Para llegar a esta conclusión, se monitorizaron los datos de 1.018 hombres y mujeres tras rellenar una encuesta dietética y una prueba de memoria.
Los resultados sugieren que, de promedio, los hombres menores de 45 años recordaron 86 palabras en la prueba de memoria, pero por cada gramo adicional de grasas trans que consumían diariamente, la media de palabras recordadas se reducía en 0,76 términos menos.
Estos resultados tenían lugar sin la influencia de la etnia, el sexo, el estado de ánimo, la cantidad de ejercicio realizado o educación del voluntario que se sometió al experimento. Los investigadores, pues, señalan a este tipo de grasa como la causante directa del empeoramiento de la memoria. Tal y como aclara Beatrice Golomb, líder del estudio:
Las grasas trans estuvieron más fuertemente vinculadas a una peor memoria en los hombres durante sus años de alta productividad. El consumo de grasas trans ha demostrado previamente asociaciones adversas con el comportamiento y estado de ánimo, otros pilares de la función cerebral. Sin embargo, a nuestro entender, no se había demostrado una relación con la memoria o la cognición.
¿Qué son las «trans»?
Las grasas trans son las que se producen al inyectar hidrógeno a aceites vegetales y son las responsables del colesterol «malo” o LDL, y que encontramos en alimentos como la bollería industrial, margarinas, galletas, patatas fritas, diversos snacks, pizzas o la comida rápida.
La carnes de cerdo y de cordero, así como la mantequilla y la leche, contienen de manera natural cantidades pequeñas de estas grasas hidrogenadas, pero no resultan perjudiciales si no se abusa de tales alimentos. No ocurre así con los alimentos anteriormente enumerados, que es de donde procede la mayoría de las grasas trans de nuestra alimentación: ensencialmente, alimentos procesados preparados con aceites vegetales parcialmente hidrogenados.
Debido a su peligrosidad para la salud pública, la Agencia Alimentaria de Estados Unidos (FDA) optó por prohibir su uso de manera gradual en los años sucesivos. Solo en Estados Unidos, la reducción del consumo de estas grasas podría prevenir entre 10.000 y 20.000 ataques al corazón y de 3.000 a 7.000 muertes por enfermedad coronaria al año en el país.
Además de empeorar nuestra memoria, las grasas trans tienen otros inconvenientes: por ejemplo que, como han demostrado hace poco investigadores de la Universidad de Navarra y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, su ingesta aumenta el riesgo de sufrir depresión.
El 25 de julio de 2008, California fue el primer estado de Estados Unidos en prohibir los ácidos grasos trans en restaurantes. A partir del 4 de diciembre de 2014, Argentina fue el primer país de América en prohibir la producción y venta de grasas trans en todo su territorio, sumándose a Suiza y Dinamarca.
En España no hay un consumo tan elevado de grasas trans como en otros países, y su presencia se ha reducido significativamente en los procesos industriales alimentarios. Con todo, si bien la ingesta puntual de alimentos preparados con grasas trans no debe demonizarse, sí debe consumirse de forma muy puntual. Siempre podemos consultar el etiquetado del producto que vayamos a consumir para constatar su presencia.
Grasas sin riesgo
Si queremos consumir grasas sin los riesgos de las trans, hemos de optar por el aceite de oliva virgen (mejor consumirlo en frío sin cocinar porque al calentarse sus grasas insaturadas se vuelven inestables) o las grasas procedentes de pescados como el salmón salvaje, las sardinas, la caballa, el arenque o la trucha.
La grasa de los frutos secos también es recomendable. Nueces, almendras, anacardos, pistachos, nueces de macadamia, entre otras, tiene altos niveles de grasas monoinsaturadas. Las nueces, además, son ricas en poliinsaturadas y omega 3.
sara