A casi todos los padres les pilla por sorpresa la noticia. ¿Yaaaa? Pero si es muy pequeñito aún– me dicen muchos padres. No cabe ninguna duda que el chupete tiene grandes beneficios: Es una excelente herramienta de consuelo y de alivio durante su primer año de vida. Pero a pesar de ello, no se puede utilizar para siempre, y en ningún caso, prolongarlo más allá de los 2 años.
Y bien, ¿qué podemos hacer?
Os propongo un par de ideas. Cabe decir que los niños se mueven por experiencias. De nada sirve que le expliquemos a nuestro hijo que le vamos a quitar el chupete para siempre, no lo va a entender ni sabrá la avalancha de emociones y sentimientos que tendrá cuando compruebe por él mismo que no se lo das: rabia, enfado, frustración. Así que tendremos que mostrarle de forma muy visual que una vez le digamos adiós al chupete, éste no volverá.
- Inicialmente ve preparándole. Retira tetinas de los biberones y comienza a utilizar pajita, les divierte mucho. Sí, ya sé que “enchufarles” el bibe por la mañana es comodísimo porque en 15 segundos se ha bebido 300 ml de leche sin despeinarse (ni él, ni nosotros que estamos acelerados porque llegamos tarde al trabajo). Pero inténtalo, al menos alguno de ellos.
- Habla con él y dile que ya es mayor. Que los niños mayores no usan chupete, ni duermen en cuna. Los niños mayores duermen en cama y “hacen cosas de mayores”.
- Dibuja con él un calendario bonito y señala una fecha con un círculo rojo, dentro de una semana, por ejemplo. Cuando paséis por delante del calendario recuérdale que ese día dejará de usar chupete.
Una vez llegue el día señalado os propongo dos planes:
PLAN A: Ve a comprar una caja bonita con tu hijo y haz que introduzca todos sus chupetes dentro. No te quedes con ninguno, así no tendrás tentaciones. Una vez los hayáis guardado, id a casa de una vecina, una amiga o un primo que tenga un bebé pequeñito. Entre los dos le regalaréis la caja llena de chupetes al bebé. Celebradlo como un gran acontecimiento:
“¡Qué bien que Carlitos ya es mayor y le ha dado todos sus chupetes a Pepito! ¡Muy bien cariño!”.
En ese momento él estará encantado de haber sido el protagonista y de haberse llevado todos los halagos. También podéis subir al monte, enterrarlo junto a un árbol, en su cajita.
Luego vendrá la noche y… os pedirá el chupete, no tengáis ninguna duda. En ese momento debéis RECORDADLE la cajita de sus chupetes, como se los entregó a Pepito, que contentos estuvimos todos y lo mayor que es él.
Recordar lo sucedido le ayudará a entender lo que está pasando, le ayudará a asumirlo. Eso no quita que quizá llore y tenga una de sus rabietas. Tranquilos, respirad profundo y no claudiquéis.
Pase lo que pase no le des el chupete. Mantén la calma. No le grites, no te enfades. PONTE EN SU LUGAR. Sustituye el chupete por algún otro ritual nocturno: un cuento, un peluche, una canción (con baile si hace falta). Serán 2-3 días malos, si siempre mantienes la misma actitud lo conseguiréis.
PLAN B: El día señalado en el calendario iréis a comprar un globo de helio, ya sabéis, de los que se escapan volando si soltamos la cuerda. Id a la playa, a la montaña, al parque o salid al jardín de casa. Ata todos los chupetes en la cuerdecita y cuando estéis todos juntos haremos una cuenta atrás: 10, 9, 8, 7… Ponedle tanto entusiasmo como si estuviese despegando el Apolo 11 y por supuesto decid: ¡Adiós, adiós, adiós!
De nuevo cuando se le pase la emoción y pida su chupete, recordadle la escena, la fiesta que hicisteis y que ya no podrán volver los chupetes del cielo. Si es Navidad, lo tenéis más fácil aun: los Reyes Magos o Papá Noel se los llevarán para dárselo a los bebés más pequeñitos y a cambio le dejarán los regalitos debajo del árbol.
¡Vamos! ¡A por ello!
¿Y el pañal? ¿Cómo lo hacemos? Quitar los pañales no sólo depende de la edad sino también de su nivel de desarrollo psicomotor. La mayoría de los niños suelen conseguirlo alrededor de los 2 años, pero hay niños que tardan más y no por eso significa que tengan algún problema.
No te presiones con el momento exacto, el niño ha de estar preparado. Tenemos que enseñar a nuestro hijo a que reconozca las distintas partes de su cuerpo y lo que ocurre con ellas. Por eso hay que familiarizarse con los términos de pipí, caca, váter, orinal. Le ayudaremos a tener consciencia de sus necesidades, a identificar si tiene ganas de ir al baño. Cuando veamos señales claras debemos preguntarle “¿Te estás haciendo pipí?, ¿quieres hacer caca?”.
Es importante también enseñarles la diferencia entre estar limpio y seco, o sucio y mojado y, por supuesto, nunca reñirle si se ha hecho pipí/caca encima sin avisar. Hemos dicho que los niños viven según sus propias experiencias; por mucha teoría que les intentemos dar, si no han vivido esa experiencia, difícilmente la van a asimilar. Para saber que es “hacerse pipí”, antes deben hacerse pipí encima, sin pañal y sentir la humedad y el charco en el suelo y también la reacción de mamá o de papá de sorpresa. En ese momento serán conscientes de lo que ocurre si no avisan.
Con el paso de los días (en la mayoría de las veces, muy pocos días), ellos ya son capaces de “escuchar” las señales de su cuerpo: “Tengo ganas de hacer pipí, si no aviso, me hago pipí encima y me mojo el pantalón… Y mamá o papá pondrá esa cara rara de que ha pasado algo”.
Todo esto es un proceso, así que: paciencia.
- Ve con tu hijo a comprar un orinal. ¡Que lo elija él! Se lo presentaremos como algo estupendo y “de niños grandes”. Dejaremos que se vaya familiarizando con él, que se siente (aunque sea vestido), que vea que no pasa nada. Mi experiencia es que hay niños que no quieren saber nada del orinal; no insistáis, los hay que prefieren empezar directamente en el váter. En estos casos podéis comprar un adaptador.
- Aprovechad las ocasiones en las que los papás (o hermanos) van al baño para que os vean; para que ellos mismos comprueben que es algo normal y natural y que “no pasa nada”. Enseñadles a utilizar la cisterna y que ellos mismos comprueben como se lo lleva toda el agua… Despídete de la caca: “¡Adiós caca, adiós!”
Aunque os resulte extraño, los niños de esta edad son muy reacios a desprenderse de su caca; les gusta hacerla en el pañal, es parte de ellos, es “su caca”. - Intentad que el niño se siente en el orinal sin pañales. Sin prisas. No esperéis resultados inmediatos, pero si sucede, mostrad alegría y satisfacción. “¡Qué bien que has hecho una caca graaaaaaaande como los gigaaannntes!”
- Debemos enseñar a nuestros niños a “escuchar” las señales de su cuerpo. Preguntad al niño durante el día ¿tienes ganas de hacer caca? para llamar su atención. Si vemos que tiene ganas, le llevaremos al baño, le ayudaremos a quitarse la ropa y esperaremos un rato allí sentados. Lo haremos sin forzar y durante el tiempo que el niño considere. Alabaremos el éxito, pero nunca debemos criticar si no lo ha conseguido. “Bueno, tranquilo; esta vez no ha salido. ¡La próxima vez seguro que lo conseguiremos!”
- Es muy importante reforzar los pequeños logros que vayamos obteniendo: “Ya eres un niño grande”, “Lo haces tan bien como lo hace mamá”, “¡Lo has hecho tú solito!”. Es muy estimulante para ellos las pegatinas sobre un mural que podemos poner en el baño cada vez que lo consiga. Será “El mural de las cacas”.
- Siéntale siempre a las mismas horas en el orinal, preferiblemente después de las comidas, y no más de 10 minutos si no desea continuar. Llévale al baño con frecuencia, sobre todo al principio.
- Cuando tenga “un accidente” pondremos cara de desaprobación, pero no de enfado, no haremos ningún drama, no habrá gritos, ni castigos ni reprimendas. Debemos hacerle entender dónde se hace el pipi o caca. (“¿Dónde se hace el pipi, cariño?” “Avisa a mamá o a papá cuando tengas ganas que ella siempre te acompañará…”). Además tendrá que colaborar para quitarse la ropa mojada y sucia, nos ayudará a enjuagarla un poquito. Es importante hacerles responsables de sus actos pero todo con un tono cariñoso, comprensivo y agradable.
Lo más importante en todo este proceso es tener PACIENCIA, celebrar todos y cada uno de los pequeños avances y NUNCA reñirles, castigarles o avergonzarles por los pequeños accidentes que, sin duda, tendrá.
¡A por ello!
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