La esperanza de vida ha aumentado, la natalidad lleva muchos años siendo muy baja y esto está provocando un envejecimiento progresivo de la población, con cada vez más personas mayores y menos niños y jóvenes. A esto hay que sumar que en muchos casos, cuando hablamos de familias, tanto el hombre como la mujer trabaja y, al ser padres a partir de los 30 años, las obligaciones son cada vez mayores, más las responsabilidades y esto aumenta la dificultad de cuidar de manera eficiente de sus padres.
En muchas ocasiones se opta por buscar una residencia que desempeñe ese papel, pero siempre hay dudas sobre si es lo más conveniente para nuestros mayores porque desde hace tiempo se vienen perpetuando unos mitos sobre ellas que no son ciertos y que vale la pena comentar, para conocer un poco mejor qué es lo que sucede en realidad en las residencias para mayores.
Las residencias son para aquellos cuyas familias no se preocupan por ellos
¿Cómo voy a dejar a mi padre o mi madre, la persona que me dio la vida, en una residencia, allí abandonada? Esto es lo que piensa mucha gente cuando baraja la posibilidad de optar por una residencia para el cuidado de su padre o su madre, como si el hecho de hacerlo supusiera que no se preocupa por ella.
Bien, todo depende de las alternativas. Si esa persona puede quedarse en su casa y es relativamente autónoma, optando por una cuidadora o siendo los hijos o hijas quienes den soporte, el ir o no a una residencia puede ser simplemente una opción más. En caso de que esa persona tenga poco soporte familiar, porque los hijos no pueden, podría haber más sensación de soledad viviendo en su casa que en una residencia, donde estaría más acompañada y tendría más cuidados en general.
Con esto queremos decir, además, que en una residencia nadie queda abandonado. Se delegan los cuidados en personas cualificadas que conviven con las personas mayores y les dan compañía, diálogo, cariño y recursos para ayudarles a seguir siendo autónomos dentro de sus posibilidades. Los familiares, obviamente, pueden ir a la residencia cuando quieran, de manera que el tiempo con los padres puede seguir siendo elevado, sin las responsabilidades de los cuidados, que quizás por falta de tiempo pudieran verse mermados por querer hacerlo en casa.
En las residencias tratan mal a los ancianos
Nunca puede ponerse la mano en el fuego por nadie, obviamente, pero que haya casos de profesionales con dudosa ética de manera puntual no puede hacernos pensar que el resto de profesionales tendrá el mismo comportamiento. Todos conocemos a algún profesor o profesora que no trata bien a los niños y no por eso pensamos que en los colegios se les trata mal.
La realidad es que las residencias tienen cada vez más recursos y cada vez más especialización, proporcionando unos mejores cuidados, con servicios de nutrición, rehabilitación, peluquería, dinamización, etc., que hace que nuestros mayores tengan cada día muchas alternativas para cubrir no solo sus necesidades básicas, sino también para sentir que tienen responsabilidades, cosas importantes que hacer, momentos lúdicos, etc.
Una vez que entras, no sales
Se cree también que una vez que una persona mayor entra en una residencia es para vivir ya ahí sus últimos años, hasta su muerte. No tiene por qué ser así. Hay modalidades en las que una persona entra para dar descanso a la familia que le cuida habitualmente, o en casos en que alguna enfermedad crónica se ha agudizado y la persona requiere temporalmente más cuidados. Una vez todo vuelve a la calma, la persona puede volver a casa.
Además, la familia siempre tiene la última palabra, y aunque su familiar lleve meses o años en una residencia, si el deseo de esta persona es volver a su domicilio con la familia, que está de acuerdo con ello, tienen total libertad para ello.
En las residencias te vas apagando poco a poco
Más o menos lo hemos comentado ya en los puntos anteriores. Se cree que en las residencias una persona mayor entra para irse apagando, víctima de la tristeza y la soledad, hasta que se «marchita» finalmente. Saber cómo va a vivir una persona su ingreso en una residencia es complicado, claro, pero en la mayoría de ocasiones es más fácil vivir en soledad fuera de una residencia que dentro. Lo es, porque no solo están los y las profesionales que están al cuidado de las personas, sino además todas las otras personas mayores que comparten tiempo y espacio.
Allí hay tiempo y recursos para, no solo no «apagarte», sino encender nuevas luces. Servicios de rehabilitación que ayuden a fortalecer el cuerpo, músculos, articulaciones. Profesionales expertos en demencias que pueden programar actividades para ayudar a las personas a seguir recordando, a hablar de su familia, a crear nuevos recuerdos. Actividades con que seguir aprendiendo cosas nuevas, de ocio, culturales, con nuevas tareas y responsabilidades para ellos, muy importantes, pues se sabe que cuando una persona mayor siente que algo depende de ella, su esperanza de vida es aún mayor y sus últimos años de más calidad, por seguir sintiéndose útil e importante.
En muchos casos, la persona se encuentra tan bien y es tan feliz, que cuando tiene la posibilidad de volver a su hogar prefiere no hacerlo.
En las residencias los tienen atados, no pueden moverse con libertad por ahí
En muchas ocasiones se ven a las personas mayores sentadas en sillas, con sujeciones, o en una cama, del mismo modo. Esto hace pensar a mucha gente que muchos ancianos están ahí, de ese modo, cuando en casa tendrían libertad para caminar y hacer sus vidas con mayor o menor éxito, pero sin estar sujetos.
La realidad es bien diferente. Hay ancianos que, por su estado general tienen mermadas sus capacidades físicas y sus reflejos, o bien sus capacidades neurológicas, y dejarlos sentados sin una sujeción sería peligroso, pues podrían caerse. De igual modo, si están en cama y están de algún modo sujetos es por riesgo de que se hagan daño. Es decir, los que no pueden valerse por sí mismos no pueden ir por todas partes, simplemente, porque no pueden, como no podrían tampoco en sus domicilios, pero aquellos que sí caminan y se desplazan tienen total libertad para moverse por la residencia.
Las residencias son lugares oscuros donde abunda la tristeza
Las residencias de mayores son, en realidad, lugares muy especiales. Para aquellos que tenemos la muerte lejana, o que la vemos de ese modo, puede ser duro pensar en vivir ahí porque tenemos todavía mucho por hacer. Pero nuestros padres, nuestros mayores, están en otro momento vital, y una residencia es un lugar para ellos muy diferente. Allí hay muchas personas en situaciones similares, hay muchos sentimientos flotando en el día a día. Personas nuevas que llegan, personas que se van. Es vivir con personas que conocen a los mayores, cómo piensan, cómo sienten, y que se dedican a hacerles la vida más fácil. Detalles como llamarles por su nombre, hablar de sus familias, de cosas importantes que les sucedieron en el pasado, de cosas que van a hacer ese día, de cosas que les preocupan, hacen posible que sea un lugar donde puedan sentirse queridos y acompañados.
De hecho, una residencia no es una cárcel, pues nadie que pueda tomar sus propias decisiones está ahí contra su voluntad.
Aquí puedes encontrar y consultar toda la información que necesitas sobre residencias y centros de día.
Raquel