Los contratiempos de salud, por pequeños que sean, pueden dar al traste con unas vacaciones. Independientemente de si nos dirigimos a lugares remotos y exóticos, como si preferimos destinos más civilizados, lo cierto es que hay una serie de precauciones que debemos tener en cuenta a la hora de prevenir y atajar eventualidades de salud tan comunes como rozaduras en los pies, quemaduras solares, problemas digestivos o mareos.
Los imprescindibles en tu botiquín
- Material básico de curas. Rozaduras a causa del calzado o la fricción con la ropa, ampollas y pequeñas heridas deben ser tratadas con formulaciones con clorhexidrina o povidona para desinfectar la zona y evitar infecciones. Este kit de curas debe completarse con gasas estériles, esparadrapo hipoalergénico y apósitos para tapar las heridas y mantenerlas limpias.
- Suero fisiológico. Resulta útil en las curas para limpiar las heridas y además es un excelente producto para aliviar la irritación ocular y evacuar cuerpos extraños que hayan podido entrar en ellos.
- Tijeras de punta redonda, guantes y pinzas para manipular el material anterior.
- Termómetro digital. Para comprobar si hay fiebre.
- Analgésicos y antiinflamatorios. El paracetamol, el ibuprofeno o la aspirina no pueden faltar en un botiquín de viaje para aliviar procesos dolorosos comunes (cefaleas, molestias en la espalda o el cuello…). Es imprescindible llevarlos en pastillas, aunque las presentaciones en crema suelen ser más prácticas en caso de sufrir un golpe o una torcedura.
- Antihistamínicos y corticoides suaves en crema, barra o aerosol para mitigar picaduras de insectos o irritaciones cutáneas.
- Antidiarreicos/laxantes/antiácidos. Los cambios en lo referente a horarios y alimentación pueden pasarnos factura en forma de diarrea, estreñimiento o molestias digestivas que pueden aliviarse fácil y rápidamente con estos medicamentos.
- Medicación para evitar mareos y náuseas. Los desplazamientos en barco, coche o autobús pueden provocar desagradables mareos que se combaten con fármacos compuestos a base de biodramina que se presentan en forma de jarabe, comprimidos masticables o pastillas convencionales. Estas últimas son las más cómodas y prácticas para el botiquín de viaje.
- Repelente de insectos. Estos productos evitan las molestas picaduras y las enfermedades transmisibles a causa de estas picaduras. Estas lociones repelentes deben extenderse por todo el cuerpo (incluso en las zonas no expuestas) y renovar su aplicación frecuentemente. Las pulseras y los dispositivos de ultrasonidos no han demostrado tener eficacia contra estas picaduras. Si va a un lugar en el que la malaria es endémica es necesaria, además, medicación específica en pastillas. El tratamiento empieza un día antes de entrar en la zona y se prolonga una semana después de regresar del lugar en cuestión.
- Protector solar. Incluso aunque el destino no sea de playa, lo más habitual es que en vacaciones se incremente la exposición solar. La crema solar ha de proteger de los rayos ultravioleta A y B y ser resistente al agua, aplicarse frecuentemente y de forma generosa, sin olvidarse de la nariz, las orejas y el cuello. Es conveniente llevar, además, una loción para aliviar las quemaduras solares por si llegasen a producirse.
- Medicación habitual. Los pacientes crónicos (cardiópatas, diabéticos, asmáticos, alérgicos, hipertensos…) o los que estén en tratamiento en el momento del viaje (anticonceptivos orales, antibióticos…) deben incluir estos fármacos en cantidad suficiente, preferiblemente junto a una copia de la historia clínica y un informe de su médico al respecto.
Además de todo esto, hay que tener en cuenta que si se viaja con niños, es necesario incluir las versiones infantiles de los productos mencionados.
Salvador
Estrella