Tomar cualquier tratamiento médico por nuestra cuenta no es, generalmente, una buena idea. Sin embargo, cuando se trata de antibióticos, la automedicación es una conducta verdaderamente peligrosa de la que, a tenor de las cifras que manejan las autoridades sanitarias, no somos plenamente conscientes.
El mayor peligro de automedicarse con antibióticos es la aparición de resistencias que hacen que el medicamento pierda eficacia en el caso de que sea prescrito nuevamente para tratar infecciones bacterianas posteriores.
El problema ha adquirido tal magnitud a nivel global que la Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de las resistencias a los antibióticos como “una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo” y avisa de que si no se toman medidas urgentes, el mundo entero está abocado a “una época en la que muchas infecciones comunes vuelvan a ser potencialmente mortales”.
Qué es la resistencia a los antibióticos
Los antibióticos son una familia de fármacos que se recetan para hacer frente a las infecciones por bacterias. Para que sea efectivo, el tratamiento ha de ser prescrito por un especialista y el paciente debe cumplirlo a rajatabla en cuestión de dosis, horario de administración y, sobre todo, duración del tratamiento.
Incumplir estas pautas o acceder al antibiótico sin prescripción médica aumenta la posibilidad de que las bacterias muten y se hagan más fuertes, ya que el medicamento no funciona correctamente. El resultado es que, si el paciente vuelve a sufrir una infección bacteriana, los especialistas cuentan con un arsenal terapéutico mucho más reducido, un factor que complica el tratamiento.
De hecho, las resistencias a los antibióticos están relacionadas con un mayor riesgo de ingreso hospitalario, una tasa más elevada de complicaciones y un incremento considerable de los costes derivados de hacer frente a ellas.
Asimismo, los especialistas denuncian que enfermedades como la neumonía, la gonorrea, la tuberculosis o la salmonelosis, que hasta hace pocos años tenían un tratamiento relativamente sencillo y eficaz, ahora se están volviendo mucho más difíciles de solucionar por culpa de las resistencias a los antibióticos.
Por estos motivos, los especialistas no dejan de insistir en la necesidad de que los pacientes y las autoridades sanitarias se tomen el asunto en serio y recomiendan que:
- Los farmacéuticos cumplan estrictamente la normativa y no vendan antibióticos sin la receta correspondiente.
- Los médicos no cedan a las presiones de los pacientes para recetar antibióticos si no son necesarios.
- Los pacientes no tomen antibióticos para infecciones respiratorias simples, ya que pueden estar causadas por virus, patógenos frente a los que los antibióticos no son eficaces.
- Cumplir el tratamiento prescrito por el especialista exactamente. No interrumpirlo aunque mejoren los síntomas y no prolongarlo sin consultar con el médico si la infección parece haberse agravado.
- No reutilizar los antibióticos sobrantes ni aprovechar los que hayan recetado a alguien cercano.
Otros efectos secundarios de los antibióticos
- Diarrea. Este efecto secundario es fruto de la alteración de la flora intestinal y del funcionamiento normal del intestino.
- Problemas digestivos. Los antibióticos suelen provocar gastritis, pérdida de apetito y mala absorción de determinados nutrientes.
- Candidiasis. La alteración de la flora bacteriana causada por antibióticos también se nota en la microbiota vaginal. De esta forma, es frecuente que las mujeres que toman antibióticos sufran candidiasis, una infección fúngica causada por un hongo llamado Candida albicans. Este efecto suele notarse hacia el final del tratamiento con antibióticos o una vez que se ha terminado. Causa un intenso picor en la zona genital y un flujo blanco espeso.
- Catarros y gripe. El efecto debilitador que tienen los antibióticos sobre el sistema inmunológico hace que los pacientes sean más propensos a contraer resfriados y gripe.
- Otros. Aunque menos frecuentes, también se han descrito dolores de cabeza, fotosensibilidad, problemas cutáneos, reacciones alérgicas y alteraciones visuales.
Las autoridades sanitarias insisten en que no en todas las infecciones bacterianas es necesario recurrir a los antibióticos y recomiendan prevenir los contagios extremando conductas como el lavado de manos o la higiene en la manipulación de los alimentos. Finalmente, si es necesario tomar antibióticos, que sea el especialista quien los prescriba e indique cómo tomarlos.
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