La estimulación cognitiva, a grandes rasgos, es un grupo de intervenciones terapéuticas que tienen como principal objetivo mantener las capacidades mentales y ralentizar el deterioro cognitivo. Es decir, conservar, dentro de lo posible, competencias como la memoria, el lenguaje y la percepción, bien como prevención o de forma terapéutica en el tratamiento de algunas demencias.
Con este conjunto de técnicas se busca también mejorar el día a día de los mayores en áreas como las relaciones sociales, las emociones, las relaciones familiares o la autoestima. A continuación te contamos en qué consisten y cómo funcionan.
Su utilización como terapia
La estimulación cognitiva se aplica sobre todo de forma terapéutica a personas con deterioro cognitivo o con algún tipo de demencia. Su base se encuentra en la psicología cognitiva, en la neurobiología y en el conocimiento actual de que la plasticidad neuronal se mantiene durante la edad adulta, momento en el que el cerebro puede suplir la pérdida de células provocada por los años o alguna lesión, haciendo que las que quedan utilicen otros circuitos neuronales y aumenten sus ramificaciones.
Teniendo esto en cuenta, la estimulación cognitiva como terapia trata de potenciar al máximo aquellas capacidades mentales que todavía se conservan. También intenta retrasar el proceso de deterioro, aunque hay que ser conscientes que en las enfermedades degenerativas todavía no es posible frenarlo de forma definitiva.
En la estimulación cognitiva se trabajan áreas como la memoria, el cálculo, el lenguaje, las gnosias (dificultad de reconocimiento) y las praxias (dificultad de movimiento), y cada vez se demuestra más su eficacia para tratar pacientes con Alzheimer, Parkinson, demencia vascular, demencia por cuerpos de Lewy y demencia mixta.
Estimulación cognitiva en la práctica
La estimulación cognitiva es una práctica especializada y como tal requiere de los profesionales adecuados, en el ámbito de la neuropsicología, que supervisen la terapia. Al tratarse de un tratamiento individualizado el primer paso es que el especialista realice una evaluación completa con el fin de determinar por un lado, qué capacidades tiene preservadas el paciente, y por otro, qué tareas y actividades se adaptan mejor a su personalidad y sus preferencias.
Entre el material utilizado para terapia podemos encontrar puzzles o tangrams, encajables, hojas de cálculo, láminas de ejercicios para la memoria, de caligrafía… Aunque también se puede llevar a cabo la estimulación cognitiva de forma oral, trabajando en los recuerdos del mayor, algo que por lo general le resulta muy gratificante.
En los programas y actividades de estimulación destaca la terapia de orientación a la realidad, que tiene como meta conservar la orientación personal, espacial y temporal el mayor tiempo posible, y los trabajos específicos sobre cada área a trabajar (memoria, lenguaje, etc.). Una estimulación cognitiva integral abarca un conjunto de técnicas variadas en función de las necesidades del paciente, que puede beneficiarse del tratamiento en una residencia especializada, en un centro de día o en la consulta del especialista.
A tener en cuenta en casa
Siguiendo las indicaciones del terapeuta, tanto familiares como cuidadores pueden complementar las tareas de estimulación cognitiva en casa. Podemos utilizar recursos disponibles en la red, el material que nos indique el especialista, o incluso cuadernos específicos según el grado de deterioro cognitivo.
En todos los casos es importante recordar que las personas que padecen algún tipo de demencia suelen tener problemas para mantener la atención mucho tiempo en la misma actividad, por lo que debemos ir variando de estímulos y estrategias, proponiendo tareas entretenidas y motivadoras.
También es recomendable hablar siempre en positivo, utilizando frases de afirmación, por ejemplo, es mejor indicar “Sigue dibujando” que decir “No dejes de dibujar”, así como fomentar el aprendizaje sin errores, previniendo las posibles equivocaciones y evitando preguntar aquello que ya sabemos que siempre se falla. La clave está en potenciar lo que se conserva, buscando también crear un ambiente agradable y lo más relajado posible.
Estimulación cognitiva como prevención, ¿funciona?
Aunque el uso terapéutico es el más frecuente, la estimulación cognitiva también se utiliza como prevención, para fomentar una tercera edad saludable y mantener la mente activa ya que, como hemos comentado, la plasticidad neuronal se conserva en la edad adulta.
De esta forma podemos conseguir una buena reserva cognitiva, que según han confirmado varias investigaciones contribuye a tener una vejez más sana e incluso a retrasar los síntomas en caso de demencia.
Las nuevas tecnologías también nos ayudan a evitar o retrasar el deterioro cognitivo mediante sesiones de entrenamiento mental y diversos juegos mentales o de memoria, algo que podemos empezar a cualquier edad, pero que es imprescindible dentro de un envejecimiento activo, que debe incluir tanto ejercicio físico moderado, como actividad mental.
Crucigramas, lecturas, sudokus, videojuegos… Todo lo que nos entretenga y nos haga trabajar la mente nos sirve para que siga en forma, como aprender un segundo o tercer idioma, que mantiene el cerebro ágil. A veces se tiene la idea errónea de que no vale la pena prepararlo para la vejez, ya que a partir de los 40 años se empieza a perder memoria y velocidad de procesamiento, pero a cambio se mantiene o mejora el vocabulario, la capacidad para reflexionar y podemos aprovechar el tiempo libre de la jubilación para realizar actividades creativas.
La pérdida de neuronas en la vejez, aunque es muy grande, no es uniforme y no afecta por igual a todas las zonas del cerebro, además si tenemos en cuenta la gran cantidad de células nerviosas que lo componen (unos 86.000 millones de neuronas) y que forman 10 billones de sinapsis entre ellas, la muerte de cientos de miles al día ya no parece tan significativa.
A día de hoy todavía no se ha encontrado una cura que ponga fin a las enfermedades neurodegenerativas, pero la reserva cognitiva que vayamos creando a lo largo de los años puede influir en la demora de su proceso, y en cualquier caso contribuye a mejorar nuestro bienestar y calidad de vida, tanto en una futura vejez como en el momento presente.
Mirtha Nancy de la Cruz M.