El Alzheimer es una enfermedad que se caracteriza por la pérdida de memoria y otras capacidades mentales, pero también por cambios importantes en la conducta. ¿Cómo adaptarnos a estos nuevos comportamientos? Cuanta más información tengamos de cuáles son y cómo actuar, más posibilidades tendremos de ayudar al paciente y sobrellevar mejor la situación.
Síntomas conductuales del Alzheimer
Las alteraciones en la conducta se aprecian en el 70%-90% de los pacientes con Alzheimer. Están relacionadas con el deterioro cognitivo y la consecuente pérdida de autonomía.
Al principio se va perdiendo la capacidad de realizar tareas más difíciles (hacer la compra, cocinar, llevar la contabilidad del hogar…), pero conforme avanza la enfermedad resulta más complicado para el paciente realizar sin ayuda actividades cotidianas como comer, asearse o vestirse.
Los trastornos conductuales están asociados a esta disminución de habilidades, y alcanzan su máximo nivel antes de llegar a las fases más avanzadas de la enfermedad. Estos son algunos de los más comunes:
- Cambios en el carácter: agresividad verbal o física (menos habitual), desinhibición, apatía, conductas inadecuadas, reacción negativa a los cuidados e irritabilidad.
- Conducta motora anómala: deambular por la casa, seguir al cuidador, abrir y cerrar puertas, cajones o armarios, repetir frases o sonidos, hiperactividad y agitación. Estos síntomas se pueden dar de día, pero también es frecuente que ocurran por la noche, como sucede en el síndrome vespertino.
- Problemas con la alimentación: Falta de apetito, predilección por alimentos dulces, dificultad para utilizar los cubiertos, o en fases más avanzadas dificultad para masticar o tragar.
¿Qué podemos hacer para ayudar al enfermo de Alzheimer?
La enfermedad de Alzheimer es irreversible pero, tanto familiares como cuidadores, podemos ayudar al paciente a mejorar su calidad de vida y mantener sus capacidades el mayor tiempo posible.
La apatía es uno de los síntomas conductuales más frecuentes, que en ocasiones, también va unida de síntomas depresivos. Acompañar al enfermo a pasear, realizar actividades que le resulten placenteras, o terapias que fomenten su bienestar, y en las que se relacione con otras personas, contribuyen a levantar el ánimo y motivarle.
El ejercicio físico moderado también es recomendable, para que se encuentre más relajado y reducir los despertares nocturnos. Eso sí, siempre que no se realice poco antes de ir a la cama.
Para evitar que el enfermo de Alzheimer se sienta confuso, es necesario hablarle con claridad y frases cortas, no preguntarle si recuerda algo, y no enfrentarnos con él o forzarle a realizar ninguna actividad. Tampoco a parar cuando deambula por la casa o mueve algunas puertas y objetos.
Es más conveniente crear un entorno seguro en el hogar, en el que pueda circular libremente cuando se den este tipo de comportamientos, y acompañarlo para asegurarnos de que no se hace daño.
En la medida de lo posible, debemos intentar que mantenga su día a día de forma habitual, consultando con su médico siempre que apreciemos cambios bruscos en su comportamiento.
El trato debe ser amable, paciente y cariñoso, utilizando el contacto físico siempre que el enfermo esté receptivo. La expresión facial también es muy importante, así como mirarle a los ojos, para que se sienta más tranquilo y seguro, y no llevarle la contraria.
¿Cómo adaptarnos y sobrellevar estos cambios?
Los síntomas conductuales del enfermo de Alzheimer son los que más afectan a su entorno. En muchas ocasiones los familiares se sienten desbordados y en este punto contar con grupos de apoyo, ayuda externa e información sobre cómo actuar de forma adecuada, son factores clave para poder afrontar la situación y disminuir los niveles de estrés que suele provocar.
El conocido síndrome del cuidador, causado por el agotamiento físico y mental, se puede prevenir con la formación y las herramientas adecuadas. Portales como Cuidar bien, de la Fundación Sanitas, ponen a disposición de los familiares de enfermos de Alzheimer información práctica y los mejores recursos para mejorar la atención al paciente, sin descuidar nuestra propia salud.
Los centros de día también son una buena opción para aplicar terapias beneficiosas al paciente, mejorar sus relaciones sociales y permitir que los familiares dispongan de un tiempo libre al día. Al igual que contar con la ayuda de un cuidador profesional, especializado en Alzheimer, que pueda apoyarnos y guiarnos en el manejo correcto de los síntomas conductuales.
En definitiva, se trata de mantener al máximo la autonomía y el bienestar del paciente, de la forma más eficiente posible, pero siempre teniendo en cuenta también nuestras propias necesidades. Así podremos seguir brindándole nuestro apoyo, todo el tiempo que haga falta.
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