Alimentos, Bienestar, Nutrición

Productos que parecen sanos… y quizá no lo son

Ciertos reclamos publicitarios presentes en los alimentos están pensados para hacer creer al consumidor que lo que compra es muy saludable. No siempre es cierto.

Productos light

Cuando un alimento luce en su etiqueta el término light hace referencia a que tiene un porcentaje de calorías menor que la versión convencional. De manera casi automática el consumidor medio asume que un producto light es saludable en sí mismo, pero no es así necesariamente. Por un lado, puede darse el caso de que la variante normal sea una bomba calórica, de forma que la presentación light sea únicamente un artefacto explosivo más pequeño, pero artefacto explosivo al fin y al cabo.

Por otra parte, un aporte calórico menor no alude a la cantidad de azúcares, grasa saturada, sal… que pueden ser más relevantes a la hora de evaluar la calidad de un alimento.

Finalmente, los productos light no adelgazan. Fundamentalmente, porque ningún alimento lo hace. Asumir que un producto ligero equivale a perder peso es incorrecto y arriesgado.

Afortunadamente, las autoridades sanitarias cada vez ejercen mayor control sobre el etiquetado de los productos para ofrecer al consumidor más cantidad de información para que este pueda adoptar decisiones más libres.

Palabras mágicas

Existen ciertos términos que se han asociado indisolublemente a la salud, incluso aunque la evidencia científica no siempre avale esta relación. Por ese motivo, se recurre a ellos para etiquetar productos que necesitan ese marchamo de calidad para aumentar sus ventas.

En este grupo de palabras encontramos vegano, vegetariano, vegetal, bio, ecológico, natural, casero, orgánico, de la abuela… cuando lo cierto es que algo al estilo casero no tiene porqué ser saludable, como tampoco algo vegetariano. Tampoco tiene fundamento dar por hecho que algo preparado por una abuela es recomendable solo por eso o que un producto de supermercado se parece en algo a lo que cocinaban nuestros mayores.

Fuente de…

Cada vez que un alimento se pone de moda o se descubren propiedades beneficiosas de un determinado nutriente se produce una proliferación de mensajes publicitarios que aluden a ello de manera no siempre contrastada.

De esta forma, es fácil encontrar un determinado producto publicitado como saludable por haber añadido un nutriente beneficioso a un producto que esencialmente no lo es por contener un exceso de ingredientes poco recomendables (grasa saturada, azúcar, sirope de maíz…). También es habitual encontrar este tipo de reclamos en alimentos que han agregado un ingrediente ventajoso, pero en una cantidad insuficiente para que el alimento en su conjunto sea recomendable.

Alimentos… y algo más

Otra variación de producto menos saludable de lo que aparenta es el de los alimentos que, en esencia son muy beneficiosos, como la leche o los yogures, pero que dejan de serlo tanto cuando al producto simple se le añaden ingredientes (casi siempre, además, en cantidad más que excesiva) que desvirtúan sus cualidades. Fundamentalmente, suele tratarse de azúcares libres, grasas saturadas o sal.

Las estrategias de marketing y la falta de formación (en general) de los consumidores favorecen elecciones poco recomendables a la hora de llenar la cesta de la compra. Por ese motivo, los expertos sugieren que demos prioridad a los alimentos sobre los productos y que estos sean lo menos procesados posible; ¿una pista para identificar los alimentos procesados más saludables?: su etiqueta tiene pocos ingredientes, todos son identificables de forma clara y el principal es el alimento que queremos comprar (por ejemplo: si buscamos una barrita de cereales, que el primer ingrediente no sea el azúcar, ya que eso indica que este es el componente en mayor proporción).