La mayoría de padres con hijos muy pequeños temen el inicio del curso escolar y la vuelta de las fiestas de Navidad porque, una vez que empiezan la guardería, los niños “siempre están enfermos”, tal como suelen referir a los pediatras. El pequeño normalmente está sano, no hay de qué preocuparse, lo que ocurre es que, al tratarse de espacios en los que se concentran muchos menores, las infecciones, ya sean por virus o bacterias, se propagan con gran facilidad.
Por todo ello, lo mejor es armarse de paciencia, tener preparado un plan alternativo para cuando el niño se ponga malo y permanecer atentos a cualquier cambio en el estado físico y anímico del menor para ponerlo cuanto antes en manos médicas.
Enfermedades en la guardería
A continuación hacemos un repaso de las principales patologías que suelen atacar con mayor frecuencia a los más pequeños:
Infecciones de vías superiores e inferiores
El catarro y la faringitis aguda son las dos infecciones de vías aéreas superiores más habituales. Los síntomas del catarro común son fiebre, mocos y congestión nasal, aunque también puede disminuir el apetito y pueden aparecer vómitos. En el caso de la faringitis aguda, hay dolor de garganta y tos asociada a secreciones.
No requieren tratamiento y suelen desaparecer en unos días. El niño suele mejorar con lavados nasales y humedad ambiental (aunque la evidencia de que los humidificadores son útiles no es clara). Se pueden usar antitérmicos para controlar la fiebre y reducir el malestar general. El médico será el que valore la conveniencia de emplear mucolíticos o expectorantes, pues no están exentos de efectos secundarios y no están indicados en menores de dos años. Asimismo, no se recomiendan los antitusivos, pues la tos es un mecanismo de defensa del cuerpo para limpiar de secreciones la vía aérea.
Si afecta a las vías respiratorias bajas, la enfermedad es más seria. Puede tratarse de una bronquiolitis (afectación de los bronquiolos), que en ocasiones requiere ingreso hospitalario y tratamiento específico, de una bronquitis, o de una neumonía, que si es de etiología bacteriana, obliga al uso de antibióticos.
Otitis media
Es una inflamación del oído medio (espacio detrás del tímpano) que suele producirse al acumularse mucosidad debido, generalmente, a una gripe o un catarro previo. Los niños son más vulnerables a esta infección por las características particulares de sus trompas de Eustaquio, más cortas, horizontales y anchas, y por lo difícil que les resulta sonarse la nariz y eliminar el exceso de moco.
La mayoría de las otitis remiten a las 48 o 72 horas de haberse manifestado con un tratamiento de gotas con antiinflamatorios, que ayudan a bajar la inflamación del tímpano y los tejidos circundantes para que el moco pueda salir. Como cursa con dolor, que en ocasiones es intenso, es recomendable el uso de analgésicos para calmar las molestias. El tratamiento de la otitis depende del tipo de infección y de la edad del niño. Hasta hace poco, los pediatras solían recetar antibióticos para combatirla en niños. Sin embargo, ahora solo los prescriben en casos concretos, pues se considera que en la mayoría de ocasiones son a causa de un virus.
Conjuntivitis
Es la inflamación de la membrana ocular que se acompaña de enrojecimiento y secreción, causando incomodidad, dolor y picor al parpadear en niños y bebés. Es una infección frecuente en edades tempranas y no hay que demorarse a la hora de buscar tratamiento porque es muy contagiosa. Puede ser causada por un virus, una bacteria o por una reacción alérgica. En caso de infección, lo más habitual es que el pediatra recomiende la administración de colirios de antibióticos, generalmente durante menos de una semana.
Gastroenteritis
Es bastante frecuente entre los niños que van a la guardería. La más habitual y relativamente grave es la provocada por el virus rotavirus, contra el que ya existe vacunación. Sus síntomas son diarrea, vómitos, fiebre, dolor abdominal y, en muchos casos, presencia de sangre y moco en las heces. Su transmisión se produce por vía fecal-oral en los cambios de pañal o cuando los niños se limpian, a través de los microbios que se eliminan por las heces, por lo que es necesario extremar las medidas de higiene.
No requiere tratamiento específico. El menor debe ingerir suficiente cantidad de líquido para no sufrir una deshidratación y una dieta que le aporte todos los nutrientes que necesita, siendo recomendable el uso de antibiótico solo en caso de que el cuadro sintomático no mejore.
Enfermedades virales
El sarampión (ahora muy controlada), la varicela o las paperas se transmiten fácilmente. Ajustarse al calendario de vacunas, que actúan reforzando las defensas del niño para estas y otras enfermedades, ayudará a prevenirlas. En caso de contagio, el pequeño debe quedarse en casa, aunque lo habitual es que empiecen a incubarse en la guardería y que allí, antes de descubrir la infección, ya haya podido contagiar a algún niño.
Recuerda que cada enfermedad cursa con síntomas distintos. Un dolor, malestar o debilidad son algunas de las señales que indican que algo no funciona bien en el cuerpo del niño. Por ello, hay que estar alerta para estimar la gravedad, valorar la actuación por parte del pediatra y no llevarlo a la guardería para evitar nuevos contagios.
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