Envejecimiento, Salud

Trabajo en la tercera edad: cómo afrontar la jubilación

Gracias a la medicina, los estilos de vida más saludables y la cada vez mayor esperanza de vida, la jubilación ya no puede estar asociada al ocaso de la existecia, ni tampoco a la idea de un descanso definitivo después de muchos años de vida laboral.

Durante la tercera edad también podemos ser útiles para nuestra comunidad, ya sea a través de voluntariado o actividades cuya remuneración sea transparente. Naturalmente, en los países donde se anima a las personas mayores a seguir desempeñando algún oficio o trabajo, participando de forma activa y productiva en la sociedad, se procura que éstos sea distintos a los que ya desempeñaban. Además no deben suponer una carga fiscal para ninguna de las partes ni servir como tapadera de una explotación encubierta.

Gerontosociedad

En los últimos años podemos constatar que  en todos los países de nuestro entorno tiene lugar un progresivo envejecimiento de la población, lo que pone de relieve, cada vez más, la importancia de la gerontología, la ciencia que estudia la vejez y sus consecuencias, y que se divide en múltiples disciplinas, como la geriatría, la gerontología social, la psicología de la vejez, la tanatología, o el trabajo social gerontológico, entre otros.

Se estima que para 2050, uno de cada tres habitantes en los países desarrollados tendrá 60 años o más años.

A esto se suma el hecho de que, al haber un porcentaje mayor de ancianos, así como una base social joven en claro retroceso, cada vez resulta más difícil garantizar una prestación para la jubilación lo suficientemente generosa. Con todo, el trabajo en la tercera edad no debería estar tanto orientado a la supervivencia como a la necesidad humana de sentirse útil en la sociedad.

Trabajo anímico

El trabajo en la tercera edad, pues, es más un trabajo anímico que uno propiamente dicho: se lleva a cabo fundamentalmente para sentirse realizado, útil, ocupado y, también, activo y más joven.

En España hay 7.782.904 mayores de 65 años, el 16,7% de la población. Y el 60% de los pensionistas quiere poder seguir trabajando después de cumplir los 65 años, según la Encuesta sobre Personas Mayores 2010 realizada por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso). El 60% de estas personas, cerca de cuatro millones y medio, percibe su salud como buena o muy buena. Y el 75% de los españoles reconoce el desperdicio que supone para nuestra sociedad el no aprovechar el caudal de conocimientos y experiencias profesionales de quienes se jubilan.

Los ancianos que quieren continuar activos, pues, pueden encontrar cada vez más una amplia oferta laboral ajustada a sus necesidades. Un ejemplo práctico lo encontramos en México, en el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), que propicia que los ancianos puedan llevar a cabo trabajos de este tipo. Pero ello no significa que estos trabajos sean improductivos: de hecho, muchas empresas empiezan a contar con trabajadores de la tercera edad porque son más estables, responsables y disponen de una mayor experiencia.

Las acciones emprendidas para facilitar que durante la tercera edad se continúe trabajando están ya adoptando diversas formas, desde medidas paliativas (sistemas de incentivos para estimular el empleo, empresas sociales, ONG´s y cooperativas) hasta medidas de apoyo (grupos de autoayuda, asociaciones para el envejecimiento activo, capacitación psicológica, etc.).

Cualquier avance en ese sentido repercutirá en un envejecimiento más saludable, pues son las personas que se sienten más útiles e imprescindibles las que son más felices. Y también más sanas: la categoría profesional de una persona puede predecir mejor sus posibilidades de un ataque cardíaco que la obesidad, el tabaquismo o la hipertensión.