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Más allá de la bulimia y la anorexia: estos son los problemas alimentarios que no conoces

Analizamos algunos trastornos alimentarios poco conocidos como la ortorexia, la ingesta compulsiva, la pregorexia y otros.

Cuando hablamos de trastornos alimentarios a todos nos vienen a la cabeza mujeres excesivamente delgadas, modelos esqueléticas, vómitos y similares. Sin embargo, existen otras patologías de este tipo que exceden el ámbito de la bulimia y la anorexia, y que pueden llegar a ser también devastadoras para la salud de quienes las padecen.

Unos problemas que, como los anteriores, resulta imprescindible conocer para prevenir y detectar a tiempo. Así, hoy recabamos algunos como el síndrome del comedor compulsivo, la ortorexia, la pregorexia, la drunkorexia y otros tantos que pueden pasársenos por alto.

La ortorexia, obsesionados por comer sano

Si bien ya te hablamos de la ortorexia con mayor detalle en un post dedicado a este problema, cabe recordar que se caracteriza por la obsesión por comer únicamente alimentos percibidos como saludables (obviamente, esto no quiere decir que lo sean). Los afectados llevan a cabo una dieta muy restrictiva, evitando alimentos específicos, conservantes, colorantes y demás.

Desaparece por completo el placer por comer y, en casos muy extremos, llegan a implantar rituales como cortar los alimentos con cuchillos de cerámica en lugar de metálicos para, supuestamente, evitar contaminaciones. Los perfiles que cuentan con mayor número de afectados son el de jóvenes con un nivel adquisitivo medio alto y el de los deportistas de modalidades exigentes. Algunos estudios lo han relacionado con el trastorno obsesivo compulsivo y fijan su causa en un trastorno psicológico existente.

Síndrome del comedor compulsivo

La adicción a la comida es la gran lacra de los comedores compulsivos, que acaban “viviendo para comer”. Quienes la sufren son incapaces de dejar de comer a pesar de no sentir hambre. Tras esta práctica suele encontrarse una baja autoestima, niveles de estrés y una gran ansiedad que únicamente se ve calmada en cierta medida cuando llevan a cabo sus atracones. Pueden llegar a ingerir en una sentada hasta 6.000 calorías.

Sin embargo, estos llevan aparejados sentimientos de culpabilidad, la sensación de que son controlados por la comida y el miedo, pues habitualmente son conscientes de los problemas derivados de su sobrepeso, alta presión sanguínea, enfermedades como la diabetes y similares. Además de ser un trastorno de tipo mental, se encuentra relacionado con alteraciones bioquímicas cerebrales, genéticas e incluso familiares.

De hecho y en general suelen ser personas que se han desarrollado en ambientes excesivamente constreñidos –con padres muy exigentes o excesivamente preocupados por el aspecto físico- y que en la edad adulta presentan problemas con los límites y la autoridad.

Drunkorexia

En la drunkorexia los pacientes dejan de comer para poder beber. Su idea es la de evitar las calorías de la comida para tener la opción de consumir grandes cantidades de alcohol sin subir de peso. Suele darse entre adolescentes y jóvenes preocupados por su aspecto físico y se encuentra directamente relacionado con la anorexia.

Por desgracia, resulta poco conocido, y sus consecuencias pueden ser muy peligrosas (sobre todo para las mujeres, cuyo cuerpo acusa más los efectos del alcohol) no solo desde el punto de vista nutricional –puede causar situaciones de desnutrición severa- sino porque se incrementa el daño hepático. El corazón es otro de los grandes perjudicados.

Pregorexia

Respecto a la pregorexia, es un trastorno alimentario que padecen las embarazadas. Su mayor temor es ganar peso, algo necesario para el desarrollo fetal. Para evitarlo ponen en marcha toda clase de prácticas, que abarcan desde los vómitos hasta el uso de diuréticos y las restricciones alimentarias.

Su conducta tiene consecuencias directas sobre su salud y sobre la del feto, tanto, que se incrementa el riesgo de padecer malformaciones, de sufrir un desplazamiento de la placenta, padecer desnutrición, etcétera. Son muchas las madres que lo padecen que cuentan con antecedentes de bulimia y anorexia, pacientes muy exigentes consigo mismas con dificultades de autopercepción, asociadas con los cambios físicos del embarazo.

Permanexia

La permanexia es otro síndrome psicológico que afecta principalmente a las mujeres. Y aunque no se encuentra catalogada como enfermedad, puede ser la antesala de otros trastornos como la bulimia y la anorexia. Todo empieza con la obsesión por contar las calorías y con las privaciones de ciertos grupos de alimentos durante un tiempo prolongado, con las consiguientes consecuencias para su salud.

La manifestación más obvia es que los afectados están permanentemente a dieta. Habitualmente se trata de personas que se exigen demasiado, con baja autoestima, con relaciones sociales inestables, problemas emocionales y que no se encuentran conformes con su propio cuerpo. También suelen tener dificultades para reconocer el problema.

Las consecuencias de sus actos van desde las variaciones frecuentes en el peso, las alteraciones en la glándula tiroides, episodios de hipoglucemia, mareos, estreñimiento, úlceras gástricas y deficiencias nutricionales. Tras ella pueden encontrarse también factores biológicos, sociales y ambientales.

Diabulimia

La diabulimia se da en pacientes con diabetes que, para perder peso, evitan inyectarse insulina o reducen las dosis que necesitan para mantener un correcto control glucémico. Tras ella se encuentra la falsa creencia de que la insulina anabólica favorece la ganancia de kilos. Habitualmente es un problema que comienza en la adolescencia o la juventud. Los pacientes presentan problemas de autoestima, preocupación por imagen corporal, depresión y otros.

Las consecuencias son muy graves, pues se incrementan hasta tres veces las complicaciones relacionadas con la diabetes: daños renales, infecciones, retinopatía, neuropatías, etcétera. Además, también va acompañado de síntomas típicos de otros trastornos alimentarios: amenorrea, problemas gástricos, dentales, dérmicos, problemas óseos y más. También se incrementa el riesgo de mortalidad.

El abordaje

Dado que se trata de desórdenes de tipo psicológico, todos ellos deberán contar con un abordaje de tipo psicológico, que lleve al paciente a terapia. En aquellos casos más extremos, en los que peligre la salud del enfermo (por ejemplo) se valorará su ingreso en un centro hospitalario o bien el uso de fármacos específicos.

En todo caso, se deberá ir más allá de los meros síntomas, pues estos son solo la manifestación de un problema más profundo creado por un trauma, un desarrollo afectivo disfuncional u otras complicaciones acaecidas a lo largo de la vida del individuo.

De hecho, algunas de estas personas han sido víctimas de un abuso sexual durante su infancia y que, entre otros, han visto dañada la percepción de su propia imagen.

La detección precoz, por otra parte, será fundamental para empezar a poner remedio y evitar las consecuencias devastadoras que pueden acabar teniendo sobre el cuerpo y la mente de los afectados. Por desgracia, la vergüenza que sienten muchos de ellos, así como los factores sociales que nos inducen a pensar que estar excesivamente delgado es “natural” y/o recomendable no ayudan en absoluto.