La mamografía es la prueba diagnóstica más eficaz para detectar el cáncer de mama en sus fases más precoces. Gracias a la detección temprana, el pronóstico de este tumor ha mejorado drásticamente. Estas son las cuestiones básicas que debes saber al respecto:
¿En qué consiste la mamografía?
La mamografía es una prueba de diagnóstico que consiste en la realización de una radiografía de las mamás. Normalmente, se usa como prueba de cribado para detectar el cáncer de mama en sus fases iniciales y se realiza rutinariamente en el marco de las revisiones ginecológicas aunque la paciente no presente ningún síntoma.
Además, también se prescribe fuera de este contexto en casos en los que la mujer ya ha detectado síntomas sospechosos, tales como dolor en una zona de la mama, un bulto (visible o no exteriormente), secreciones por uno o los dos pezones, sangrado, una heridita o úlcera que no se cura…
¿Qué grado de fiabilidad tiene la mamografía?
La evidencia científica acumulada corrobora la idea de que la mamografía es la prueba más eficaz para la detección temprana del cáncer de mama. Se calcula que este procedimiento diagnóstico es capaz de identificar el 90 % de los tumores.
Otros métodos complementarios, como la autoexploración, apenas llega al 50 %, ya que se ha de hacer delante de un espejo, palpando las mamas de una manera determinada y teniendo en cuenta algunos factores (densidad de las mamas, día del ciclo menstrual…) que no siempre resultan fáciles de interpretar. Asimismo, este método solo sirve para tumores de cierto tamaño, mientras que la mamografía detecta tumores mucho más pequeños que aún no son palpables.
¿Cómo se hace la mamografía?
El día de la prueba la mujer no debe usar cremas o lociones corporales, desodorante, talco o productos cosméticos que puedan alterar la imagen resultante en las placas con manchas que pueden despistar a los especialistas que tienen que interpretarlas.
La mamografía se lleva a cabo con el torso descubierto usando un equipo llamado mamógrafo. Un técnico ayuda a la mujer a poner la mama correctamente en una superficie lisa. A continuación, una lámina transparente ejerce una compresión gradual sobre la mama para lograr una imagen más nítida del tejido y evitar que las lesiones más pequeñas pasen desapercibidas.
El proceso se lleva a cabo en posición vertical en varias proyecciones en ambas mamas y aunque no duele sí puede resultar molesto, sobre todo si la paciente sufre dolor mamario (mastodinia) o se encuentra en los días previos a la menstruación. Para evitar o reducir estas molestias, es recomendable hacer la prueba dos semanas después de haber tenido la regla y evitar la cafeína en los días previos, ya que este estimulante incrementa la sensibilidad mamaria.
¿Es suficiente la mamografía?
Aunque los mamógrafos han ido mejorando en precisión, lo cierto es que no siempre se obtienen conclusiones tajantes de sus imágenes. Si, por ejemplo, la mujer tiene mamas muy densas, algo frecuente en las pacientes más jóvenes o en mujeres con tratamientos hormonales, es posible que el especialista recomiende la realización de una ecografía complementaria.
Por otro lado, a veces la mamografía detecta lesiones muy pequeñas cuyas imágenes no permiten apreciar si son o no malignas, en cuyo caso puede ser necesaria una biopsia, a criterio del especialista.
¿A qué edad se hace una mamografía?
La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) recomienda comenzar con las mamografías a partir de los 45-50 años, en mujeres sin riesgo aumentado y mantener el programa de cribado anual entre los 50 y los 69 años.
Asimismo, la Asociación Española contra el Cáncer (AEC) cree que es conveniente hacerlas a partir de los 40 años con periodicidad anual y empezar a hacerlas cada dos años a partir de los 55 si no se ha detectado ningún cambio sospechoso. No obstante, en función de los antecedentes familiares y las circunstancias clínicas de cada paciente, el especialista puede modificar esta recomendación general.
¿Es una prueba segura?
La cantidad de radiación que emite un mamógrafo está muy por debajo del umbral de seguridad. Por lo tanto, los beneficios de someterse periódicamente a esta prueba justifican ampliamente esta exposición. Sin embargo, hay que saber que si la paciente está embarazada no debe someterse a esta prueba cuando se trate únicamente de hacerla en el contexto de una revisión rutinaria.
Por el contrario, si existe la sospecha de la existencia de un tumor, el especialista deberá sopesar, junto a la paciente, la necesidad de hacer la prueba o de esperar a que nazca el bebé.
Según las estadísticas, la probabilidad de curación del cáncer de mama diagnosticado de manera precoz tiene una tasa cercana al 90 % y un buen pronóstico para las pacientes. Por este motivo, los especialistas abogan por consultar con el especialista acerca del momento más conveniente para realizarla en función de las características de cada paciente y de sus antecedentes familiares.
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