A los 2 años los niños ya han asimilado por completo las rutinas y los horarios están bien asentados en su vida cotidiana, pero durante las vacaciones de verano las familias los sustituyen por unas costumbres y horarios más relajados que les permiten disfrutar de más tiempo juntos durante los días de ocio y diversión. Ahora toca recuperar los hábitos de siempre y volver a unos horarios más rígidos. Pero, ¿cómo podemos hacerlo para que los peques lo asimilen de la mejor forma posible?
Nueve ideas para volver a la rutina con niños
El mes de septiembre ya está a la vuelta de la esquina y mientras a los adultos nos toca concienciarnos de cara al regreso a nuestra vida laboral, los peques también tienen que afrontar grandes cambios en su día a día. Para que la vuelta a la «normalidad» sea asimilada de forma natural y con éxito, podemos poner en práctica algunas sencillas ideas.
1. Crear un periodo de adaptación
Aunque las rutinas no son nuevas, los niños no aceptan con facilidad los cambios bruscos y no podemos pretender que vuelvan al orden establecido de un día para otro. Lo más recomendable es comenzar a introducir los horarios dos semanas antes del final de las vacaciones.
Durante las vacaciones de verano las horas de dormir, comer o jugar varían considerablemente respecto a la rutina de invierno. Sin embargo, para sentirse sanos, equilibrados y felices, los niños tienen que estar en consonancia con sus ritmos biológicos.
Por eso es importante crear un periodo de adaptación durante el que debemos ayudarles a encauzar poco a poco los horarios de verano a otros que podamos aplicar todos los días en nuestra rutina diaria. Como las rutinas ya están aprendidas y tan solo necesitan ser recordadas, los niños no suelen tardar mucho tiempo en volver a integrarlas.
Aún así es importante respetar el tiempo y ritmo de adaptación a cada cambio, que puede variar desde un día hasta una semana dependiendo del niño o de lo mucho que nos hayamos distanciado de determinados hábitos.
2. Un cambio gradual y progresivo
La vuelta a las rutinas tiene sus propias claves. Para que los peques se adapten sin problemas al cambio, debemos introducir los cambios de uno en uno o de dos en dos, como máximo.
También es importante hacer los cambios de forma progresiva. Si en verano se levantaba a las 10 de la mañana e iba directamente a bañarse en la piscina, no podemos despertarlo a las 7 y ponerle delante del cuaderno de deberes de un día para otro.
En lugar de ello, debemos tomarnos nuestro tiempo y mostrarnos comprensivos y pacientes. Podemos irles levantando cada día un poquito antes y acostumbrarles a realizar alguna actividad de refuerzo escolar antes de ir a jugar. De esta forma, poco a poco, conseguiremos finalmente llegar al objetivo.
3. Establecer prioridades: reajustar los horarios y los rituales de comida y sueño
No solamente debemos reajustar progresivamente las rutinas y aplicarlas poco a poco, sino también establecer prioridades en función de su grado de importancia de cara a la convivencia familiar.
Hay 2 hábitos que, por su importancia en el bienestar de los más peques de la casa, es importante recuperar antes que todos los demás: la comida y el sueño. Lo más probable es que durante el verano hayan cambiado, tanto en horarios como rituales.
El orden tenemos que seguir para recuperar las rutinas y horarios habituales es el siguiente:
- La hora de irse a la cama. El horario para acostarse es lo primero que deberíamos cambiar. Para lograr que los peques vuelvan a dormirse pronto, les tenemos que organizar una cansada tarde de actividades. Irse a la cama también requiere su ritual: baño, pijama, cena, cuento, música relajante, luces tenues… Cada niño y cada familia tiene sus propias costumbres, pero es importante que todos los días se repitan los mismos pasos a las mismas horas. Recuperar este hábito también nos ayudará a restablecer el hábito de madrugar, ya que si les acostamos más temprano, también podremos levantarles antes.
- La hora de levantarse. Está directamente relacionada con la hora a la que acostemos a los niños. Es importante que los niños duerman una media de 10 a 12 horas diarias y que sus horas de sueño sean de calidad. Los niños, por lo general, no suelen levantarse demasiado tarde, así que bastará con ir adelantando unos 10 minutos diarios el despertador por las mañanas y reajustar los horarios del resto de los rituales del día.
- La hora de la comida. Los horarios y el tiempo que duran las comidas, el lugar en el que se come, la forma de hacerlo e incluso el menú… Todo lo que rodea los hábitos del desayuno, la comida, la merienda y la cena ha podido cambiar durante el verano. Sin embargo, son los hábitos más sencillos de recuperar y podemos integrarlos directamente, sin transiciones. La comida central del día es la más importante y para recuperar este hábito es necesario establecer un ritual bien claro. Por ejemplo: el anuncio de la comida (¡a comer!), lavarse las manos, sentarse en la silla, ponerse el babero, comer todos a la vez, no permitir levantarse de la mesa y comer tranquilamente pero sin pausa. Relajados y pasándolo bien juntos, pero respetando las reglas cuando nos sentamos a la mesa.
También es importante que volvamos a recuperar unos hábitos de dieta saludables que ayuden a los peques a encarar con energía la vuelta al cole y a todas sus actividades diarias, ya que durante el verano nuestros hábitos alimentarios se vuelven menos rígidos. Para que el cambio no sea tan drástico podemos sustituir, por ejemplo, los helados por meriendas más sanas y los refrescos azucarados por zumos de frutas naturales.
Los desayunos deben ser ahora más nutritivos que nunca para asegurar que aportan la fuerza y energía necesarias a los niños, debemos aumentar su ingesta de verdura durante las comidas, y las cenas deben volverse más ligeras para facilitar la digestión y el descanso nocturno de los más pequeños.
4. Anticiparles los cambios
Por muy pequeños que sean, los niños se interesan vivamente por todo lo que atañe a su vida, sobre todo si conlleva algún tipo de cambio. Por eso es importante anticiparles los cambios que se avecinan en su día a día.
Podemos explicarles que nos vamos a acostar antes y a levantar más temprano porque pronto se acabarán las vacaciones, o que vamos a empezar a ir al cole. Sea como sea, debemos hacerles partícipes de los cambios. Y también justo, ya que les afecta directamente a ellos.
Tampoco se trata de estar todo el rato recordándoles lo poco que falta para que comiencen las clases. Al fin y al cabo, aún están de vacaciones y se merecen disfrutar de todos y cada uno de sus días de ocio. En su lugar, podemos comenzar a hablar con naturalidad y de forma entusiasta de la vuelta al cole en momentos distendidos del día, como la comida.
5. Mantener una actitud positiva
Es vital que evitemos pronunciar en voz alta frases pesimistas que expresen nuestra propia melancolía ante la vuelta a la rutina, ya que los niños suelen captar a la perfección el sentido global de nuestras palabras y contagiarse con nuestro estado de ánimo.
Introducir el tema de forma «amable» con frases como «este año aprenderás muchas más cosas» o «pronto volverás a jugar con todos tus amiguitos, ¡qué divertido!» puede ayudarnos a que el pequeño adopte una actitud positiva que le permita afrontar con mucha más facilidad el final de las vacaciones.
6. Escucharles y apoyarles
Es muy habitual que los niños sientan un poco de intranquilidad, nerviosismo o temor ante lo desconocido. Los más pequeños no saben exactamente qué les depara el nuevo ciclo y los mayores no saben en qué clase les va a tocar, qué profesor tendrán o si el curso será muy difícil.
Es bueno que les acostumbremos desde pequeños a hablar con nosotros y compartir sus dudas e inseguridades para que se sientan libres de expresarlas y sientan que sus preocupaciones son importantes para sus padres. Debemos escucharles siempre con atención y apoyarles, pero sin reforzar sus temores.
Una vez que se han desahogado, les podemos explicar que es normal estar un poco nervioso, que es algo que le sucede a todo el mundo, pero que por supuesto que va a conseguir superar el curso, hacer muchos amigos y pasárselo muy bien, y que además vosotros estáis siempre a su lado para ayudarle a conseguirlo.
7. Involucrar a los niños
La vuelta al cole conlleva muchas actividades que podemos realizar con los niños: ir a comprar el material escolar y el uniforme, preparar el estuche, adquirir nuevos artículos de papelería, estrenar zapatos y deportivas o elegir nueva mochila son quehaceres que a ellos suelen resultarles de lo más entretenido.
Una semana antes de la vuelta al cole, podemos preparar una merienda especial y organizar una estimulante tarde de manualidades que incluya forrar los nuevos libros, escribir sus datos en las tapas o pegar pegatinas personalizadas en sus cosas.
Todas estas actividades servirán para ayudarnos a mentalizarles de cara a la vuelta al cole y hacer que vivan los momentos previos con curiosidad y entusiasmo, en lugar de con temor e inseguridad.
También podemos «practicar» con ellos unos días antes el camino de casa al cole tal y como solemos realizarlo el resto del año para volver a familiarizarles con el recorrido y recordar el tiempo que tardamos en realizar el trayecto. De esta forma, evitaremos las prisas y el estrés asociado a ellas una vez que comiencen realmente las clases.
8. Convertir la vuelta al cole en algo divertido
A los niños les atrae todo cuanto tiene un ligero tinte de «aventura». A partir de cierta edad, podemos ayudarles a elegir nuevos proyectos que les motiven para realizar este curso escolar, como por ejemplo, comenzar una nueva actividad extraescolar o retomar una que ya le gustaba al niño.
No todas las actividades extraescolares son «aburridas» o implican horas extra de estudio. Muchos colegios y academias ofertan estimulantes clases de pintura, teatro, música, danza, ajedrez o nuevas tecnologías, como la robótica o la programación, que hacen las delicias de los niños pequeños y les ayudan a desarrollar fascinantes aficiones y hacer nuevos amigos.
También el deporte les ayuda a adaptarse a las nuevas rutinas y llevar una vida saludable. Tal vez a tus pequeños les apetezca este año formar parte del equipo de fútbol del colegio o practicar un poco de natación.
Lo más importante es que sea el niño quien elija sus propias aficiones y estas estén en concordancia con sus habilidades. Si este verano ha nadado mucho en la playa o ha pasado la mayor parte del tiempo en la piscina, tal vez podamos apuntarles a natación este año o llevarles los fines de semana a nadar a un polideportivo para que el tránsito no sea tan duro.
Por último, a los peques también les emociona muchísimo estrenar cosas nuevas. Tal vez podemos aprovechar algunas compras para dejarles escoger aquellos artículos que, de entre una gama adecuada de edad y precio, más les motiven porque muestren a sus personajes favoritos o, simplemente, les gusten especialmente. Si, por ejemplo, a un niño le gusta mucho dibujar, la vuelta al cole es un momento perfecto para estrenar un nuevo estuche de ceras de colores.
9. Seguir dedicándoles tiempo y atención
Uno de los mayores cambios a los que la familia debe enfrentarse de cara a la rutina es el menor tiempo que tenemos disponible para pasar juntos.
Los niños son los mayores perjudicados por el cambio de horario y rutina familiar. La vida laboral no deja tanto tiempo libre a los padres para poder disfrutar con los pequeños de tantas horas de ocio en familia como en verano.
Recuperar antiguos hábitos familiares como leer juntos un cuento antes de dormir en lugar de ver la tele hasta tarde, o ir al parque un rato por las tardes en vez de jugar en la piscina hasta el anochecer, nos ayudan a seguir dedicándoles tiempo de calidad a nuestros hijos.
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