Hasta hace relativamente poco tiempo, la participación de la mujer en actividades deportivas de alto impacto era significativamente menor que la de los varones. Esto hacía que las estadísticas sobre rendimiento deportivo, lesiones, modalidades de entrenamiento… fueran mucho más escasas que las de ellos. No obstante, el aumento exponencial de mujeres que hacen deporte a todos los niveles y su incorporación cada vez mayor a deportes como el fútbol, ha permitido ampliar las investigaciones y ahondar en las diferencias entre un género y otro en diferentes facetas relacionadas con la práctica del ejercicio.
Con respecto a las lesiones, las estadísticas apuntan a que hay una serie de daños a los que son más proclives ellas. Entre todos estos daños, destacan las lesiones de rodilla. Condicionantes fisiológicos, hormonales y anatómicos marcan esta diferencia. De hecho, se calcula que las féminas tienen un riesgo de lesionarse la rodilla hasta cuatro veces mayor que los varones. ¿Por qué ocurre esto?
Factores anatómicos
La anatomía de la mujer está concebida en previsión de un posible embarazo y de un parto por vía vaginal. De esta forma, la anchura de las caderas es mayor que la del varón. Esta diferencia facilita el desarrollo y crecimiento del bebé durante la gestación y el trabajo de parto una vez que llegue el momento de dar a luz. No obstante, esta mayor anchura de la pelvis repercute en una alteración de los ángulos de los huesos que convergen en la articulación de la rodilla (tibia, peroné, fémur y rótula). Esta alineación forzada de la articulación de la rodilla con respecto a la cadera hace que sea más vulnerable a las lesiones.
Por otra parte, la escotadura en la que se aloja el Ligamento Cruzado Anterior (LCA), el ligamento que en mayor medida contribuye a dar estabilidad a la rodilla, es más estrecha en las mujeres, de manera que son más proclives a la rotura. Un LCA roto hace que la articulación de la rodilla quede más inestable, lo que a su vez acelera el desgaste articular y favorece la aparición de artrosis prematura.
Factores hormonales
Los estrógenos, las hormonas femeninas por excelencia, tienen una influencia directa en la laxitud de los tejidos. Esto hace que las mujeres, por regla general, sean más flexibles que los hombres, lo que las hace más aptas para ciertos deportes, pero también las convierte en un blanco fácil para las lesiones de rodilla, ya que los tendones y ligamentos encargados de estabilizar la rodilla y sujetarla en momentos críticos como la carrera, los giros, los saltos… son más laxos y cumplen peor esta función.
Por otro lado, hay estudios que demuestran que el ciclo menstrual provoca cambios en la proliferación y en la síntesis de colágeno y fibroblastos, dos compuestos esenciales para dar consistencia, fuerza y tono a los tejidos. Asimismo, los anticonceptivos orales y la fase preovulatoria también tienen repercusiones en la laxitud muscular, lo que incrementa el riesgo de lesión.
Factores musculares
Por regla general, las mujeres tienen menor tono muscular por una mera cuestión fisiológica. Este hecho es especialmente relevante cuando se trata de los isquiotibiales, los cuádriceps y el glúteo medio, ya que estos músculos se encargan de dar estabilidad a la rodilla y de mantenerla alineada con la cadera y el resto del tronco. El hecho de tenerlos menos tonificados hace que la rodilla femenina sea más inestable y además esté más expuesta a torsiones y movimientos forzados que pueden acabar en lesión.
¿Cómo se puede contrarrestar el lastre de estas circunstancias? Los especialistas en Medicina Deportiva y entrenamiento deportivo apuestan por trabajar la propiocepción para mejorar la ergonomía, la carrera, el salto, etc., hacer estudios de biomecánica para mejorar la pisada y recomendar el mejor calzado y plantillas específicas para cada mujer y diseñar planes de entrenamiento que refuercen la musculatura implicada en la estabilidad y protección de la rodilla, como son los cuádriceps, los isquiotibiales y los glúteos.
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