Embarazo, Padres

Lactancia y alcohol, ¿son compatibles?

Una de las preocupaciones más frecuentes durante la lactancia materna está relacionada con el consumo de alcohol, temiendo sobre los efectos que éste puede producir en el bebé.

Tras ingerir una bebida alcohólica, la cantidad de alcohol en sangre alcanza su máxima concentración entre 30 y 60 minutos después y empieza a descender a partir de ese momento. El cuerpo va metabolizando el alcohol, que no se acumula en ningún líquido o tejido, ni en la sangre, ni en los músculos, ni en la leche materna, pero la leche materna coge gran parte de sus nutrientes y componentes del torrente sanguíneo, por lo que una parte del alcohol que circula en sangre puede llegar a la leche.

Durante el embarazo está totalmente contraindicado el consumo de alcohol ante el riesgo de que se produzca el denominado «síndrome alcohólico fetal», que supone el surgimiento de un cuadro de malformaciones en el feto de distintos órganos y retraso mental.

Aunque las consecuencias no son las mismas, la recomendación general es no beber alcohol tampoco durante la lactancia, al tratarse de una sustancia nociva que penetra en el torrente sanguíneo (cerca del 2% del alcohol que se consume ingresará en el torrente sanguíneo y en la leche) y, en algunos casos, puede llegar a quedar interrumpida la producción de leche.

Lactancia y alcohol: consecuencias

La lactancia materna tiene numerosos beneficios para el bebé y no conviene ponerlos en riesgo por una bebida ocasional, por lo que hay que ejercer un control riguroso si se va a consumir algo de alcohol.

Algunos estudios han demostrado que cuando hay alcohol presente en el cuerpo de la madre se reduce hasta un 23% la cantidad de leche. Otras investigaciones han ratificado que el alcohol ha llegado a bloquear por completo la secreción de oxitocina en la pituitaria, por lo que impide el proceso de eyección de la leche y resulta más difícil extraerla del pecho tanto de forma natural, por el propio bebé, como con un extractor artificial.

Además, el alcohol afectará a los bebés y a los niños lactantes de manera diferente según sus edades. Por ejemplo, en los bebés recién nacidos, su hígado inmaduro dificultará enormemente el hecho de procesar el alcohol, incluso aunque se trate sólo de pequeñas cantidades. Los bebés de tres meses podrán metabolizar el alcohol a la mitad de la velocidad que lo hace una persona adulta y niños pequeños lo harán con mayor facilidad que un bebé.