La Navidad es aún más especial si hay niños en casa y, precisamente, uno de sus principales alicientes es ver las caras de ilusión y nervios de los más pequeños ante la inminente llegada de los Reyes Magos. Muchos adultos regresan a su infancia y, desde ese lugar de la memoria, contagian a los niños la misma expectación y emoción que ellos vivieron contándoles el viaje desde el Lejano Oriente de sus Majestades Melchor, Gaspar y Baltasar; llevándoles a la cabalgata; escondiendo a conciencia los regalos…
Los niños tienen un pensamiento mágico que les ayuda a comprender el complicado mundo que les rodea. Así, por ejemplo, creen que los árboles sienten, las plantas hablan o los coches se cansan, y tanto los Reyes Magos como el Ratoncito Pérez, forman parte también de ese territorio imaginario. A partir de los 7 años, el niño está preparado para distinguir la fantasía de la realidad, pues antes no se da cuenta.
Normalmente, los niños descubren la verdad sobre los Reyes Magos de una manera natural, cuando su pensamiento está maduro y empiezan a tener sospechas primero y a escuchar comentarios de otros niños y adultos después, un proceso que suele acabar con la temida pregunta a los padres para salir de dudas. Si finalmente se atreven a plantear la cuestión -porque muchos no lo hacen- y vienen con el «Papá, mamá, me han dicho que los Reyes son los padres», merecen, en ese momento crucial, una respuesta correcta ante su incertidumbre.
Según los expertos, una vez que el niño está preparado psicológicamente, lo que suele ocurrir a partir de los 7 años, no hay que alargar la fantasía. Si bien se trata de una desilusión y decepción, es algo que forma parte del proceso normal de crecimiento y es una manera de entrar en el mundo de los adultos.
No hay que mentir a los niños
Mentir a los niños para sobreprotegerles y evitar su frustración no es una buena idea. Un padre que miente está creando un modelo en el que la mentira es válida, y no hay jueces más duros que los niños. Aunque la pregunta debería resolverse en el mismo momento en el que aparezca, puede que nos coja sin estar preparados, de modo que, antes de mentir al niño, es preferible demorar la respuesta y buscar el momento idóneo para decirle lo que realmente queremos contarle.
En este punto, es importante destacar que no es conveniente que un preadolescente de 10 o 12 años, por ingenuo que sea, siga creyendo en los Reyes Magos a esa edad. Puede ser objeto de burla por parte de sus compañeros y amigos, y no debería permanecer sin una explicación convincente de los padres.
Siempre la verdad, pero hay muchas maneras de decirla
Aunque la respuesta variará en función de la percepción que los padres tengan de la Navidad y de la ilusión y emoción con que sean capaces de vivirla, ahora que el niño puede distinguir la fantasía de la realidad, no deberíamos dejar que se pierda la magia. Para contarles la verdadera historia sobre los Reyes Magos, los especialistas recomiendan emplear fórmulas como: «Cierto, hijo, los Reyes son los padres, pero vamos a seguir creyendo en ellos porque Melchor, Gaspar y Baltasar existen en la fantasía, en la ilusión, y nosotros creemos en ella”.
Otro discurso podría ser: «Hace muchos, muchos años, cuando nació el Niño Jesús, existieron unos Reyes en Oriente que [… ] Esos Reyes hoy no existen, pero todos los padres queremos que nuestros hijos también tengan regalos como Jesús. Por eso, en esa noche tan especial, jugamos a ser los Reyes y os queremos dar aquellos regalos que pensamos que os pueden hacer ilusión. Ahora ya sabes la verdad, ya eres mayor, pero podemos seguir jugando a los Reyes Magos, pues a todos nos gusta que otros piensen en nosotros y nos hagan regalos”.
Una familia en la que los hijos ya saben la verdad sobre los Reyes Magos puede celebrar, si los padres lo fomentan, una fiesta que irradie emoción e ilusión, centrada en intentar satisfacer al otro, la sorpresa, el detalle, demostrar lo importante que cada uno es para los demás… Además, es una forma preciosa de transmitir valores como la entrega, el amor y la bondad.
Fotos | iStock / Halfpoint / Ridofranz
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