Las vacaciones son perfectas para disfrutar de un merecido descanso y desconectar de las preocupaciones de todo el año. Sin embargo, al relajarnos y modificar nuestros hábitos, la salud de nuestros dientes puede verse afectada. Lo mejor es visitar al dentista a la vuelta de las vacaciones para realizarnos una revisión y comprobar que todo está en perfecto estado. No es algo baladí. Hay razones de peso para hacerlo:
Descuido de la higiene bucal
Durante las vacaciones, salimos más y es frecuente que comamos fuera de casa, lo que muchas veces lleva a saltarse tareas cotidianas como lavarse los dientes después de las comidas. Olvidarse del cepillo de dientes implica un mayor acúmulo de placa bacteriana, un aumento de la halitosis y la posible aparición de sarro, lo que puede derivar en el surgimiento de caries y enfermedades de las encías, como la gingivitis y la periodontitis.
Dieta desequilibrada
En verano solemos aumentar la ingesta de productos azucarados, bebidas carbonatadas, grasas saturadas, café, tabaco o alcohol, que favorecen la proliferación de microorganismos nocivos en la boca. Por ejemplo, los azúcares de los dulces son alimento de las bacterias que pueden perjudicar nuestros dientes, además de causar caries a través de los ácidos que liberan. Asimismo, al consumir bebidas ácidas (refrescos, zumos de frutas, bebidas energéticas, etcétera) se produce la apertura de los túbulos dentinarios, túbulos que atraviesan la dentina y que al abrirse originan la molesta sensibilidad dental.
Cambios de temperatura
El clima también puede afectarnos. El incremento de las temperaturas que se produce en verano puede ser causante de un déficit de hidratación con un efecto directo sobre la salud bucal. Al producir una menor salivación, se reduce la capacidad desinfectante de nuestra boca, aumentando el riesgo de caries, gingivitis y periodontitis.
Golpes en la dentadura
La práctica de deportes y actividades de ocio al aire libre puede provocar alguna caída, resbalón o choque y su consiguiente impacto en los dientes, lo que puede ser especialmente grave en el caso de los menores de entre 6 y 12 años, que cuentan con piezas dentales que todavía están en formación.
Cuidar la salud bucodental
Tras unos días de excesos en los que hemos comido entre horas, no hemos llevado una correcta higiene bucal, o al menos no hemos sido tan constantes como el resto del año, y nos hemos sobrepasado en la ingesta de alcohol, dulces, refrescos o alimentos ácidos y grasos, toca ponerse serios y retomar la normalidad.
Para ello, es muy importante visitar al dentista. Él valorará los efectos que ha tenido el verano en nuestros dientes y encías, y sabrá qué hacer para solucionarlo.
Además, hay que volver a coger el hábito de mantener una higiene dental adecuada, cepillándose los dientes al menos tres veces al día (después de cada comida) y prestando especial atención al cepillado nocturno, mejor si va acompañado del uso de seda dental.
Tampoco hay que olvidar limitar el consumo de refrescos, dulces y bebidas alcohólicas. Son ricos en ácidos y azúcares, por lo que aumentan las posibilidades de desarrollar caries, así como incrementan el pH de nuestra saliva, acelerando el desgaste dental.
Beber mucha agua mantendrá nuestra boca húmeda, lo que facilitará la producción de saliva, que limpiará la boca de bacterias, reduciendo el riesgo de caries y problemas de las encías. Por su parte, el consumo de lácteos aportará calcio y ayudará a fortalecer el esmalte después de los excesos veraniegos. La ingesta de alimentos con fibra, además de regular el tránsito intestinal, favorecerá la función masticatoria y mantendrá nuestros dientes más limpios.
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