En nuestra vida cotidiana, podemos toparnos sin darnos cuenta con algunos compuestos químicos sintéticos que tienen efectos negativos en nuestro metabolismo, es decir, actúan como disruptores endocrinos en nuestro cuerpo. Se trata de elementos presentes en el medio ambiente, pero también en productos que utilizamos e, incluso, en alimentos.
Como explica el ‘National Institute of Environmental Health Sciences’, que forma parte de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, ciertos productos químicos son tóxicos para los animales y los seres humanos, y algunos interfieren con el funcionamiento de las hormonas del cuerpo, de ahí que recibieran el nombre de perturbadores del sistema endocrino, o disruptores endocrinos.
Están relacionados con una variedad de enfermedades, pero hasta hace pocos años, la atención se había centrado en los disruptores endocrinos por su influencia en enfermedades oncológicas o cardiovasculares, principalmente, echando la culpa sobre todo a la contaminación atmosférica. Sin embargo, investigaciones y expertos han alertado en los últimos años de la posible acción de algunos de estos productos químicos en la obesidad. Se les ha bautizado como obesógenos.
Qué son los obesógenos
Se llama obesógenos a agentes químicos que se cree responsables de promover la obesidad, tanto en humanos como en animales. El término obesógeno se acuñó alrededor de 2006 ante el conocimiento de que la exposición durante el desarrollo temprano a sustancias químicas específicas interrumpe procesos metabólicos normales y aumenta la susceptibilidad al incremento del peso a lo largo de la vida.
Aunque se sabe que la mala nutrición y la falta de ejercicio contribuyen a ganar peso, estos productos químicos también pueden estar influyendo en las tasas crecientes de obesidad a nivel mundial. Entre los productos químicos más conocidos que pueden ser obesógenos están:
- Humo de cigarro.
- Contaminación del aire.
- El tributilestaño.
- Retardantes de llama.
- Ftalatos, una amplia clase de productos químicos que se añaden a muchos productos de consumo para hacerlos más suaves.
- El bisfenol A.
- Algunos pesticidas.
- Bifenilos policlorados (PCB), productos químicos industriales que se utilizaron ampliamente en el pasado en productos como pinturas, cementos, balastos de luz fluorescente, selladores y adhesivos.
Cómo actúan los obesógenos
Estos químicos no provocan directamente la obesidad, pero pueden aumentar la sensibilidad o susceptibilidad a ganar peso, especialmente cuando las exposiciones ocurren durante el desarrollo temprano, es decir, en un feto o durante los primeros años de vida, ya que es entonces cuando se crean los mecanismos de control de peso del cuerpo.
Los expertos consideran que los obesógenos pueden funcionar de distintas formas:
- Pueden cambiar la forma en la que se desarrollan las células de grasa de una persona, lo que significa que pueden elevar la capacidad de almacenamiento de grasa o el número de células de grasa.
- Hacer más difícil mantener un peso saludable, al modificar la manera en la que el cuerpo regula las sensaciones de hambre y plenitud o elevar los efectos de las dietas altas en grasas y azúcar.
- Modificar la cantidad de calorías consumidas y alterar el equilibrio energético en favor del almacenamiento de grasa.
En qué productos y alimentos están
Desde hace años se sabe que algunos fármacos llevan a ganar peso, como algunos antidiabéticos y antipsicóticos. Sobre la mayoría de los señalados como posibles obesógenos existe evidencia de su aparente asociación con el aumento de peso gracias a investigaciones realizadas en tejidos y en animales, «pero existen muy pocos datos de estudios en humanos que permitan establecer definitivamente su papel como obesógenos«, según concluye una investigación realizada por expertos de la Universidad de Vigo y publicada en la revista ‘Endocrinología y Nutrición’, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición.
No obstante, no está de más saber dónde se encuentran para intentar evitar adquirir productos que los contengan, sobre todo durante la gestación y prevenir el contacto de los niños con ellos ya que, como hemos explicado, son las etapas más vulnerables a los disruptores endocrinos.
El bisfenol A (BPA) se emplea ampliamente en productos industriales y de consumo, como por ejemplo, los plásticos con los que se envasan los alimentos. En estudios en ratones, la exposición prenatal y neonatal llevó obesidad e hiperlipidemia -niveles elevados de lípidos en sangre- al elevar la ingesta y disminuir la actividad física de los animales. Otros análisis han vinculado el BPA con la inhibición de la liberación de la adiponectina -hormona del tejido adiposo para metabolizar la glucosa y los ácidos grasos- y la concentración de BPA en la orina con el índice de masa corporal (IMC). Aunque un análisis reciente reveló que el organismo absorbe y elimina rápidamente esta sustancia.
Los ftalatos entran en contacto muy a menudo con la población por estar en plásticos -envases de comida o cortinas de baño, por ejemplo-, juguetes, lubricantes, productos de cosmética y de higiene personal, detergentes y productos de limpieza del hogar, entre otros productos. En un estudio epidemiológico en hombres se detectó una correlación positiva entre la concentración en la orina de estos compuestos orgánicos sintéticos derivados del ácido tálico y el perímetro de la cintura. También se han asociado dos trastornos vinculados con la diabetes: síndrome metabólico (factores de riesgo como obesidad abdominal, glucemia y presión arterial elevada, que padece el 31 por ciento de la población adulta española) y resistencia a la insulina. Se considera que la exposición a niveles inadecuados y en momentos del desarrollo, sobre todo en la etapa fetal y la infancia, influyen en la obesidad y la diabetes.
El tributilestaño (TBT) es un agente que contamina el medio ambiente de manera continua al emplearse en la industria de la madera, los sistemas de conducción de agua -tuberías de cloruro de polivinilo (PVC)-, las embarcaciones y como fungicida en los alimentos, por ejemplo. Investigaciones y expertos apuntan a que este agente, con un contacto amplio y frecuente con un gran sector de la población, actúa activando receptores importantes para la adipogénesis -formación de adipocitos- o desencadenar un proceso que lleva al aumento de cortisol, también implicado en la adipogénesis, entre otros efectos.
Los parabenos se emplean muy a menudo en los productos de cuidado personal porque ayuda a su conservación -desodorantes, maquillaje, champús y acondicionadores, cremas solares, pasta de dientes-. Se trata de sustancias químicas que poseen propiedades similares al estrógeno, una de las hormonas más asociadas con el desarrollo del cáncer de mama y también en el aumento de peso. Otro posible obesógeno que ayuda a prevenir el deterioro de los productos pero que está también vinculado con alteraciones del sistema hormonal son las benzofenonas, muy presentes en los filtros ultravioletas de las cremas solares.
Los pesticidas organoclorados -por ejemplo, el dicloro difenil tricloroetano (DDT), que a pesar de haber sido prohibido en 1975 todavía se detecta en la población. Además del DDT, otros de los más conocidos son los PCB (bienios policlorados) y las dioxinas -generadas intencionalmente para su uso-. Los alimentos más ricos en grasas animales presentan mayores niveles de contaminantes organoclorados.
Cómo evitar la exposición a los obesógenos
Dados sus posibles efectos, los expertos recomiendan intentar minimizar las exposiciones a químicos ambientales, a pesar de que resulte complicado al no saber dónde están o qué productos los contienen. En todo caso, aconsejan:
- Coma frutas y verduras frescas y a ser posible orgánicas.
- Reducir la ingesta de carne.
- Disminuir el uso de plásticos o productos que los contengan.
- Dar a los bebés y niños agua en recipientes de cristal en lugar de plástico.
- No utilizar plásticos en el microondas.
- Comprar muebles que no hayan sido tratados con retardantes de llama.
- Elegir productos de higiene personal sin fragancia.
- Emplear sartenes de cerámica en lugar de teflón.
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