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Me he roto el menisco, ¿qué puedo hacer?

¿Te hiciste daño en la rodilla hace tiempo y aún te sigue doliendo? Puede que tengas el menisco roto. Te explicamos cómo puedes detectar los síntomas, cuáles son los tratamientos para esta lesión y en qué consiste su intervención.

Los meniscos son estructuras formadas por fibrocartílago que se encuentran en el interior de la articulación de la rodilla. Funcionan a modo de almohadillas, favorecen la congruencia articular y distribuyen las fuerzas de carga que se ejercen en la rodilla, amortiguando el impacto entre la tibia y el fémur y evitando el contacto y rozamiento entre ambos huesos.

Existen dos meniscos, interno y externo. Tienen forma de gajo de naranja. El interno es más abierto que el externo. Ambos se encuentran fijados sobre la superficie tibial. El interno se hace más susceptible de rotura puesto que en la mayoría de las personas, el eje de carga del peso en la rodilla, tiende a orientarse en el compartimento interno, de manera que las rotaciones y movimientos de pívot que se realizan en carga pueden cizallar o comprimir este menisco y así romperlo.

Síntomas de la rotura de menisco

Existen, a grandes rasgos, dos tipos de rotura de menisco: traumáticas y degenerativas. Las primeras suelen dar una sintomatología más florida y se producen en meniscos jóvenes. Las degenerativas pueden pasar casi desapercibidas y se producen en meniscos más viejos y deshidratados.

En el momento que se produce la rotura o lesión traumática del menisco, el primer evento suele ser un intenso chasquido en la rodilla seguido de un dolor moderado que aumenta si se mueve o apoya la rodilla. El dolor puede aumentar al presionar o palpar la zona.

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El bloqueo de la articulación es el principal síntoma de rotura de menisco. En este caso, se pueden tener serias dificultades al apoyar la pierna, provocando inestabilidad al caminar o imposibilidad de utilizarla para desplazarse.

La inflamación de la rodilla y el derrame articular son otros síntomas no específicos de las lesiones de menisco (también se producen en las lesiones de ligamentos) que pueden aparecer. La cantidad de líquido existente en la rodilla puede obligar a realizar una punción para evacuarlo. Esta intervención se denomina artrocentesis y tiene la doble finalidad de aliviar la tensión y obtener una muestra del líquido para analizarla en el laboratorio.

En resumen, existe una triada de síntomas que nos enfocan al menisco: dolor, bloqueo (limitación para la flexo-extensión de la rodilla) e inflamación.

En el caso de que pase el tiempo sin que se haya reparado la rotura de menisco, habrá que prestar atención a las atrofias musculares derivadas de la inactividad física y al estado de los cartílagos que se pueden ver dañados en el episodio traumático.

Cómo actuar

En la elección del tratamiento más indicado para cada caso, el traumatólogo tiene en cuenta el tipo de lesión meniscal, si existen lesiones asociadas, la edad del paciente y su nivel de actividad.

Ante un cuadro en el que se sospeche una lesión de menisco, es acertado dar los siguientes primeros auxilios: aplicación de hielo sobre la rodilla, antiinflamatorios para reducir el dolor y la inflamación, moverse en la medida que lo permita el dolor, utilizar una rodillera especial para inmovilizar la articulación o incluso hacer uso de muletas para desplazarse sin forzar la rodilla.

Posibles tratamientos

Antes de plantear el tratamiento el especialista definirá correctamente el tipo lesión que se padece. Para afinar el diagnóstico realizará una exploración física, y las pruebas de imagen necesarias (rx y/o rnm).

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Las lesiones crónicas o degenerativas y algunas de las agudas, no requieren de tratamiento quirúrgico. Basta con realizar un programa de rehabilitación. El objetivo de dicho programa será facilitar la reabsorción del estado inflamatorio; estabilizar la rodilla evitando la atrofia muscular y potenciando el tono de dichos músculos; y, garantizar las condiciones de cicatrización del menisco en caso de que existan.

Hay también lesiones meniscales que requieren tratamiento quirúrgico. Su especialista le explicará las indicaciones terapeúticas y las perspectivas de su caso. En función del tipo de rotura que se produce en el menisco, la localización y las expectativas futuras, se indican básicamente dos tipos de tratamiento quirúrgico artroscópico: la sutura meniscal y la regularización parcial del menisco (quitar el fragmento lesionado).

Tipo de intervención

La operación de artroscopia de rodilla es una técnica quirúrgica mínimamente invasiva que consiste en la reparación del menisco sin necesidad de una cirugía abierta de rodilla. Este tipo de intervención ofrece una serie de ventajas, como la reducción en los tiempos de recuperación y el menor daño de los tejidos.

El artroscopio consiste en una cánula rígida a la que se conectan: una cámara, conectada a un monitor por fibra óptica; un aspirador; y, un tubo de silicona dispensador de suero. Este instrumento se introduce en la articulación para que el cirujano pueda ver el interior (…) sin necesidad de realizar una herida quirúrgica de gran tamaño. Para practicar el procedimiento, se realizan dos incisiones no mayores que 1 centímetro a los lados del tendón rotuliano. Por uno se introduce la cánula a la que va conectada la cámara y por el otro se introduce el material quirúrgico que se utiliza para la reparación del menisco.

La intervención suele durar entre 30 y 60 minutos, pudiendo el paciente volver a casa el mismo día o tras pasar una noche en el hospital. La rehabilitación tras este procedimiento siempre es menor que en las cirugías abiertas, que ya no se practican para este tipo de patología. Además, los riesgos específicos también son menores.

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Postoperatorio y rehabilitación

El tiempo de recuperación tras una operación de menisco varía en función del tipo de lesión, del tipo de tratamiento y del propio paciente. Aunque en el caso de la operación de menisco por artroscopia de rodilla, el tiempo de recuperación es significativamente menor ya que se trata de una cirugía mínimamente invasiva.

Realizar de forma correcta la rehabilitación indicada por el facultativo, bien en casa o con un fisioterapeuta, resulta determinante para reducir el tiempo de recuperación así como garantizar el éxito de la intervención. También es importante iniciar la rehabilitación lo antes posible para evitar la pérdida de masa muscular en la pierna, favorecer el riego sanguíneo hacia la articulación y fortalecer la rodilla.

Si la rehabilitación se realiza de forma correcta y con la periodicidad e intensidad adecuadas, por lo general el paciente recuperará el uso funcional completo de la articulación entre las 3 semanas (resección parcial) y los 4 meses (sutura meniscal) después de la intervención. El tiempo de recuperación aproximado para volver a practicar deporte varía entre 2 y 6 meses.