Debemos apostar por un crecimiento sostenible basado en la disminución del uso de recursos, la reducción de los residuos y del consumo de energía, cerrando el círculo económico y ecológico de los recursos. Alcanzar patrones de producción y consumo sostenibles son nuestros mejores aliados para conseguirlo.
Actualmente, el 9% de la economía global es circular y la extracción y procesado de materias primas es responsable del 50% de emisiones de gases de efecto invernadero según el WEF (World Economic Forum).
En este sentido es preciso valorar el papel que desempeña la agricultura con relación al cambio climático, puesto que contribuye como una fuente considerable de gases de efecto invernadero. Además, es el sector con mayor potencial para reducirlas y el que más afectado se verá por el cambio climático.
También los productos ganaderos son responsables de más emisiones de gases de efecto invernadero que la mayoría de las otras fuentes de alimentación. Las emisiones, en este caso, son causadas por la producción de alimento para la ganadería, la cantidad de metano que ésta genera, los desechos de animales y el cambio en el uso de la tierra. A todo esto, hay que añadir que, debido al crecimiento de la población, la demanda de carne, leche y huevos va en aumento y con ella su huella ambiental.
¿Cómo puedes llevar una dieta más saludable y sostenible?
- Apostando por alimentos locales y de temporada: El transporte es responsable de altos niveles de emisiones de CO2. Al consumir alimentos de proximidad se reduce el transporte y la distancia recorrida. Además, los productos de temporada son recogidos en su punto de maduración y por tanto tienen mejor sabor, mayor contenido nutricional y su precio es menor.
- Primando los alimentos de origen vegetal: el impacto ambiental de los productos de origen animal es mucho mayor que los de origen vegetal, puesto que para producirlos hay que destinar una mayor cantidad de recursos naturales.
- Reduciendo los alimentos ultraprocesados: Algunas formas de procesamiento pueden conducir a elevar los niveles de sal, azúcar añadido y grasas saturadas, que consumidos en altas cantidades comprometen la calidad de la dieta. Además, suelen venir envasados en grandes cantidades de plástico para preservarlos. Es mejor optar por comprar alimentos sin procesar a granel, usar bolsas y botellas reutilizables o llevar táperes al mercado.
- Reduciendo el desperdicio alimentario: Según el Ministerio de Agricultura en 2019 se arrojaron a la basura 1.352 millones de kg de alimentos y bebidas. Planificar el menú semanal o congelar aquellos alimentos que no se vayan a consumir son algunas de las prácticas que minimizan el derroche.
- Incorporando la economía circular: recicla el papel y los envases plásticos de los alimentos para que puedan reconvertirse en nuevos productos y anímate a crear compost casero. Según el Ministerio de Transición ecológica el 44% de los desechos que generamos son orgánicos y los podemos transformar en abono para las plantas.
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