Los pacientes diabéticos necesitan una monitorización constante de sus niveles de glucemia para poder aplicar las dosis pertinentes de insulina. Dado que este control tan férreo ha de prolongarse durante toda la vida del paciente tras recibir su diagnóstico, la investigación ha dedicado grandes esfuerzos a desarrollar no solo fármacos e insulinas más eficaces, sino también más fáciles de aplicar.
De esta manera, desde que salieron al mercado las plumas dosificadoras, ya hay pocos pacientes diabéticos que recurran a las jeringuillas convencionales para inyectarse insulina. Asimismo, la llegada de las bombas de insulina ha desplazado a muchas plumas inyectoras y probablemente seguirá haciéndolo en el futuro.
Por otro lado, los medidores de glucosa, cada vez más sofisticados, han ahorrado millones de pinchazos en las yemas de los dedos y solventado deficiencias en el tratamiento derivados de análisis mucho menos precisos de lo que son ahora.
Medidores de glucosa (glucómetros)
Se trata de dispositivos que registran el nivel de glucosa en sangre de manera continua. Son capaces de ofrecer lecturas de las cifras obtenidas cada pocos minutos. Se componen de un filamento flexible que se inserta bajo la piel; quedando alojado en esa ubicación entre una y dos semanas (según el dispositivo).
El transmisor envía la información a un receptor que ofrece la lectura en una pantalla. Las ventajas que tienen estos medidores sobre otros sistemas de evaluación de las cifras de glucemia es que los medidores continuos de glucosa proporcionan una información global del perfil glucémico del paciente, incluso durante el sueño, lo que permite hacer ajustas inmediatos sobre el tratamiento (dosis de insulina que debe inyectarse el paciente diabético).
Por otro lado, estos dispositivos llevan una alarma incorporada que avisa de hipoglucemias o hiperglucemias antes de que estas se produzcan e incluso las no detectadas (como sucede en muchos casos de hipoglucemia). Esto protege notablemente la salud del usuario. Finalmente, estos dispositivos tecnológicos hacen posible que el paciente conozca mejor su enfermedad y las variaciones que experimenta el nivel de glucosa según la actividad que se realiza, lo que se come… y esto a su vez es clave para facilitar la aplicación y el seguimiento de los tratamientos impuestos por el especialista.
Los medidores más modernos son poco invasivos, discretos, resistentes y tienen conexión Bluetooth para recoger todos los datos del paciente, enviarlos a su médico en caso necesario y llevar un registro de la evolución de los valores para favorecer un mejor control de la enfermedad.
Bombas de insulina
La bomba de insulina es un pequeño dispositivo del tamaño de un teléfono móvil que administra insulina de forma continuada. Consta fundamentalmente de dos partes:
- El infusor de insulina. Se trata de un miniordenador que se programa para infundir insulina durante 24 horas de manera continua según las variaciones del nivel de glucosa en sangre de cada paciente diabético. Consta de una batería, una pantalla y un depósito de insulina de acción rápida.
- El catéter. Se trata de un fino tubo de material plástico que conecta la bomba con el cuerpo del paciente diabético, concretamente con el tejido subcutáneo donde ha de depositarse la insulina procedente del infusor. Ha de cambiarse cada dos o tres días para evitar infecciones en la zona de inserción, así como saturación de insulina en el interior del catéter que pudieran alterar los parámetros y, en consecuencia, la dosis administrada.
Las ventajas de estas bombas de insulina residen, fundamentalmente, en la posibilidad de llevar a cabo un control muy estrecho de las cifras de glucosa y modificar la cantidad de insulina que infunde la bomba de manera fácil, rápida y sin pinchazos adicionales. Puede usarse para hacer deporte con seguridad y reduce el riesgo de hipoglucemias graves.
El uso de bombas de insulina ha demostrado ser especialmente ventajoso a la hora de mejorar la calidad de vida de los niños y adolescentes diabéticos, así como de su entorno familiar, que puede convivir con la enfermedad de manera más serena ante posibles olvidos, descuidos o errores en la administración de la medicación. No obstante, hay que tener en cuenta que su mantenimiento es exigente (de hecho, el cambio de catéter no es sencillo y debe ser un educador en diabetes quien enseñe al paciente y a su entorno a cambiarlo) y que su precio es elevado en comparación con jeringuillas y plumas.
Actualmente, a estas bombas de insulina se las llama bombas inteligentes porque calculan la cantidad de insulina que se ha de administrar en función no solo de la glucemia, sino también de los hidratos de carbono que se vayan a consumir.
A pesar de todos los ingenios tecnológicos que se están perfeccionando e investigando para procurar a los pacientes diabéticos un mejor control de su enfermedad, lo cierto es que los especialistas insisten en que no hay que dejarse fascinar por estos artilugios sin antes consultar con un especialista para optar siempre por la opción más adecuada para cada caso.
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