Entre el 2% y el 5% de las mujeres embarazadas sufren diabetes gestacional, una patología que puede aparecer en cualquier mujer, pero que tiene mayor prevalencia en mujeres mayores de 30 años, que ya hayan sufrido diabetes gestacional durante otros embarazos, que tengan antecedentes familiares de diabetes tipo II, que padezcan obesidad o que hayan dado a luz previamente a un bebé grande o con alguna anomalía. La diabetes gestacional es fácilmente controlable a través de la alimentación y el ejercicio físico y, a diferencia de los otros tipos de diabetes, desaparece al dar a luz.
¿Por qué aparece la diabetes gestacional?
La diabetes gestacional es una alteración del metabolismo de los hidratos de carbono durante el embarazo. Mientras está gestando, el cuerpo de la mujer exige un mayor gasto calórico y un mayor requerimiento de la bioquímica corporal: esto se traduce en un incremento metabólico en todos sus órganos, incluido el páncreas, encargado de la segregación de insulina (la hormona que regula la cantidad de glucosa en sangre).
Cuando el páncreas se ve sobrepasado por los requerimientos del organismo y no es capaz de producir la insulina necesaria para vencer cierta resistencia a la utilización de glucosa (resistencia insulínica), aparece la diabetes gestacional.
¿Cómo se detecta la diabetes gestacional?
En la actualidad todas las mujeres embarazadas se someten al test de O’Sullivan entre las semanas 24 y 28 del embarazo, ya que no existen síntomas que nos avisen de la diabetes gestacional a simple vista: es un test sencillo y sin riesgos que se realiza en un solo día. Para realizar el test se administra a la paciente 50 gramos de glucosa por vía oral, y se miden los niveles de glucosa en sangre al cabo de una hora; si el valor de la glucemia plasmática al cabo de una hora es igual o superior a 140 mg/dl, se considera el test de O`Sullivan positivo.
En este caso será necesario volver otro día para realizar una prueba con sobrecarga de glucosa, en este caso en ayunas. Se administra a la paciente un líquido con glucosa por vía oral y se van comprobando los niveles de glucosa cada treinta o sesenta minutos. Durante la prueba la mujer debe mantenerse en reposo para evitar alteraciones en los datos.
En el caso de que la prueba sea positiva nos remitirán a la consulta de endocrinología: a partir de entonces, el endocrino trabajará de forma conjunta con nuestro ginecólogo y nos dará unas pautas de alimentación a seguir para que tengamos un embarazo seguro. Entre estas pautas, que varían siempre en función de cada paciente, suelen encontrarse repartir las comidas en seis tomas al día para mantener los niveles de glucosa estables, alimentación equilibrada y variada eliminando los azúcares concentrados y controlando la ingesta calórica para no tener una ganancia de peso excesiva y ejercicio físico moderado y adecuado a nuestro nivel y necesidades.
En la mayoría de los casos, siguiendo estas indicaciones de control de la dieta y de ejercicio se consigue regular el nivel de insulina en sangre. Si no se consiguiera, los profesionales médicos son los encargados de indicarnos si necesitamos inyecciones de insulina. En nuestras visitas al ginecólogo durante el embarazo se controlarán los niveles de glucosa en sangre; es posible que también tengamos que controlarlos nosotras en casa mediante unos dispositivos similares a los utilizados por las personas diabéticas. Con un pequeño pinchazo sabremos si nuestra glucosa se encuentra en los niveles normales.
Los riesgos de la diabetes gestacional
La diabetes gestacional y el exceso de glucosa en sangre puede dar lugar a bebés con exceso de peso y de talla, por lo que en el momento del parto este podría no sería posible por vía vaginal teniendo que recurrir al parto quirúrgico por cesárea. En ocasiones también puede causar un parto prematuro con el consiguiente riesgo pulmonar del recién nacido, ya que los pulmones son el último órgano en formarse dentro del útero, además de otros riesgos asociados.
En cuanto a la madre, la diabetes gestacional suele aparecer acompañada de hipertensión y de retención de líquidos en brazos y piernas. Además, aunque la diabetes gestacional desaparece tras el embarazo, aquellas mujeres que la han sufrido tienen un riesgo mayor de padecer diabetes tipo II en años posteriores.
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