El sintrom, cuyo nombre en realidad es el de una marca comercial que popularmente ha dado nombre al producto, puede ser uno de ellos. Seguro que conoces a alguien a quien se lo han recetado y lo relacionas con problemas cardiovasculares. Estás en lo cierto, pero siempre será aconsejable conocer más sobre un medicamento tan común.
¿Qué es el sintrom?
Con la palabra sintrom, solemos referirnos en realidad a todo tipo de anticoagulantes orales. Porque, en realidad, cuando hablamos de sintrom estamos hablando del acenocumarol, que es el propio anticoagulante y el más usado en nuestro país, mientras en otros lugares son más populares otros como la warfina. Aunque sus efectos son similares.
Su función es generar una menor intensidad en la coagulación de la sangre consiguiendo hacerla más líquida y, por tanto, evitando que se forme una trombosis o una embolia. En resumen, el sintrom ayuda a prevenir la formación de coágulos en los vasos sanguíneos reduciendo así este riesgo en personas con mayor tendencia a padecerlos por su enfermedad.
El sintrom es recetado a pacientes con diferentes enfermedades, normalmente relacionadas con el corazón. Por ejemplo, es normal prescribir sintrom a quien ha sufrido un infarto o a quien padece de fibrilación aurícular o flutter auricular. Pero también tras una cardioversión, como prevención de embolias, o para disolver trombos en las venas. Así los anticoagulantes pueden ser recetados a personas con diferentes complicaciones cardiovasculares.
¿Cómo tomar el sintrom?
No existe una dosis única para la administración de sintrom. Cada paciente tiene diferentes características, tanto físicas como propias de la enfermedad, y por ello, se le han de recetar diferente dosis a cada uno. Es imprescindible por tanto realizar de forma regular un análisis de sangre para controlar la coagulación del enfermo y que el médico pueda, por tanto, ajustar correctamente las cantidades a tomar. Por lo que su administración siempre ha de estar controlada.
Asociamos el sintrom con diferentes enfermedades cardiovasculares, ya que es un medio que previene ante las consecuencias que de estas se puedan derivar. Por ello, debemos pensar que cuidar nuestro corazón no está solamente en los medicamentos, que por supuesto son imprescindibles si el médico los recomienda, sino en muchas actividades de nuestro día a día que podemos adoptar para mejorar nuestra salud cardiovascular.
Por supuesto, la dieta es una de ellas y para un corazón sano es importante incorporar de forma diaria frutas y verduras, fibra o té verde. Cuidar nuestro corazón no afecta solo a nuestro bienestar físico, sino que también tiene una influencia directa en nuestras capacidades cognitivas; ya que un corazón sano puede ayudarte a conservar mejor la memoria, entre otros aspectos.
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