A pesar de que la mayoría de futuras madres son conscientes de la importancia de cuidarse durante el embarazo y de que deben cambiar su alimentación para evitar ciertos riesgos, lo cierto es que también las hay que se obsesionan con esto último. En concreto lo hacen con el necesario incremento de peso que implica el embarazo, y con las repercusiones que este tiene en su figura.
Estamos hablando de la pregorexia, una patología que puede poner en riesgo la vida de su inminente bebé, y que también implica múltiples peligros para la propia gestante. Hoy os contamos en qué conste exactamente, cuáles son los factores de riesgo, y un largo etcétera con el que trataremos de arrojar algo de luz al respecto.
Qué es la pregorexia
Como la bulimia y la anorexia, la pregorexia es un trastorno alimentario y una enfermedad de tipo psicológico que padecen algunas madres, que padecen un miedo irracional a subir de peso o ganar volumen. Para evitarlo, estarán dispuestas a poner en marcha toda clase de “técnicas” como inducirse vómitos, incrementar su actividad física de manera excesiva, usar diuréticos y laxantes, restringir su ingesta calórica al mínimo, y otras prácticas similares.
La ansiedad, la depresión y la falta de aceptación del propio cuerpo son otros de los sentimientos que experimentan quienes la padecen y que, al mismo tiempo, se sienten culpables por sus actuaciones, sobre todo si son conscientes de sus posibles y devastadoras consecuencias.
Suele aparecer después del primer trimestre, cuando las alteraciones físicas se vuelven más evidentes con la acumulación de tejido graso y los cambios hormonales; un proceso totalmente normal en las gestantes que, de media, deberán aumentar entre nueve y doce kilos. Eso siempre que se encuentren dentro de un rango de peso de normalidad (si son obesas esta cifra rondará los siete kilos, mientras que si está por debajo oscilará entre los doce y los dieciséis).
Causas de la pregorexia y factores de riesgo
Como la mayoría de este tipo de trastornos, su origen es multicausal. Sin embargo, encontramos algunos puntos comunes e incluso socioculturales. Es decir, existe la creencia de que una mujer ha de ser madre, trabajadora, y estar físicamente siempre perfecta. Unas exigencias poco realistas pero tremendamente arraigadas, una de las razones por las que esta enfermedad no deja de crecer.
Respecto a los rasgos de personalidad, suele tratarse de personas jóvenes con escasa autoestima, dificultades en la percepción de la propia imagen, extremadamente autoexigentes y que habitualmente cuidan su alimentación. La dificultad para establecer vínculos afectivos o expresar sus emociones son otras particularidades que se repiten. Y aquellas que han padecido anteriormente un desorden similar tienen mayor riesgo de padecerla.
Cómo se detecta
Para detectarla (tanto en nosotras mismas como en un familiar que la padece) existen una serie de síntomas a los que deberíamos prestar atención. Un peso por debajo de lo normal, el rechazo del embarazo y de su cuerpo, la ocultación del mismo, los comentarios negativos y reiterados sobre los cambios físicos, la obsesión con el peso y con la ingesta calórica son algunos de los más evidentes.
También la realización de ejercicio físico intenso, sin acudir previamente a un profesional e incluso con modalidades en la que se corre peligro de reducir el nivel de oxígeno que le llega al feto; la puesta en marcha de dietas no avaladas por un experto con grandes restricciones de ingredientes, y la negación del posible problema también resultan habituales. Las pacientes, asimismo, suelen quejarse de dolores de cabeza y mareos, fatiga excesiva y de tener dificultades para concentrarse.
Consecuencias de la pregorexia en la madre y el bebé
Como decíamos, la pregorexia resulta peligrosa tanto para la madre como para su hijo. En cuanto a esta primera, los más comunes son la desnutrición, la pérdida de cabello, la falta de calcio, los desequilibrios electrolíticos, hipertensión, arritmias y taquicardias y la anemia. Al mismo tiempo, estos pueden derivar en rupturas óseas, dificultades en el parto y la lactancia, y otros.
También se incrementa el riesgo de que el feto padezca malformaciones, y es posible que el líquido amniótico disminuya, se retrase el crecimiento intrauterino, se produzca un desplazamiento placentario, e incluso que el niño muera. Los partos prematuros, el bajo peso del bebé y el aumento de las probabilidades de que sufra hiperactividad o fallezca durante su primer mes de vida forman parte de las posibles complicaciones.
Abordaje del problema
Puesto que se trata de una enfermedad de corte psicológico, un correcto abordaje requerirá de la ayuda de un profesional de este tipo, preferentemente un experto en trastornos alimentarios. Una de las grandes dificultades, sin embargo, radicará en que la terapia deberá centrarse en las causas y razones que se encuentran detrás de la pregorexia (y que pueden incluir traumas infantiles, etcétera) pero también tratar de frenar esos comportamientos que están poniendo en peligro su vida y la del feto.
Ofrecer a las pacientes las herramientas necesarias para hacerlo y el acompañamiento de la familia, por otra parte, es clave. En todo caso, tampoco debe presionarlas ni censurarlas, sino escucharlas, ser pacientes y tratar de apoyarlas. En algunas ocasiones, agobiar con las cantidades u obligar a comer a estas futuras madres, resulta contraproducente.
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