A pesar de no sufrir problemas durante el embarazo, como puede ser una amenaza de aborto, riesgo de parto prematuro o diabetes gestacional, cualquier tratamiento termal debe ser prescrito y seguido por un profesional. Es el médico el que debe determinar qué programa es el más adecuado para la mujer en función de su historial de embarazo y el mes de gestación en el que se encuentra (la mayoría de los profesionales no recomiendan acudir a estos centros durante el primer trimestre, dado el período crítico que es para la formación del feto y el mayor riesgo de aborto durante estos primeros meses).
El uso de balnearios y aguas termales durante el embarazo debe hacerse siempre bajo control médico.
No obstante, los baños tibios y cortos a temperatura constante, los masajes de espalda, piernas y cara, además de ciertos tratamientos de la piel sí pueden estar al alcance de muchas embarazadas.
Spa embarazadas: Tratamientos que contribuyen a la estabilización hormonal
De acuerdo con la Asociación Española de Matronas, que atiende todas las cuestiones de salud de la mujer durante el embarazo, los diferentes tratamientos que inciden en la hidratación de la piel, que en este periodo está más sensible pero, sobre todo, favorecen la relajación física y emocional, contribuyen a la estabilización hormonal y las alteraciones anímicas que aparecen durante todo el embarazo.
La piel es una de las partes del cuerpo más afectadas durante la gestación junto a las molestias de espalda, piernas cansadas y estrías, provocadas por el incremento de peso y los constantes cambios físicos, que sufren las embarazadas.
Tratamientos totalmente desaconsejables
Algunos tratamientos, por sus efectos térmicos y mecánicos -la manera de proyectarse el en el cuerpo (chorros, burbujas…)-, pueden aumentar el riesgo de aborto en el primer trimestre de la gestación, así como el parto prematuro en el último trimestre.
Además, hay que tener en cuenta los posibles efectos farmacológicos de las aguas mineromedicinales, que pueden absorberse a través de la piel. Por tanto, la mujer embarazada debe evitar durante todo el embarazo tratamientos termales como:
- Técnicas hidroterápicas (baños de burbujas, hidromasajes, cascadas, duchas), debido a que el efecto térmico del agua junto con su acción mecánica (burbujas, chorros) puede aumentar el riesgo de contracciones.
- Baños de vapor y saunas (secas o húmedas), dado que el calor y el sudor disminuyen el flujo sanguíneo, lo que significa que el bebé recibe menos oxígeno.
- Hidroterapia de contraste, aquellas técnicas que implican alternar aguas calientes y frías.
- Fangoterapia (barros o lodos locales) en aplicaciones generales y a elevada temperatura.
- Masajes enérgicos, especialmente los que implican presiones fuertes sobre la zona lumbar y abdominal, y los masajes que se realizan con aplicación de calor.
- Reflexología, ya que los pies y las manos contienen puntos de presión que pueden causar contracciones y estimular el parto.
Por otro lado, hay que evitar la utilización de aceites de esencias, determinados productos de cosmética y sustancias que por su absorción a través de la piel pueden tener un efecto tóxico para el bebé, así como los baños en piscinas al final de la gestación por el riesgo de infecciones vaginales (el tapón cervical ha podido desprenderse y ya no existe protección frente a los gérmenes del agua).
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