Es normal que los padres se preocupen por la suciedad y los gérmenes con los que puede entrar en contacto su hijo. Sin embargo, la ciencia está empezando a investigar si los niños que están completamente aislados del ambiente microbiótico en el que nuestra especie se ha desarrollado podrían sufrir problemas de salud por el exceso de limpieza.
La llamada Hipótesis de la higiene es una corriente de investigación relativamente reciente que defiende que cierta exposición a gérmenes y microorganismos durante la primera infancia es buena porque ayuda a que el sistema inmunitario se fortalezca. Este está diseñado para ser expuesto a las bacterias a gran escala y, si se minimizan dichas exposiciones, no se desarrollará de manera óptima. Incluso esta teoría –aún controvertida– asegura que el auge de algunas enfermedades como las alergias y las enfermedades autoinmunes puede estar relacionado con este fenómeno.
A falta de más estudios científicos, lo cierto es que existen una serie de prácticas que está demostrado que contribuyen a que el sistema inmunitario de bebés y niños esté en forma y pueda evitar, o al menos combatir mejor, la enfermedad.
Parto vaginal
Todos los mamíferos nacen impregnados con bacterias provenientes del canal de parto, de modo que los bebés que nacen por vía vaginal quedan expuestos al llamado microbioma (conjunto de microorganismos que habitan en el cuerpo humano) vaginal de sus madres. De hecho, investigadores de la Escuela Icahn de Medicina de Mount Sinai, en Nueva York, han utilizado bacterias vaginales para enriquecer el microbioma de pequeños nacidos por cesárea, partos que se asocian a un mayor riesgo de enfermedades inmunológicas y metabólicas, ya que los niños no se exponen a estos microbios.
Los autores de este estudio piloto transfirieron parcialmente estas bacterias limpiando a los recién nacidos en los dos minutos posteriores al parto con una gasa incubada en la vagina de las progenitoras una hora antes del nacimiento. Un mes después, los niños objeto de la investigación mostraron un microbioma similar al de los nacidos en un parto vaginal, si bien la transferencia de microbios no fue completa.
Lactancia materna
Aunque en ocasiones no queda más remedio que dar el biberón al recién nacido en lugar del pecho, los profesionales de la salud suelen recomendar la lactancia materna por sus múltiples beneficios demostrados en comparación a la artificial. Entre ellos está que favorece el desarrollo del sistema inmunitario del bebé y le protege contra infecciones y enfermedades.
En la lactancia materna, los anticuerpos y otros factores que luchan contra los gérmenes pasan de la madre al bebé, reforzando el sistema inmunitario del menor. Esta defensa contra enfermedades disminuye considerablemente la posibilidad de que el bebé lactante padezca infecciones de oído, vómitos, diarrea, neumonía, infección de las vías urinarias o determinados tipos de meningitis espinal. Además, la leche materna actúa como vacuna natural no solo durante el periodo que dura la lactancia, sino en muchos casos tiempo después.
Antibióticos cuando sea estrictamente necesario
La boca, la nariz, las orejas, la piel y los intestinos contienen microbios que protegen. El intestino, por ejemplo, alberga miles de millones de microbios que sirven, entre otras cosas, para la absorción y digestión de los alimentos. Esta rica y abundante flora microbiana se altera o anula cuando los niños reciben antibióticos, por lo que este tipo de fármacos solo deben emplearse cuando sean prescritos por los profesionales sanitarios.
Contacto con perros y gatos
Las mascotas también contribuyen a fortalecer el sistema inmunitario del bebé. La suciedad traída a casa por perros y gatos está relacionada con la variedad de bacterias con las que el niño entra en contacto, indican los expertos. Esta diversidad de microorganismos hace más fuerte el sistema de defensas del bebé, que se acostumbra a pelear contra diversos agentes patógenos y, por lo tanto, se pertrecha mejor para afrontar futuras enfermedades. En definitiva, el pequeño que vive con perros y gatos se constipa menos y padece menos otitis porque su cuerpo está mejor preparado para hacer frente a estas amenazas.
Y además…
Para acabar, una dieta equilibrada, que tengan tiempo para jugar libremente y hacer deporte, y en definitiva que sean felices, lejos del estrés que muchos niños ya padecen por tener unos horarios de actividades dirigidas demasiado extensos, les ayudará a tener menos probabilidades de enfermar.
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