Si bien son muchos los problemas relacionados con una higiene dental inapropiada que pueden llegar a afectar a la salud de nuestra boca, también existen otros cuyas causas tienen más que ver con otros factores como la genética, enfermedades periodontales y otros hábitos poco recomendables como el bruxismo y el morderse las uñas.
Es el caso, por ejemplo, de la recesión de encías o recesión gingival, un proceso que también puede darse como consecuencia de una tracción excesiva causada por el frenillo, la alteración de la posición normal de los dientes, tratamientos de ortodoncia incorrectos, y la presencia de una encía débil o delgada. Pero, ¿en qué consiste exactamente? ¿Podemos hacer algo para evitarla y paliarla?
En qué consiste la recesión de encías
Para que te hagas una idea y como su propio nombre indica, la recesión gingival es un proceso en el que las encías se retraen, dejando al descubierto la raíz del diente y otras partes que anteriormente se encontraban ocultas bajo el tejido. Una patología de origen multicausal que va más allá de los obvios inconvenientes estéticos –una sonrisa cadavérica de dientes alargados–.
Sí, porque padecerla incrementa la sensibilidad dental, haciendo que resulte casi imposible ingerir o beber ingredientes muy fríos o especialmente calientes, y que incluso sea molesto el roce con los cubiertos y el aire del invierno al respirar. También aumenta el riesgo de padecer caries, pues el “cemento radicular” que se encuentra alrededor de la raíz es muy vulnerable a la caries, además de complicado de reconstruir cuando se daña.
Otras personas, y directamente relacionado con el asunto estético, acaban adoptando tics y costumbres como evitar abrir la boca al sonreír o cambiar su forma de hablar para no mostrar la dentadura. En los casos más graves, el individuo llega a sentir ansiedad a la hora de relacionarse cara a cara con los demás.
Cómo podemos detectarla
Dicho lo cual, detectarla a tiempo se erige como algo fundamental, razón de más para fijarnos en sus síntomas más habituales. Para empezar, presta atención al aspecto de tus dientes y, si los notas más alargados de lo normal, acude al dentista para asegurarte. El mal aliento, la inflamación, abultamiento y sangrado de las encías, el aumento de la sensibilidad, el dolor al masticar y la sensación de tenerlos un poco más sueltos son otros rasgos.
Por supuesto, deberá ser el especialista el que, mediante diferentes pruebas diagnósticas –examen visual, sonda de medición, radiografía y similares– determine si la padeces. Un momento clave, pues si bien las encías no vuelven a crecer, existen una serie de prácticas que conviene conocer para evitar agravarlo y retrasarlo en la medida de la posible.
Consejos básicos
Entre ellos y aunque parece básico, cepilla tus dientes después de cada comida con una pasta con flúor. Procura realizar movimientos suaves y poco agresivos, y mantén tu cepillo –de dureza baja o media para ahorrarte abrasiones– en perfectas condiciones para que acabe con la placa y la suciedad de todos los rincones. Aléjate del tabaco, de determinados alimentos, de los piercings en la lengua, y aprende a utilizar la seda dental (requiere de poca fuerza y de presión lateral contra la superficie).
Acude al dentista con regularidad y hazlo inmediatamente si crees que rechinas los dientes, el bruxismo puede tener consecuencias devastadoras tanto para los dientes como para las encias y se soluciona fácilmente con la ayuda de una férula de descarga. Además, deberías conocer a qué se debe, pues en muchas ocasiones, se encuentra aparejado al estrés.
Qué tratamientos contra la recesión de encías existen
Más allá de los consejos comentados, existe un amplio abanico de tratamientos contra la recesión de encías que pueden ponerse en marcha para paliar el problema. La elección del método dependerá de cada paciente y deberá ser escogido y aplicado por un profesional cualificado.
La idea, en todo caso, será reconstruir el tejido. Y es posible hacerlo mediante el injerto gingival libre de paladar –son microinjertos de tejido del paladar que se colocan cubriendo la encía–, el injerto de tejido conectivo, el colgajo de reposición lateral o coronal –lo que se hace es estirar las encías, aunque el paciente debe conservar los llamados interproximales, el triángulo de encía entre dientes.
Luis Fabián Cabrera