El hipo es muy normal en los bebés y los niños, generalmente por una mala postura o agarre del pezón o la tetina durante la lactancia o por comer muy rápido. Pero también surge en ocasiones a lo largo de cualquier otra etapa de la vida. Así, todos lo hemos sufrido en algún momento. Y decimos sufrido porque a pesar de no ser un problema grave, sino un trastorno benigno y pasajero, es incómodo o molesto. Se suele resolver de manera natural en pocos minutos; pero si persiste durante mucho tiempo, puede alertar de algún otro problema y hay que acudir al médico.
Qué es el hipo
El hipo se da cuando hay un movimiento brusco e involuntario del diafragma. Este músculo en forma de bóveda ubicado en la parte baja del pecho, entre el tórax y el abdomen, se contrae de manera rítmica y continua para ayudarnos a respirar. Así, desciende cuando inhalamos con la finalidad de que los pulmones se puedan llenar de aire y se relaja al exhalar para que los pulmones puedan expulsar el aire a través de la nariz y la boca.
Cuando el diafragma se altera, desciende de forma violenta, lo que hace que entre aire en la garganta de manera repentina, chocando contra la laringe. De esta forma, las cuerdas vocales se cierran súbitamente y surge el característico sonido de ‘hip’. Suele ser de corta duración, por lo que normalmente desaparece pasados unos minutos sin tener que tomar ninguna medida.
Situaciones que desencadenan el hipo
Aunque en muchas ocasiones no hay causa aparente que lo desencadena, el hipo puede aparecer por:
- Situaciones emocionales, como excitación, ansiedad o nerviosismo.
- Cambios de temperatura.
- Al tragar aire.
- Cuando se come mucho o demasiado rápido.
- Al consumir alcohol o ingerir comidas o líquidos picantes o con mucho condimento.
- Una irritación en el estómago o en la garganta.
- Sufrir una patología que irrite los nervios que controlan el diafragma.
- Un procedimiento médico, sobre todo si está relacionado con la anestesia.
- La cirugía abdominal.
En estos casos suele durar poco tiempo y no supone riesgo ni daño alguno; pero si el hipo se prolonga durante mucho tiempo, es decir, días o incluso semanas, habrá que consultar al médico porque podría indicar la existencia de algún tipo de problema o la presencia de alguna enfermedad (suele ir asociado a otros síntomas).
Tras plantear una serie de preguntas para determinar la causa, el médico puede realizar algún tipo de examen en los casos en los que se sospeche que el hipo está provocado por algún trastorno, puesto que hay ciertas patologías que tienen el hipo entre sus síntomas. Por ejemplo, un hipo incoercible o refractario puede ser un signo paratumoral -lesiones benignas que no son tumores pero que se parecen a ellos-.
Cómo parar el hipo
La lista de remedios caseros que se suele utilizar para los casos más comunes y sin importancia de hipo no tiene base científica, pero quienes los emplean o los aconsejan cuando otra persona tiene hipo lo hacen porque les suele funcionar. Entre ellos, cabe destacar como los más usados o populares:
- Que alguien te dé un susto sin que te lo esperes.
- Aguantar la respiración y contar hasta 10.
- Respirar dentro de una bolsa de papel.
- Beber por el lado «equivocado» de un vaso de agua.
- Ponerse azúcar debajo de la lengua o tomar una cucharadita de unos 4 gramos de azúcar.
- Tomar un vaso de agua fría.
En los casos en los que hay que acudir al médico, el especialista puede realizar un masaje del seno carotideo -dilatación del tracto de salida de la arteria carótida interna- en el cuello o un lavado gástrico. También hay medicamentos que pueden ayudar a detener el hipo, así como ciertos métodos, como la introducción de una sonda nasogástrica. En situaciones extremas en las que no funciona ninguno de los métodos mencionados, se puede recurrir al bloqueo del nervio frénico -que surge de la médula espinal y atraviesa el cuello y controla el diafragma-.
Foto|iStock/Antonio Guillem/Jevtic
ABRAHAM
marlyn