Cuando somos niños nos encanta escuchar las historias de los mayores, después, de adultos, a veces pensamos que las batallitas son cosas de abuelos y dejan de despertarnos el mismo interés, pero los recuerdos autobiográficos compartidos son importantes en todas las etapas de nuestra vida, especialmente en la tercera edad, momento en el que nos aportan bienestar y también adquieren un valor terapéutico o predictivo.
Historias vitales, ¿para qué sirven?
El relato de historias vitales se da de forma más frecuente en las personas mayores, pero es algo que empezamos a construir desde la adolescencia (o incluso desde la infancia), como expresión de nuestra identidad personal.
Este tipo de relato nos sirve para comprender la vida y a nosotros mismos, favorece nuestro desarrollo y nos permite evaluarnos de forma positiva, a través de narraciones que nos refuerzan, haciendo el pasado más asumible y ayudándonos a manejar el presente. Compartirlo también contribuye a mejorar las relaciones sociales, nos produce bienestar a corto plazo y es una buena forma de transmitir conocimientos.
Conforme vamos envejeciendo, la memoria más reciente, por lo general, decrece y el pasado cobra mayor protagonismo, dando sentido a toda esa larga trayectoria que ya llevamos recorrida.
Reminiscencia: no solo recuerdos
Cuando contamos nuestras vivencias no solo estamos exponiendo nuestros recuerdos sin más, también los seleccionamos, interpretamos, evaluamos o razonamos sobre los mismos. Esto se engloba en un proceso conocido como reminiscencia, vinculado sobre todo al estudio de los recuerdos de las personas mayores, y en cómo evocan momentos lejanos en el tiempo, con la intención de dotarlos de significado.
Elaborar esta especie de mapa de vida no solo ayuda a conservar recuerdos, varias investigaciones respaldan el valor terapéutico de la reminiscencia, que contando con la guía profesional adecuada puede producir mejoras en la esfera cognitiva (percepción, memoria, imaginación, pensamiento…) y la calidad de vida de los adultos mayores, algo que se está poniendo en práctica actualmente en residencias y centros de día.
La intención de recuperar los recuerdos da lugar también a una apertura a la creatividad en la tercera edad, mediante escritos, cuentos, representaciones, etc. y favorece las alianzas y amistades en los grupos que se encuentran en un entorno asistencial. Algo que también puede trasladarse al ámbito familiar.
Además, reconciliarnos con nuestra historia personal reduce los sentimientos de desesperanza o estancamiento. La tendencia a recordar el pasado deja de verse como un problema, para pasar a ser una oportunidad de seguir creciendo y solucionar dificultades.
Dicen más de lo que cuentan
Las historias que cuentan los mayores no siempre son positivas, a veces reflejan obsesiones, conflictos no resueltos, manías… Y en estos casos pueden servir tanto a las personas cercanas como a los especialistas para obtener información de cómo se encuentran los mayores y descubrir estados depresivos, ansiosos o problemas de memoria.
A través del análisis del habla sobre una experiencia vital, se pueden detectar los primeros síntomas del Alzheimer, por ejemplo, mientras que conocer el pasado, los acontecimientos relevantes y las vivencias de una persona mayor, supone un instrumento valiosísimo para expertos y cuidadores, que podrán darle una atención mucho más personalizada y acorde a sus necesidades: nada como conocer el pasado de alguien para entender el presente.
Relatos para el bienestar
Los relatos de vivencias lejanas también pueden servir para comprender mejor conflictos que están ocurriendo en el presente, ya que nos dan claves sobre justificaciones y razonamientos que acompañan al adulto mayor desde hace mucho tiempo. La investigación clínica ha demostrado que incluso durante las últimas etapas de la demencia pueden aparecer episodios lúcidos que aportan recuerdos con significado, que resultan útiles en el tratamiento de los comportamientos del día a día.
La revisión de vida se contempla también como un proceso terapéutico en el que mediante técnicas específicas basadas en narraciones se ayuda a los ancianos a reformular esos acontecimientos de su vida que fueron negativos, con el fin de reconstruir su historia de manera más adaptativa y beneficiosa para su salud mental.
La satisfacción en la vida, la autoestima, la seguridad, el optimismo o la empatía también quedan reflejados en las historias vitales, aunque en ocasiones simplemente pueden ser un elemento más con el que socializar, combatir el aburrimiento y pasar un rato agradable.
Todo esto sin olvidar cuánto nos enriquecen las vivencias de los mayores y lo mucho que aprendemos gracias a su experiencia. Escuchar con atención sus vivencias es una de tantas cosas que podemos hacer juntos, que nos aportan bienestar y fortalecen los vínculos afectivos que nos unen.
Fotos | iStock / monkeybusinessimages / gpointstudio / Cathy Yeulet
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