Por definición, muchos expertos consideran que la vitamina D no debería recibir tal denominación, ya que no se trata de un compuesto ajeno que nuestro organismo sea incapaz de producir. Es cierto que la vitamina D se encuentra en muchos alimentos, pero también lo es que nuestro cuerpo la puede sintetizar por sí mismo si nos exponemos al sol durante unos minutos cada día.
En cualquier caso, la evidencia científica acerca de las bondades de la vitamina D no es del todo concluyente en muchas áreas clínicas para las que se ha investigado.
Para qué sirve la vitamina D
La vitamina D es necesaria para absorber el calcio y el fósforo, dos elementos fundamentales para asegurar la buena salud de huesos y dientes. De hecho, la mayor evidencia científica al respecto de las bondades de la vitamina D la encontramos en la reducción del riesgo de fracturas y caídas. Según parece, la vitamina D es la única hormona conocida capaz de estimular adecuadamente las proteínas implicadas en la absorción intestinal del calcio.
No obstante, el papel que tiene esta vitamina sobre el metabolismo del calcio hace que además influya en la salud cardiovascular, en la fertilidad, en la buena marcha del embarazo, en ciertas patologías nerviosas e incluso se ha estudiado su papel en el desarrollo de algunos tipos de cáncer.
Asimismo, el hecho de que se sintetice en la piel y la relación que tiene esta vitamina con la actividad del sistema inmunológico han provocado que se estudie su efecto sobre patologías dermatológicas tan diversas como el acné, la rosácea, la cicatrización, la psoriasis, la alopecia, el vitíligo o la dermatitis atópica. En todas ellas se ha observado que los pacientes con deficiencia de esta vitamina tienden a presentar cuadros más severos o empeoramientos en el curso de la enfermedad que los que tienen un nivel normal.
Cómo obtener vitamina D
Como ya hemos mencionado, la vitamina D se sintetiza gracias a la exposición solar moderada. No es necesario broncearse de forma intensiva y mucho menos quemarse. Basta con que nos dé el sol unos 10 o 15 minutos cada día.
Además, hay alimentos que la contienen de manera natural, como los pescados azules (caballa, sardina, atún, salmón…), el hígado, el queso, las setas, algunas algas, la levadura y la yema de huevo. Asimismo, hay muchos productos lácteos, margarinas, cereales de desayuno o bebidas vegetales que están enriquecidas con esta vitamina.
¿Y los suplementos?
Dada la carencia de esta vitamina en un sector amplio de la población, muchas personas se ven obligadas a tomar suplementos de vitamina D. No obstante, es necesario consultar con un especialista antes de empezar a tomar cualquier suplemento nutricional o preparado vitamínico. Concretamente, el exceso de vitamina D puede ser perjudicial.
Los signos de toxicidad por exceso de vitamina D son: náuseas, vómitos, falta de apetito, estreñimiento, debilidad y pérdida de peso. Asimismo, unos niveles demasiado altos de vitamina D pueden dañar los riñones y elevar el nivel de calcio en sangre, lo que a su vez origina confusión, desorientación y problemas del ritmo cardíaco.
De esta forma, si considera que sus niveles de vitamina D pueden estar comprometidos por no estar mucho tiempo al aire libre o por no seguir una dieta adecuada, consulte con su médico. El facultativo puede prescribirle los análisis necesarios para determinar si es necesario tomar suplementos de este tipo.
Conchita
E. Domínguez