Ese suave calorcillo, el incremento de las temperaturas, el aroma a flor y un paisaje sembrado de bellos colores listo para deleitarnos. Que la primavera llega cargada de dulces cambios es una realidad evidente que, sin embargo, puede quedar empañada por otra particularidad asociada a esta estación: las alergias.
Una patología difícil de combatir en ocasiones y en que la identificación resulta clave. Nos estamos refiriendo al hecho de confundirla con un simple catarro, en especial si tenemos cierta mucosidad. Pero, ¿cómo diferenciarlas? ¿Cuáles son las particularidades de cada una? Hoy recabamos algunos síntomas que pueden ayudarte a saberlo.
El tipo de mucosidad
Para empezar, nos centraremos precisamente en esta, la mucosidad. Y es que tanto el resfriado como la alergia afectan al sistema respiratorio haciendo que resulte difícil respirar, congestionándonos y llenando nuestra nariz de estos incómodos compañeros. Sin embargo, estos suelen presentar unas características propias en cada caso.
Por ejemplo, si constantemente tienes que retirar la moquita y resultan acuosos, lo más probable es que se trate de alergia; mientras que los espesos y difíciles son característicos de procesos gripales. En el primero de los casos, además, la secreción se incrementará cuando te expongas al alérgeno en cuestión; un elemento que no siempre se conoce, sobre todo si tienes alergia al polen o los ácaros, presentes en el aire, los muebles y demás de forma generalizada.
Qué les acompañan
Otros síntomas característicos de la alergia son el picor y el lagrimeo frecuente de los ojos, que se muestran irritados y/o enrojecidos. Durante la gripe esto segundo puede producirse. Sin embargo, se trata más bien de una hinchazón y de una sensación de pesadez y cansancio sobre los párpados.
El dolor de cabeza también es significativo; persistente e intenso en los catarros fuertes y similares; y no siempre presente –quizás de manera esporádica- en las alergias. Los estornudos encadenados (más de cinco o seis seguidos) pueden ser reveladores en estas segundas; mientras que el incremento de la temperatura corporal, el dolor de garganta, malestar general, dolor muscular y tos pueden ser típicos de algunos catarros más graves.
Respecto a esta última, la tos, cabe comentar que, si bien no es frecuente en las alergias, puede darse en personas asmáticas o que tenga principios de asma.
Cómo comienzan y cuánto duran los síntomas
Prestar atención en cómo comienzan y evolucionan las señales referidas será también clave a la hora de diferenciarlos. Así, y en el caso de los resfriados, estos comenzarán de forma suave y se irán complicando en el tiempo. En todo caso, lo más habitual es que desaparezcan, como máximo, en dos semanas.
La alergia, sin embargo, comienza súbitamente y dura mientras se esté expuesto al alérgeno. Esto es, en determinadas estaciones como la primavera, un intervalo de unas seis semanas, aproximadamente, cuando la floración es más activa. Además, y respecto de estos casos, remiten notablemente en entornos cerrados, tras la lluvia y en función del viento de la jornada.
Observar si has contagiado a alguien, aunque no resulta muy solidario, también puede ayudar. Sí, porque mientras que durante un resfriado es probable que se produzca esta contaminación (virus), en las alergias lo que ocurre es que nuestro cuerpo identifica determinados elementos como dañinos y los ataca liberando histaminas (ni contagiamos, ni nos han contagiado).
Un tratamiento para cada una
Pero, ¿cómo abordar cada una de ellas? Antes de responder a esta pregunta, cabe comentar que, lo primero que deberías hacer es cerciorarte de si se trata de alergia y a qué la padeces. Para ello puedes realizarte una prueba específica; las más habituales son las cutáneas, rápidas, sencillas y seguras.
Dicho lo cual, existen varios tratamientos para acabar con ellas (y que tendrán que ser prescritos y supervisados por el profesional correspondiente). El más frecuente es el farmacológico, que trata de aliviar los síntomas mediante la toma de antihistamínicos. La inmunoterapia también puede resultar eficaz, y consiste en administrar diferentes dosis de la sustancia que causa la alergia para lograr que el organismo consiga tolerarla a la larga. Algo que resulta parecido a las vacunas pero cuyo éxito no siempre está garantizado, pues depende de múltiples factores.
La prevención diaria –con acciones tan cotidianas como evitar abrir las ventanas durante la noche y la mañana, cuando los niveles de polen se encuentran más elevados; llevar gafas de sol, prescindir de las lentillas durante esos días y otros-, la información –sobre los niveles de polen del entorno, el tipo de flora que te rodea y similares-, y evitar exponerse, son otros puntos básicos. Otros accesorios como las lentillas nasales pueden ayudarte.
Para un resfriado común, sin embargo, bastará con mantenerse a temperatura constante, no exponerse a cambios y con mitigar los síntomas mediante la toma de fármacos como el paracetamol o el ibuprofeno, que ayudan a disminuir los dolores. No obstante, no los tomes nunca por iniciativa propia y consulta siempre a tu médico antes de hacerlo. Una correcta alimentación e higiene también pueden acelerar el proceso de curación.
Actualmente no hay ningún comentario sobre este tema.
¡Sé el primero en hacerlo!