En pocos aspectos como la salud de los pies se aprecia una brecha tan grande entre lo que está de moda y lo que verdaderamente es recomendable o bueno para ellos. Los principales problemas asociados al uso de calzado no adecuado incluyen callos, ampollas, durezas, juanetes, fascitis plantar, esguinces de tobillo, metatarsalgias, bursitis, contracturas y problemas en las uñas.
Asimismo, teniendo en cuenta que los pies y la forma de andar repercute directamente en el buen funcionamiento y el equilibrio del resto del sistema locomotor, es necesario llamar la atención sobre los riesgos que encierra determinado tipo de calzado, por muy de moda que se ponga.
Tacones altos
Los zapatos de tacón son un verdadero objeto de deseo al tiempo que resultan un quebradero de cabeza para los podólogos, especialmente cuanto más alto y más fino es el tacón. Usar tacones altos altera la distribución normal del peso que deben soportar el antepié (parte anterior del pie formada por el metatarso y las falanges de los dedos) y el retropié (parte posterior del pie formado por el astrágalo y el calcáneo, en la zona del talón).
El resultado de alterar este equilibrio es dolor en los dedos y en los metatarsos, contracturas y tendinitis. Si además la puntera es estrecha, la posibilidad de acabar sufriendo juanetes se multiplica.
De hecho, los especialistas desaconsejan el uso de tacones de más de ocho centímetros, especialmente si se trata de zapatos tipo stiletto (tacón de aguja) y recomiendan optar por tacones de menor altura, de base más ancha (o cuñas) y no usarlos durante periodos muy prolongados.
Zapatos planos
Según lo anterior, parecería que el calzado plano sería el idóneo para los pies; pero no es así. El calzado demasiado plano como el que exhiben sandalias y bailarinas no es bueno porque también altera el equilibrio que debe existir entre la carga que soportan las zonas anterior y posterior del pie.
Además, estos zapatos no amortiguan correctamente el impacto del pie contra el suelo, lo que puede desembocar en fascitis plantar. Tampoco sujetan adecuadamente el talón y el arco del pie, un factor de riesgo para sufrir tendinitis en el tendón de Aquiles, dolor en tobillos y pantorrillas e, incluso, alteraciones posturales.
Puntera estrecha
Uno de los errores que más se cometen a la hora de escoger zapatos, independientemente de que tengan tacón o no es que sean demasiado estrechos, sobre todo en la zona de la puntera. El calzado debe sujetar el pie sin oprimirlo, de manera que la punta del dedo más largo no toque el borde del zapato, ya que con la marcha se incrementa el roce contra el mismo y eso incrementa la posibilidad de sufrir callos, rozaduras y dedos en garra.
Asimismo, las punteras demasiado estrechas causan dolor, adormecimiento de los dedos y, a medio y largo plazo, juanetes y deformidades óseas, además de traumatismos en las uñas que, de producirse de forma repetida ocasionan hematomas, malformaciones ungueales e, incluso, pérdida de la uña.
Chanclas, mules y sandalias con tiras finas
Este tipo de calzado se caracteriza por no ofrecer una sujeción adecuada del pie. El esfuerzo extra que se hace de manera inconsciente para que la chancla no salga despedida acaba causando fascitis plantar, dolor en el talón y en el empeine, contracturas, tendinitis en el tendón de Aquiles, etc.
Además, cuando el pie no está bien sujeto, las tiras demasiado delgadas ejercen una presión excesiva y suelen provocar rozaduras y ampollas. Por su parte, la suela demasiado plana incrementa el riesgo de desarrollar durezas muy molestas en la planta del pie.
Por todo ello, los especialistas recomiendan usar las chanclas durante poco tiempo y solo cuando se esté en la playa o en la piscina.
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