La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) es una condición clínica que se desdobla en dos patologías: la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn.
La incidencia de ambas patologías se reparte de manera muy similar, aunque la de la enfermedad de Crohn es superior a la de la colitis ulcerosa; un 58 % en el caso de la primera, frente a un 42 % en el de la segunda de todos los casos de enfermedad inflamatoria intestinal diagnosticados en nuestro país.
Cualquiera de las dos manifestaciones de EII está relacionada con una reacción anómala del sistema inmunológico y cursa en forma de brotes alternando fases activas con otras de remisión.
Por otro lado, tanto la enfermedad de Crohn como la colitis ulcerosa se caracterizan por una alteración en el mecanismo de digestión de los alimentos, lo que a su vez repercute en deficiencias nutricionales derivadas de la incapacidad para digerir algunos nutrientes. Además, comparten parte de la sintomatología, como la diarrea, la sangre en heces, el cansancio, el dolor y las molestias abdominales, la pérdida de peso, la fiebre y la falta de apetito.
Diferencias entre enfermedades
¿En qué se diferencian entonces la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa? Básicamente, ambas patologías difieren en la localización del daño digestivo.
De esta forma, la colitis ulcerosa se caracteriza por las lesiones inflamatorias crónicas en la pared del intestino grueso (el colon) mientras que la enfermedad de Crohn puede presentarse en cualquier parte del aparato digestivo.
Causas de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal
No hay un factor único que provoque EII. Las investigaciones apuntan a motivos genéticos, ambientales y a ciertas modificaciones patológicas en la microbiota intestinal. Lo que también parece claro, según las conclusiones de estos trabajos, es que se trata de una patología más común en zonas urbanas y en países desarrollados, que su incidencia ha ido en aumento en los últimos años, que afecta igual a ambos sexos, que aparece antes de los 30 años (por regla general) y que puede sufrirla cualquier raza o grupo étnico.
Tratamiento y dieta para la EII
La EII no tiene tratamiento curativo en ninguna de las dos variantes. Tan solo se recetan antiinflamatorios para mitigar los brotes, analgésicos para paliar el dolor y antibióticos para evitar las infecciones. A veces, si las carencias nutricionales así lo requieren, puede ser necesario tomar suplementos vitamínicos y de hierro.
Finalmente, sí existen pautas dietéticas que pueden ayudar a mejorar el pronóstico, a espaciar los brotes y a mantener la dolencia bajo control. Esta alimentación varía en función de la fase en la que se encuentre el paciente.
- Si sufre un brote moderado: hay que hacer dieta blanda con algunas concesiones; como los alimentos de origen animal no demasiado grasos. También se puede ser más permisivo con el azúcar, aunque hay que optar por cocciones suaves en lugar de frituras, grills, plancha…
- Si sufre un brote grave: se debe hacer una especie de dieta blanda sin grasas saturadas (las de origen animal) ni azúcares. Tampoco se debe tomar fibra en el periodo de brote grave y las cocciones han de ser, preferiblemente, al vapor, al horno o en papillote. En este tiempo hay que comprobar si existe, además, intolerancia a la lactosa.
- Si está en remisión: para estos pacientes, los consejos son los mismos que para la población sana, teniendo en cuenta los alimentos que no sientan bien normalmente. Las personas que sufren EII deben aprender a identificar cuáles son esos alimentos mediante pruebas de ensayo-error. De esta forma, probarán a eliminar el alimento sospechoso de sus dieta durante unos días. Pasado ese tiempo, se reintroduce el alimento y se observa la sintomatología. Para identificar si es o no responsable del malestar digestivo. Estas pruebas hay que hacerlas con un solo alimento cada vez, para evitar errores.
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