La alergia al sol o fotodermatosis es un grupo de alteraciones de la piel cada vez más frecuente entre la población, sobre todo durante los meses de verano, cuando la exposición es mayor. Se produce por una reacción anómala de la piel ante la radiación ultravioleta UVB y UVA, la luz visible y la radiación infrarroja, dando lugar a lesiones cutáneas de distinta clínica.
Se trata de alteraciones muy diversas y sus causas son múltiples. Hay fotodermatosis de origen desconocido o hereditarias, mientras que otras son producidas por determinados medicamentos, por sustancias que produce nuestro organismo, etcétera. La erupción polimorfa lumínica, la urticaria solar y la fotosensibilidad por medicamentos son tres de las fotodermatosis más comunes.
Erupción polimorfa solar
Es la más frecuente. Provocada por la radiación UVB y UVA, surge repentinamente tras las primeras horas de exposición al sol en primavera y verano en zonas que habitualmente no están expuestas como el escote, los hombros, los brazos o las piernas. Las áreas expuestas al sol durante todo el año, como las manos y la cara, no suelen verse afectadas. Es más habitual en mujeres jóvenes y produce unas lesiones granulosas antiestéticas, rojizas y que pican.
La erupción polimorfa solar va atenuándose conforme pasa el verano y vuelve a aparecer al año siguiente en las mismas zonas. En la mayoría de los pacientes no es un cuadro grave y el tratamiento consiste en aplicar fotoprotectores, ponerse pantallas físicas como ropa y sombreros adecuados, e ingerir betacarotenos. En fases agudas, el dermatólogo puede administrar antiinflamatorios tópicos (corticoides) o antihistamínicos orales.
Urticaria solar
A diferencia de la erupción polimorfa lumínica, la urticaria solar no siempre está relacionada con el verano, pues también puede presentarse con el sol de invierno e incluso con la luz artificial, como la de los fluorescentes. Más habitual en mujeres que en hombres, a los pocos minutos de la exposición al sol aparecen picores, enrojecimiento y habones. Estas lesiones desaparecen en menos de 24 horas.
El tratamiento consiste en reforzar la protección solar, aplicando filtros solares y con ropa adecuada y sombreros que cubran totalmente el rostro, pero, sobre todo, evitando la exposición a la luz visible. En algunos casos pueden ser necesarios antihistamínicos.
Combatir la urticaria solar es un proceso complejo: se puede padecer a lo largo de décadas, pues aparece en invierno, verano y en sitios cerrados al producirse con el espectro de la luz visible.
Fotosensibilidad por medicamentos
Hay que tener especial cuidado con la toma de antidepresivos, antibióticos, diuréticos y antiinflamatorios no esteroideos, entre otros medicamentos, si nos vamos a exponer al sol. La mayoría de estos fármacos reaccionan con la radiación ultravioleta y pueden causar lesiones cutáneas rojizas y eccematosas acompañadas de picor, escozor y pigmentación residual en las zonas expuestas.
El tratamiento básico es evitar la exposición solar y, en algunos casos, interrumpir la toma del medicamento.
La mejor arma, la prevención
Para que el sol no nos limite es recomendable, ante cualquier sospecha de fotodermatosis, consultar con el especialista y, siguiendo sus consejos, preparar la piel antes de las exposiciones solares repetidas.
Lo primordial para evitar la aparición de estas alteraciones cutáneas es la prevención con una eficaz fotoprotección, el uso de ropas adecuadas, sombreros y gafas de sol.
Si bien las fotodermatosis son afecciones complejas, la combinación de estrategias para protegerse del sol, como las anteriormente citadas, con técnicas como la fototerapia (administración controlada de radiación ultravioleta) y la prescripción de fármacos tópicos y orales es probablemente la manera más eficaz de tratar estas alteraciones.
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