin costuras y elaborados en tejidos suaves y transpirables.
Si se va a caminar, correr o participar en alguna prueba deportiva en la que los pies vayan a sufrir especialmente, es conveniente lubricar los pies previamente con vaselina neutra o pomadas anti rozaduras aplicando el producto generosamente sobre las zonas más expuestas al rozamiento. En estos casos, además hay que prestar especial atención a los calcetines y vigilar que durante el trayecto no se arruguen, ya que los pliegues pueden causar ampollas.
Mantener los pies hidratados con cremas específicas siempre. La piel seca es mucho más vulnerable a las rozaduras y ampollas. Mantenerla flexible con una buena hidratación es una de las mejores maneras de evitar estas lesiones cutáneas.
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