Sabemos que los centros de día son lugares especializados en la tercera edad en los que, durante unas horas, se atienden las necesidades de los ancianos, y sirven de apoyo para las personas que están a su cuidado. Pero más allá de esta función, pueden hacer mucho más por nuestros mayores.
Promoviendo un envejecimiento activo
Un envejecimiento activo engloba tanto la práctica de ejercicio y una alimentación adecuada, como la búsqueda de mantener la autonomía y las relaciones sociales, además de trabajar la estimulación cognitiva y reforzar la autoestima.
En un centro de día disponen de las instalaciones y el personal apropiados para poder programar diferentes actividades, que cubren todos estos aspectos. Con programas que se centran en tareas psicomotrices y cognitivas, fomentando la sociabilidad y el trabajo en equipo, y llevando un control nutricional y de medicación de los asistentes.
Mantenerse activo mental y físicamente es importante para mejorar la esperanza de vida de las personas mayores, al igual que el tener motivaciones diarias y sustituir las conexiones sociales que se suelen perder tras la jubilación.
Por otra parte, los centros de día suponen una forma de que los familiares del anciano puedan disponer de más tiempo y reducir la fatiga que supone en muchas ocasiones compaginar sus cuidados con el trabajo y otras obligaciones. Esto es también positivo para que los mayores no se vean como una carga para los demás, algo que cuando ocurre hace que, según informa la OMS (Organización Mundial de la Salud), sean más proclives a la depresión y el aislamiento.
Los beneficios de no estar solos
Un estudio que realizó un seguimiento a largo plazo a más de 2.000 personas, indicó que sentirse solo, al margen de si se vive acompañado o no, aumenta el riesgo de demencia en la tercera edad.
La soledad afecta a la cognición, a la memoria y al bienestar emocional, por eso en este tipo de centros se cultiva el compañerismo y la amistad entre los asistentes, tanto en su tiempo libre como en las diferentes ocupaciones programadas. De esta forma, se evita el aislamiento que a veces se da en la vejez al reducir las salidas al exterior.
En un centro de día se cuenta con la presencia continua de médicos y cuidadores, lo cual ayuda a un mayor control de los tratamientos y a un diagnóstico temprano si aparece alguna enfermedad. Además, al tener un entorno libre de barreras arquitectónicas, se corre menos riesgo de caídas o accidentes, que en caso de ocurrir van a ser atendidos inmediatamente. Tanto el personal como el entorno, contribuyen a mejorar o mantener la salud de los mayores.
Un centro de día especializado
La atención en un centro de día siempre es individualizada, aunque hay algunas enfermedades, como por ejemplo el Alzheimer, que requieren un centro especializado en demencia, que cuente con expertos que puedan dar el apoyo y los cuidados especiales que necesita cada paciente.
Desde la aplicación de terapias para mejorar la calidad de vida, hasta el apoyo psicológico a familiares, pasando por la prescripción y puesta en marcha de los tratamientos más adecuados para actuar sobre la enfermedad y sus consecuencias derivadas.
Los centros especializados en demencia contribuyen con el personal y sus instalaciones a que el anciano con Alzheimer pueda mantener su independencia y autonomía el mayor tiempo posible.
En general los centros de día permiten al mayor permanecer en su domicilio durante más tiempo, combinando así sus beneficios con los que aportan las relaciones familiares, y evitando la desorientación que a veces produce un cambio repentino de vivienda. Aunque en caso de necesitar un posterior ingreso en una residencia, también facilitan que el anciano esté más habituado a este tipo de espacios.
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