En los últimos años, el número de afectados por astenia primaveral ha ido en aumento, los síntomas se alargan y aparecen multitud de productos y tratamientos para combatirlos pero, ¿son realmente necesarios? Hoy te contamos cuánto hay de verdad y cuánto de mito cuando hablamos de este trastorno.
Síntomas de la astenia primaveral
La astenia, en general, se caracteriza por un cansancio constante, unido a la sensación de debilidad física y psíquica, que hace que la mayoría de las tareas habituales nos cuesten un verdadero esfuerzo, incluso después de haber descansado lo suficiente. Cuando estos síntomas se dan en primavera, entonces los llamamos astenia primaveral.
Adaptarnos al cambio de estación no siempre es sencillo y puede producirnos cansancio, somnolencia de día, insomnio de noche, dolor de cabeza, ansiedad, disminución de la libido, desmotivación, irritabilidad o incluso problemas para concentrarnos.
Algunas personas se sienten peor al inicio de la primavera y otras un poco más tarde, dependiendo también de los cambios en el clima, pero todavía no se ha encontrado una evidencia científica que respalde la astenia primaveral como patología. Sin embargo, las molestias ahí están y son reales, entonces, ¿qué nos pasa?
Un proceso de adaptación
Lo primero que hay que aclarar, y aquí entraría la parte de mito, es que la astenia primaveral no es una enfermedad. Tal como explica el doctor Guillermo Lahera, profesor de psiquiatría y psicología médica en la Universidad de Alcalá, es una dolencia transitoria, debida a las dificultades que tenemos para adaptarnos a los cambios, y no requiere medicación ni realizar ningún tipo de tratamiento especializado.
En esta época modificamos los horarios, aumentan las horas de luz diurna, el clima es bastante inestable y suben las temperaturas. Nuestro reloj biológico se altera y es en el proceso de volvernos a equilibrar donde aparecen los síntomas de la astenia, aunque un par de semanas son suficientes para superar los cambios y que la apatía y la falta de vitalidad desaparezcan. Es más, una vez pasado este periodo de adaptación, el aumento de luz y el calor estimulan la producción de serotonina, noradrenalina, dopamina y oxitocina, que contribuyen a subirnos el ánimo, por lo que es muy probable que nos encontremos mejor.
Un estudio realizado el año pasado por la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), en el que participaron más de 4.000 personas, descubrió que un 75% de los españoles padecen astenia habitualmente, aunque los motivos más frecuentes son el estrés, la falta de sueño y el exceso de trabajo. Así que no hay que descartar la posibilidad de estar culpando a la primavera de otros problemas que nos ocurren durante todo el año.
¿Qué podemos hacer?
Ante todo, paciencia, saber que los síntomas de la astenia primaveral son algo pasajero es el primer paso para poder afrontarlos mejor y que no nos agobien en exceso. Como ya hemos comentado, no hace falta tomar medicación, seguir tratamientos específicos ni recurrir a los complementos vitamínicos.
Unos hábitos de vida saludables que incluyan una alimentación rica en frutas y verduras, la práctica de algún deporte moderado como el power walking y dormir el tiempo suficiente (al menos unas 7 horas), son la mejor forma de combatir las molestias típicas de esta estación, aunque si nos encontramos agotados, tampoco hay que preocuparse si rendimos un poco menos, ya que se trata de algo transitorio que finalizará en poco tiempo.
Por este mismo motivo, si pasadas unas dos semanas seguimos encontrándonos mal, es necesario consultar con un médico para descartar que no sea por otras razones como alergia primaveral, falta de hierro, depresión u otras enfermedades.
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