Si bien es probable que hayas estado recopilando información mientras tratabas de quedarte embarazada, lo más seguro también es que, una vez logrado, no hayan dejado de surgirte nuevas dudas relacionadas desde con tus hábitos de vida y horas de sueño, hasta con el tipo de alimentación que deberías seguir.
Esto último es una cuestión fundamental, pues algunas comidas y bebidas podrían acabar por no ser buenos para tu bebé. Y no nos estamos refiriendo solamente al alcohol, sino a otro tipo de ingredientes en apariencia inocuos que tienes que conocer. Hoy recabamos algunos de ellos, así como otros errores frecuentes que no querrás cometer.
Alimentos “prohibidos” para embarazadas
En realidad son pocos los alimentos prohibidos para las embarazadas. En la mayoría de casos se trata más bien de ingredientes poco recomendables o que no pueden consumirse de determinados modos. No obstante, las bebidas alcohólicas sí se encuentran absolutamente vetadas, así como los pescados que pueden contener mercurio.
Es el caso de los peces grandes y depredadores que, además, tienden a vivir más tiempo (durante el cual irán absorbiendo mayor cantidad de este compuesto). Entre ellos se encuentra el tiburón, el pez espada, la caballa y el blanquillo. Los expertos también recomiendan evitar el atún fresco o congelado, la lubina, jurel, marlín y mojarra. Por fortuna, todavía nos queda un amplio abanico de especies.
Por supuesto, deberías evitar tomarlo crudo –así que despídete del sushi y los ahumados-. Esta condición se extiende al marisco, los huevos y la carne, nada aconsejable tampoco si está poco hecha, pues podrías acabar contrayendo toxoplasmosis. Prescinde también del hígado, pues este órgano contiene mucha vitamina A, dañina para el embrión en exceso.
Asimismo, existen otra clase de alimentos que puedes comer con cierto cuidado como los patés y los embutidos, así como los quesos frescos y de pasta blanca elaborados con leche cruda. La cafeína y los refrescos cargados de azúcares tampoco son recomendables y, todavía menos, si cuentan con gas. Si te gustan las frutas y hortalizas crudas, lávalas siempre a la perfección. Y la leche, elige siempre la pasteurizada.
Comer de forma saludable
Llegados a este punto, cabe comentar que de lo que se trata es de comer de forma saludable, manteniendo una dieta sana y equilibrada, rica en proteínas y vitaminas que ayuden al desarrollo del feto. Algo que ya deberías hacer habitualmente y que, en ningún caso, debería acabar convirtiéndose en una dieta estricta, capaz de generarte ansiedad y una lista de consecuencias que ya puedes imaginar.
En definitiva nos alejaremos de los regímenes estrictos, a base de proteínas, hipocalóricos y demás y, en todo caso y si queremos llevar a cabo uno, consultaremos con el nutricionista y le informaremos de nuestra condición.
No obstante, y al margen de las modificaciones comentadas, deberás realizar otras como, por ejemplo, incrementar el consumo de carne, pescado, huevos y proteínas en general a partir del cuarto mes de embarazo. Aumentar el de los productos ricos en calcio será también básico para prevenir problemas óseos, en la dentadura sobre todo. En cuanto a las grasas, el Omega 3 es un ácido graso muy beneficioso durante todo el embarazo y la lactancia.
Por desgracia, uno de los “nuevos” trastornos alimentarios que está creciendo con más celeridad es el de la pregorexia, una patología que padecen aquellas embarazadas que tienen un temor patológico por engordar. Un miedo muy peligroso para el desarrollo del feto que puede dar lugar a malformaciones y similares, por no hablar de las consecuencias devastadoras sobre el cuerpo de la gestante.
Por supuesto, tampoco se trata de comer en exceso o, como cuenta la cultura popular, “por dos”. Lo ideal sería incrementar la ingesta calórica entre 200 y 300 calorías por día. De esta manera aumentarás entre 9 y 15 kilos durante todo el embarazo, una ganancia de peso que entra dentro de la normalidad, aunque depende de cada mujer.
Otros hábitos poco recomendables
Obsesionarse con los antojos y rendirse a ellos, así como dejar de hacer ejercicio por completo son otras malas ideas. Estos primeros se producen fruto de la ansiedad y los cambios hormonales, y suelen presentarse en forma de deseo por alimentos ricos en azúcares e hidratos de carbono. No abuses si no quieres acabar cogiendo un peso excesivo, o el proceso de recuperación tras el parto será terrible, por no hablar de la incidencia que tendrá el peso en tus articulaciones.
Respecto a la práctica del ejercicio, tan solo tendrás que adaptarlo para seguir disfrutando de beneficios como la segregación de endorfinas, perfectas para mantener tu ánimo al máximo.
Dicho lo cual y para finalizar, todos estos consejos no sustituyen en ningún caso la consulta al profesional, plantéale sin miedo tus dudas, hazte las pruebas médicas necesarias y sigue las prescripciones de tu ginecólogo al dedillo.
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