Si te has preguntado por qué pueden llegar a enganchar los deportes de riesgo, es porque seguramente nunca te has atrevido a probar uno. El miedo y la inseguridad son lo único que ves cuando alguien te dice que hace escalada o paracaidismo, pero lo cierto es que esta adicción a las emociones fuertes tiene su base científica y biológica.
Los deportes de riesgo consiguen que aquellos que los practican se sientan invencibles, fuertes, todopoderosos… en definitiva, ¡superhéroes! La culpable de todos estos sentimientos es la adrenalina.
Qué es y cómo afecta la adrenalina a nuestro cuerpo
La adrenalina o epinefrina es una hormona que se produce en las glándulas suprarrenales (ubicadas en los riñones) y que prepara nuestro cuerpo para enfrentarse a un estímulo externo, en el caso que nos ocupa hoy, un deporte de riesgo. La adrenalina actúa como un vasodilatador y mejora nuestra capacidad respiratoria de manera que más oxígeno consigue llegar a los músculos. Gracias a ella, aparece la sensación de ser invencible, de ser más rápidos, más fuertes… También afecta al cerebro disminuyendo la sensación de dolor y aumentando de manera significativa la euforia. ¿No se parece un poco a cuando te enamorar? ¡Incluso el running consigue liberar esta hormona!
La adrenalina nos prepara para entrar en acción y por eso somos capaces de combatir el miedo que pueden producir los deportes de riesgo, llevándonos a dar lo mejor de nosotros mismos. Pero después del subidón de adrenalina, el cuerpo y el cerebro también se llenan de otra hormona.
La hormona de la felicidad
Las endorfinas son más conocidas como las hormonas de la felicidad. Aparecen cuando estamos enamorados, cuando comemos chocolate, cuando practicamos sexo y también después de un esfuerzo físico como ocurre cuando practicamos deporte. ¿A quién no le gusta sentirse feliz?
Estos neurotransmisores se originan en la pituitaria y en el hipotálamo, aparecen cuando sentimos dolor, excitación, comemos alimentos picantes, chocolate o tenemos un orgasmo. Tienen un potente efecto analgésico y proporcionan una sensación muy agradable de bienestar cuando son liberadas.
Los deportes de riesgo aumentan la segregación de adrenalina, hacen que nos sintamos poderosos, vivamos experiencias nuevas y finalizan con una oleada de endorfinas que nos hacen sentir pura felicidad. Por esta razón, los deportes de riesgo suman seguidores día tras día. La necesidad de vivir emociones fuertes cuando nuestra vida es rutinaria y ausente de sobresaltos, nos ayuda a combatir la monotonía e incluso el estrés, dejando una sensación de felicidad y satisfacción difícil de rechazar, ¿verdad? El problema es que la necesidad de sensaciones cada vez más fuertes, será mayor, ya que se produce una habituación que provoca que nuestro umbral, para lograr determinado estados de excitación, vaya subiendo (nos acostumbramos a las situaciones de riego). Es decir, buscaremos progresivamente sensaciones más intensas para lograr ese bienestar que producen las endorfinas.
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