Desde su descubrimiento en la década de 1920, los antibióticos -fármacos para luchar contra bacterias nocivas matándolas e impidiendo que se reproduzcan- han hecho posible tratar las infecciones; pero ahora, parecen estar volviéndose en nuestra contra. Y no por ellos mismos, sino por usarlos mal o abusar de ellos, prácticas que han provocado que pierdan efectividad e, incluso, han promovido el surgimiento de las llamadas superbacterias.
Qué es una superbacteria
Las bacterias multirresistentes o superbacterias son aquellas que sufren cambios para resistir el ataque de la mayoría de los tipos de antibióticos existentes. Al tomar un antibiótico de manera errónea, ciertas bacterias sobreviven y evolucionan para poder esquivar la acción antibiótica cuando se vuelven a encontrar con ese medicamento. De esta forma, incluso el diseño de nuevos antibióticos no resulta suficiente, puesto que las bacterias vuelven a cambiar para poder evitarlos. Muchas de ellas son capaces de resistir el efecto de varios y numerosos antibióticos, incluso los de última generación o amplio espectro -los que actúan contra una amplia gama de bacterias-.
Se estima que sólo en la Unión Europea la resistencia de las bacterias a los agentes antibióticos conlleva la pérdida de unas 25.000 vidas al año y 23.000 en Estados Unidos, donde infectan anualmente a más de dos millones de personas. Pero es una tónica generalizada en todo el mundo. Los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) estadounidenses señalan que las formas resistentes a los medicamentos de la tuberculosis, la gonorrea y las infecciones por estafilococos «son sólo algunos de los peligros» a los que se enfrenta la humanidad.
Cómo surgen y cómo actúan
Las prácticas que suelen llevar a la resistencia de las bacterias a los antibióticos son:
- La prescripción errónea: según datos de los Centros de Control de Enfermedades y Prevención (CDC, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos, se estima que el 50 por ciento de las prescripciones de antibióticos puede ser innecesaria o inadecuada en el ámbito ambulatorio. Los antibióticos están indicados para combatir las infecciones por bacterias, por lo que no deben prescribirse a pacientes con infecciones respiratorias como resfriado común, bronquitis sin complicaciones, dolor de garganta y sinusitis, ya que generalmente están provocadas por virus. Tomar antibióticos para enfermedades de origen viral fomenta el desarrollo de superbacterias.
- El mal uso: se deben seguir las instrucciones del prospecto a la hora de tomar un antibiótico o las indicaciones del médico. Lo más relevante es terminar el tratamiento -incluso aunque el paciente se sienta bien- para aniquilar por completo las bacterias, ya que, de lo contrario, pueden quedar restos de la infección en el cuerpo y es posible que haya una reinfección. El ciclo suele durar una semana, pero puede ser inferior o superior según determine el especialista.
- El abuso o la automedicación: los antibióticos matan también las bacterias saludables del intestino, permitiendo en su lugar el crecimiento de más bacterias perjudiciales, como ‘Clostridium difficile’. Además, los antibióticos son responsables de la mayor cantidad de eventos adversos relacionados con la medicación y la causa de una de cada cinco visitas a los servicios de urgencias por reacciones adversas a los fármacos.
Las superbacterias actúan de forma similar a las bacterias, aunque no necesariamente hacen enfermar inmediatamente, sino que pueden quedarse en un estado como latente e impulsar una infección en el futuro que resultará más difícil de tratar. Son fácilmente transmisibles a través de las superficies y mediante el contacto físico con personas infectadas. En el pasado, algunas de las superbacterias más peligrosas solo podían encontrarse en centros de atención médica por la susceptibilidad de los enfermos o personas inmunodeprimidas a contraer infecciones.
Sin embargo, en la actualidad no se limitan a los hospitales, con cepas presentes entre la población, donde incluso personas sanas pueden infectarse. Entre las bacterias multirresistentes más habituales en el entorno extrahospitalario está la ‘Staphylococcus aureus’ resistente a la meticilina (SARM), que no responde a la meticilina ni a antibióticos relacionados y puede causar infecciones de la piel o, incluso, neumonía o infecciones del torrente sanguíneo. Entre las infecciones que se han vuelto más difíciles de tratar con los antibióticos están las de oído, sinusitis, meningitis o neumonía, es decir, las provocadas por neumococo (‘Streptococcus pneumoniae’), un tipo de bacteria.
Tratamientos contra las superbacterias
De momento, hay poca solución. Por ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) quiere que los países propongan más investigación relacionada con los antibióticos, además de reclamar mayor colaboración entre los agentes implicados, por ejemplo, entre médicos y veterinarios. Para ello, publicó el pasado marzo una lista con una decena de superbacterias resistentes a los antimicrobianos y a los antibióticos que considera que suponen una gran amenaza para la salud pública y que deben ser prioritarias a la hora de buscar fórmulas para combatirlas. Se trata de agentes nocivos que provocan infecciones en la sangre, los pulmones, el cerebro y también el tracto urinario, que pueden ser mortales, por lo que la OMS insta a buscar métodos para destruirlas.
La lista está dividida en tres categorías. En la de ‘prioridad crítica’ están las ‘superbacterias’ resistentes a los antibióticos carbapenémicos, un recurso de última oportunidad para infecciones potencialmente mortales. Se trata de las bacterias ‘Acinetobacter baumanii’, ‘Pseudomonas aeruginos’ y la familia de las Enterobacterias, entre las que están la ‘Salmonella’ o ‘Escherichia coli’, que son resistentes a antibióticos de tercera generación.
Las autoridades sanitarias no se cansan de advertir sobre las consecuencias del mal uso de los antibióticos. La OMS alertó en un informe de 2014 que la «grave amenaza» de la resistencia a los antibióticos es una «realidad» en todo el mundo «que puede afectar a cualquier persona de cualquier edad en cualquier país».
Ya entonces, el doctor Keiji Fukuda, subdirector general de la OMS para Seguridad Sanitaria, abogó por la necesidad de tomar medidas «urgentes y coordinadas» para que el mundo no llegue a una «era postantibióticos», en la que infecciones comunes y lesiones menores que han sido tratables durante decenios vuelvan a ser potencialmente mortales. Este experto propone mejorar la prevención de las infecciones y cambiar la forma de producir, prescribir y utilizar los antibióticos.
Cómo tomar los antibióticos
La mayoría de las infecciones bacterianas mejora entre las 48 y 72 horas posteriores al inicio de la toma del antibiótico, lo que puede indicar si el tratamiento está funcionando. En enero de 2016, el Colegio Americano de Médicos y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades emitieron un documento con consejos sobre la prescripción de antibióticos para las infecciones respiratorias agudas (IRA, por sus siglas en inglés) en adultos:
- Bronquitis: sólo cuando hay algún tipo de trastorno pulmonar que dura mucho tiempo, ya que es posible que una bacteria sea la causa y, por lo tanto, hay que recetar un antibiótico.
- Faringitis por estreptococo: se considera que los médicos deben tratar a los pacientes con antibióticos sólo si han confirmado la faringitis estreptocócica, un dolor de garganta generado por una bacteria.
- Infecciones de oído: algunas necesitan el uso de antibiótico, pero no todas.
- Infecciones de los senos nasales: no siempre requieren un antibiótico para tratarlas y el hecho de que haya mucosidad amarilla o verdosa no implica la prescripción de un antibiótico. Generalmente, cuando no hay complicaciones, se resuelven sin antibióticos, incluso en pacientes con una causa bacteriana. La mayoría de las personas diagnosticadas con infección en los senos experimentan más efectos secundarios que los beneficios de los antibióticos. La mayoría de los pacientes con infección sinusal deben ser tratados con analgésicos para el dolor y antipiréticos para la fiebre, reservándose los antibióticos cuando hay síntomas persistentes durante más de 10 días, síntomas graves o signos de fiebre alta y secreción nasal o dolor facial que duran por lo menos tres días consecutivos o inicio de los síntomas que empeoran después de una enfermedad viral típica que duró cinco días, que fue mejorando inicialmente.
La automedicación, un problema en España
La automedicación es un problema que está presente en España. Las personas que deciden por sí mismas qué fármacos deben tomar cuando se sienten enfermos suelen ser jóvenes, con buena percepción de salud y ausencia de enfermedad crónica, además de los consumidores de alcohol, los viudos y los usuarios de un seguro privado no concertado a través de mutua, según un estudio. Además, se automedican más los residentes en las Comunidades de Madrid y Valencia, y los nacidos en un país de Europa central y del este.
Un análisis publicado en febrero de 2017 en ‘Health Psychology’ reveló que los médicos son más propensos a recetar antibióticos si creen que los pacientes esperan recibirlos. Así que una de las principales aportaciones que podemos hacer los pacientes para ayudar a frenar este auge de las bacterias resistentes a los antibióticos es no presionar a los médicos para que nos receten un antibiótico. Una vez se ha terminado el tratamiento antibiótico tal y como la pautó el médico, no se debe guardar el fármaco porque éste pierde efectividad pasado cierto tiempo después de abrirse. Además, nunca hay que usar el antibiótico que empleó otra persona.
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