Con la llegada del calor, vamos deshaciéndonos de las prendas propias de los meses más fríos del año y del calzado cerrado. La sensación de ligereza que eso provoca también tiene una contrapartida, que no es otra que la gran cantidad de problemas derivados de dejar nuestro cuerpo más desprotegido ante agresiones externas.
Asimismo, tal y como avisan los podólogos, el calzado típicamente veraniego no es, precisamente, el más indicado para mantener nuestros pies libres de heridas, rozaduras y ampollas, así como de dolores, tendinitis y otras alteraciones musculoesqueléticas. ¿Cómo podemos evitarlo?
Hidratación
Mantener la piel de los pies bien hidratada aumenta la flexibilidad de la dermis, lo que ayuda a evitar la aparición de grietas, rozaduras y durezas ocasionadas por llevar el pie más expuesto. Asimismo, suaviza la fricción con el calzado que estrenamos o volvemos a usar en esta época del año y previene las temidas ampollas.
Siempre secos
Mantenlos secos y no camines descalzo. Seguir este consejo en los meses de calor resulta especialmente complicado, pero hay que tenerlo en cuenta en playas, piscinas, cubiertas de las embarcaciones… y sitios en los que la humedad y la alta afluencia de gente hace que estemos más expuestos a la acción de los hongos. De esta manera, aunque parezca incómodo, en estos lugares hay que usar calzado adecuado.
Asimismo, en la higiene diaria hay que cuidar que los pies queden bien secos después de lavarlos o de la ducha diaria, sin olvidarse de secar perfectamente la zona interdigital (entre los dedos) valiéndose, si es necesario, de un secador. En realidad, este hábito debe observarse durante todo el año, pero lo cierto es que en verano tendemos a descuidarlo, ya que con el calor no resulta desagradable estar mojado.
Protégelos del sol
Parece un consejo superfluo, pero lo cierto es que cuando aplicamos la crema solar tendemos a no extenderla por los empeines. La piel en esta zona de los pies es especialmente fina y sensible y, por lo tanto, mucho más vulnerable a las quemaduras.
Las chanclas, solo para un rato
Este calzado típicamente veraniego es responsable de la mayoría de los casos de fascitis plantar que los especialistas atienden durante y después de la época estival debido a la falta de sujeción en el metatarso y en el tobillo. Esto obliga a hacer un esfuerzo extra con los dedos para que la chancla no se salga, lo que acaba provocando dedos en garra, dolores en todo el pie y tendinitis.
Por este motivo, lo mejor es limitar el uso de chanclas en los alrededores de la piscina, para ir a la orilla del mar, para ducharse… pero no para llevarlas habitualmente, especialmente si la sujeción es entre los dedos, una zona en la que, además, suelen salir rozaduras y ampollas.
Ojo con las sandalias
En este sentido, conviene hacer lo mismo con las sandalias con tiras muy finas, especialmente si son de tacón alto, ya que ejercen una gran presión sobre el pie que acaba dañándolo. Es conveniente reservarlas únicamente para ocasiones especiales y no llevarlas de continuo.
No obstante, las suelas demasiado planas tan habituales en el calzado veraniego, tampoco son la mejor opción, según los podólogos. Abusar de sandalias y bailarinas completamente planas multiplica el impacto del talón sobre el suelo al caminar, lo que deriva en dolores en la zona del talón y en tendinitis en el tendón de Aquiles.
Con calzado cerrado…
Vigila que estén confeccionados con materiales transpirables y no dejes de usar calcetines o pinkies de algodón que absorban la sudoración, que es más abundante en los meses de calor. De lo contrario, es posible que sufras lesiones cutáneas derivadas de la maceración por llevar muchas horas el pie demasiado húmedo. Si lo ves necesario, consulta con tu podólogo la posibilidad de usar un producto antitranspirante para hacer frente a este problema.
Castle