Desde hace tiempo se habla mucho del aceite de palma y de que puede resultar perjudicial para la salud y el medio ambiente.
El aceite de palma es uno de los más utilizados del mundo y se produce con los frutos de la llamada palma africana. Se emplea en multitud de productos de alimentación, pero es rico en grasas saturadas y es mejor evitarlo y no abusar de su consumo.
Actualmente, la mayor parte de los productos que llevan aceite de palma detallan en su etiqueta la procedencia de la grasa vegetal que contienen.
Inicialmente, se ocultó bajo el concepto genérico de aceites vegetales, pero en 2011 la Unión Europea aprobó una normativa para obligar a especificar en el etiquetado de los productos de qué aceite vegetal se trata. Para localizar su presencia, además de aceite de palma o aceite de palmiste, es posible detectarlo bajo nombres como grasa vegetal fraccionada e hidrogenada de palmiste, sodium palmitate, estearina de palma, palmoleina u oleina de palma, manteca de palma o el nombre científico de la palma aceitera.
En el caso de las margarinas, el uso del aceite de palma facilita el untado.
Aceites y grasas de origen vegetal constituyen la materia prima de las margarinas. Los aceites de maíz, oliva, girasol y palma tienen gran cantidad de ácidos grasos insaturados (más saludables), como el oleico y el linoléico; este último es un ácido graso esencial: no puede ser sintetizado por nuestro organismo y debemos incluirlo en nuestra dieta. Las margarinas tienen también grasas saturadas. Para la elaboración de la margarina, las grasas de origen vegetal son sometidas a un proceso de hidrogenación en el que se forman nuevos ácidos grasos saturados (llamados «trans») mientras que parte de los insaturados pierden su configuración original. Por lo tanto, conviene consumir margarinas o mantequillas compuestas por aceites naturales, sin grasas hidrogenadas ni aceites de palma.
Mejorar la salud cardiovascular
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la cantidad diaria de grasas no supere el 30% del total de calorías consumidas. Si consideramos una dieta de 2.000 calorías, eso representa unas 600 como máximo (70 gramos aproximadamente).
En 1993, la OMS concluyó en su estudio ‘Grasas y aceites en la nutrición humana’, que las grasas trans obtenidas mediante el proceso de hidrogenación que le otorgaba, de forma química, una consistencia sólida y untable a los aceites semilíquidos, eran aún más perjudiciales para la salud cardiovascular que las saturadas presentes en la mantequilla.
Frente a las grasas hidrogenadas, la solución que encontró la industria alimentaria fue el aceite de palma, que le otorga esa consistencia cremosa al producto y le ayuda a que se unte con más facilidad.
A pesar de que no hay una opción que resulte más saludable para cuidar la línea con las margarinas debido a su compuesto de grasas, si se quiere controlar el colesterol se puede optar por las margarinas ricas en esteroles vegetales. Además, en España tenemos una alternativa mucho más sana que ayuda a mejorar la salud cardiovascular: el aceite de oliva virgen extra, que no contiene colesterol ni grasas hidrogenadas y es rico en ácidos grasos monoinsaturados y antioxidantes.
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