Casi todo el mundo la sufre alguna vez en la vida. Normalmente no se trata de una patología grave, pero lo cierto es que si no recibe la atención y los cuidados necesarios de manera temprana puede llegar a complicarse y ser bastante molesta. Se trata de la blefaritis.
Qué es la blefaritis y cuáles son sus síntomas
La blefaritis es la inflamación de los párpados. Se manifiesta con enrojecimiento, ardor, picor e hinchazón de la base de las pestañas, así como secreciones amarillentas (legañas), caspa o costras en el borde de los párpados, además de lagrimeo. A veces, la inflamación puede extenderse al resto del ojo y causar molestias visuales o sensación de tener arenilla o de cuerpo extraño en el interior del ojo. Los casos más severos de blefaritis pueden derivar en conjuntivitis, orzuelos o chalaziones.
Cuáles son las causas de la blefaritis
En los bordes del párpado hay unas glándulas, llamadas glándulas de Meibomio, encargadas de segregar grasa, componente esencial de la película lagrimal que está en contacto con el interior del ojo. A su vez, esta zona de la piel está colonizada por una serie de bacterias que, en condiciones normales, se mantienen dentro de unos niveles determinados. La blefaritis se produce cuando estas bacterias proliferan excesivamente y se acumulan formando una biopelícula que acaba obstruyendo las glándulas sebáceas, impidiendo así que la grasa salga al exterior.
Esta obstrucción se traduce en inflamación y en las molestias descritas. No obstante, también hay otras causas de blefaritis además de la infección por bacterias, como infecciones por hongos, sequedad ocular, parasitosis por ácaros, alteraciones funcionales de las glándulas sebáceas, abuso de las lentes de contacto, mala higiene ocular…
Si la blefaritis se localiza en la parte externa del párpado, hablamos de blefaritis anterior. Suele estar ocasionada por infecciones víricas o bacterianas y si no recibe la atención adecuada puede complicarse con úlceras corneales (llamadas catarrales) y, muy rara vez y en caso extremo, en forma de ectropión (el párpado se pliega hacia el exterior del ojo) o entropión (el párpado se pliega hacia el interior del ojo). En estos casos, hay que aplicar tratamiento cuanto antes, dado que el roce de las pestañas puede acabar ulcerando la córnea.
También existe la blefaritis posterior, debida a una alteración de las glándulas de Meibomio, y blefaritis mixta, una mezcla de ambos casos.
¿Es un problema grave?
La blefaritis es un problema relativamente común que afecta a casi todo el mundo en algún momento de su vida. No es grave, su tratamiento es sencillo y no es contagiosa. No obstante, hay personas con cierta predisposición a sufrirla. Incluso, hay pacientes con blefaritis crónica.
Los pacientes con dermatitis seborreica, rosácea, psoriasis o ciertas alteraciones hormonales son más susceptibles de sufrir blefaritis. Las personas mayores o con anomalías en las glándulas sebáceas de los párpados también tienen más riesgo de desarrollar blefaritis con cierta frecuencia, aunque este es un trastorno que puede presentarse a cualquier edad.
Tratamiento de la blefaritis
El tratamiento de la blefaritis consiste, básicamente, en mantener el borde del párpado limpio retirando las secreciones y las partículas de caspa para que no se acumulen ni se peguen a las pestañas. Para llevar a cabo esta limpieza sin resultar agresivos con las pestañas o la piel palpebral es conveniente utilizar gasas humedecidas en agua caliente. Este gesto, además, facilita la salida de la grasa e impide la formación de obstrucciones que pueden agravar la inflamación.
El oftalmólogo puede recomendar geles o productos jabonosos con pH neutro para limpiar la zona en profundidad y evitar recaídas. En casos más serios, el especialista prescribirá pomadas antibióticas o antiinflamatorias y suplementos de omega 3 por vía oral. Para aplicarlas, es conveniente seguir rigurosamente la pauta establecida por el facultativo y usar un aplicador para no tocar la crema con los dedos (un bastoncillo de algodón, una gasa doblada o el aplicador de plástico que viene con algunos de estos medicamentos). Únicamente en blefaritis graves se recurre a la administración de antibióticos orales. En estos casos es fundamental no automedicarse y respetar las indicaciones del especialista con respecto a la dosis del fármaco y a la duración del tratamiento. Las blefaritis crónicas pueden tratarse con luz pulsada de alta intensidad.
Aunque la mayoría de los casos de blefaritis se resuelven rápidamente aplicando medidas sencillas, es conveniente acudir al oftalmólogo si los síntomas no mejoran en unos días, si las molestias se transforman en dolor y si se empiezan a notar problemas visuales o molestias en el interior del globo ocular.
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