Quizás seas de los que no perdonan cepillarse los dientes después de cada comida, durante dos o tres minutos, ya sea en casa o fuera de ella. Cierto, felicidades, cumples la regla número uno de una adecuada higiene bucal, pero debes saber que no es suficiente.
Además de lavarte los dientes tal como lo haces para evitar la aparición de caries, la gingivitis o el mal aliento, has de incorporar a tu rutina diaria otros pasos importantes. Estas son las seis reglas de oro para una higiene bucal completa.
Cepilla tus dientes
Lo ideal es hacerlo tres veces al día, después de cada comida, durante dos o tres minutos y siempre con un movimiento de la encía al diente. Asegúrate de cepillar todas las piezas dentales, por la parte interior, la exterior y la superficie de masticación. Presta especial atención a la zona donde se junta el diente y la encía. No comas ni bebas (excepto agua) después del cepillado de la noche. De saltarte alguno, respeta al menos este, es el más importante: por la noche la boca está más seca al no generarse tanta saliva, por lo que esta no va a poder limpiar todos los residuos, por eso hay que lavarse los dientes.
Hazte con un buen cepillo de dientes
Es conveniente elegir un cepillo suave para no dañar el esmalte ni las encías durante la limpieza y porque permite remover mejor la placa y los restos de alimentos debido a su mayor flexibilidad y al mayor rango de movimiento que ofrece. Además, es recomendable adquirir cepillos de cabeza pequeña para llegar a todas las áreas de la boca, incluyendo los molares posteriores, de difícil acceso.
Usa cepillo interdental e hilo dental
Los espacios que quedan entre los dientes no solo acumulan comida, sino también placa que hay que eliminar. Para la limpieza de los espacios más pequeños, como los que quedan entre los dientes, usa el hilo dental. Para los espacios interdentales más grandes, como los que quedan entre las muelas, emplea los cepillos interproximales.
Limpia tu lengua
Adoptar este hábito es muy importante, y a la vez sencillo, para arrastrar la capa blanquecina que se va creando sobre la lengua a causa de la acumulación de restos de comida, mucosidad, saliva y bacterias, lo que puede contribuir en particular al mal aliento. Son muchos los que usan el cepillo de dientes para lavar la lengua. Aunque es suficiente, es más efectivo utilizar un limpiador o raspador lingual. De hacerlo, recuerda arrastrar el aparato por encima de la lengua presionando suavemente desde atrás hacia adelante, las veces que consideres necesario, sin olvidarte de los laterales. Una vez al día es suficiente, preferiblemente por las mañanas.
Emplea colutorios
Enjuagarse la boca con un colutorio después del cepillado va más allá de la sensación de frescor que a uno le deja. El colutorio permanece en la boca, siempre que no se beba ni coma hasta que hayan pasado al menos 30 minutos, haciendo su efecto, ya sea antiséptico, para combatir el mal aliento, la sequedad bucal o la caries. Lo más recomendable es que sea el dentista el que indique un colutorio determinado, de acuerdo con las necesidades concretas de cada paciente.
Cambia el cepillo de dientes
Renueva tu cepillo cada dos o tres meses, o cuando las cerdas estén dobladas. Con el paso del tiempo y el desgaste, no solo las cerdas pierden su capacidad de alcanzar los recovecos más difíciles que hay entre los dientes, sino que aumenta la probabilidad de que proliferen gérmenes, hongos y bacterias. Además, un cepillo gastado puede dañar las encías, provocando inflamación, sangrado e incluso su retraimiento.
Visita al dentista
Hazlo, como mínimo, una vez al año, aunque no te moleste ningún diente ni te sangren las encías. El odontólogo revisará la salud de tu boca y, en caso de necesitar algún tipo de intervención, te indicará cuál es el tratamiento más adecuado según tu caso. También es importante realizar periódicamente una limpieza profunda para eliminar los restos de placa dental.
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